Posted: 26 Aug 2015 03:28 AM PDT
No es fácil tomarle el pulso a un país que ha sido sacudido por una guerra civil hace relativamente poco tiempo.
Documentarse
y conocer la historia reciente contada por los medios oficialistas es
sencillo, pero conocer la realidad de la calle preguntando a la gente
por ciertos temas, supone intrincarse en enrevesados caminos.
Y más, en relaciones de distancias cortas. Veinte años son muchos o no son nada dependiendo
de quién sea tu interlocutor. El daño sufrido, la capacidad de perdonar
y, sobre todo, la edad, son determinantes a la hora de dar una opinión,
si es que se consigue.
En
Bosnia la industria desapareció con la guerra, y las pocas empresas
estatales que quedaron de la época socialista de Tito fueron
privatizadas
Crucé la frontera de Bosnia con mi coche desde Dubrovnik.
La primera sensación no fue la de entrar en un estado de esta nueva Europa.
Luego,
a los días, casi a las horas, me di cuenta de que estaba en un país muy
parecido al que veía desde el asiento trasero del Simca 1000 de mi
padre cuando viajábamos por la España de los años setenta.
En
Bosnia la gente pasa largas horas tomando café en las plazas de los
pueblos. De los barrios. Las vacas y las ovejas invaden las carreteras
estrechas y pobladas de camiones. Los trayectos son cortos, pero los
tiempos excesivos.
En Bosnia la industria desapareció con la guerra,
y las pocas empresas estatales que quedaron de la época socialista de
Tito fueron privatizadas, o sea, mal vendidas a unos pocos que ahora las
controlan.
Por
contra, la naturaleza domina el territorio. Los ríos son limpios, los
bosques no han sido quemados y las montañas siguen sin urbanizar. Todo
aquél que quiera visitar un país virgen de costumbres burguesas, sin
desplazarse muy lejos, en Bosnia Herzegovina tiene su oportunidad.
El
hoy no es fácil para la población. Los jóvenes buscan otros horizontes
con más futuro y pocos de los que se fueron durante la guerra han vuelto
a casa.
En verano, las rutas se pueblan de matrículas alemanas pertenecientes a exiliados que vuelven por vacaciones.
La
población se queda muy lejos de los cuatro millones de habitantes (más
del 40% está en paro) y las infraestructuras no existen. Sin gente y sin
una red logística en condiciones es imposible mirar hacia adelante.
La corrupción política alcanza niveles de vértigo y
los que dirigen el destino de este país dividido tras los Acuerdos de
Dayton son los mismos desde hace veinte años, cuando acabó la contienda.
Un país dividido
Política
y administrativamente el país está dividido entre la República Srpska
(serbobosnios) y la Federación de Bosnia Herzegovina (mayoría de
musulmanes y croatas), el gobierno es rotatorio e incluso hay ciudades como Mostar que tiene una administración a cada lado del río Neretva.
Es fácil distinguirlas. Una orilla está plagada de mezquitas, la otra de iglesias católicas.
Las protestas inflamaron las calles hace unos meses.
Activistas,
estudiantes y trabajadores se unieron contra la inacción de los
políticos, pero los gobernantes saben manejar bien sus cartas
utilizando, como han hecho históricamente, el bulo nacionalista. “
No protestes junto a éstos”, les dicen. “Es malo para ti”.
Y
la clase trabajadora, luchadora pero siempre manipulable, calla
pensando en los beneficios que sus demandas pueden acarrear para el
vecino.
Todos,
bosnios, croatas y serbios están en una situación crítica, pero aquélla
unión partisana contra la invasión de Hitler queda muy lejos.
Hoy, la clase trabajadora, como en tantos otros sitios, está cegada por banderas que nada tienen que ver con sus intereses.
Y así, la lucha, se pierde por los desagües del pragmatismo.
Las protestas inflamaron las calles hace unos meses. Activistas, estudiantes y trabajadores se unieron contra la inacción de los políticos
Si
quisiéramos, sin atrevimientos, hacer un simple análisis de la
situación actual en Bosnia habría que volver la vista atrás. Pero,
¿hasta dónde?
¿Hasta
la muerte de Tito en 1980? ¿Quizás hasta el asesinato en 1914 del
heredero al imperio austrohúngaro Franz Ferdinand en Sarajevo, y que
todos los libros de historia lo sitúan como el origen de la Primera Gran
Guerra?
Posiblemente
nos deberíamos remontar hasta el ocaso del siglo XIX, cuando las
monarquías austrohúngara y rusa decidieron repartirse los Balcanes tras
la guerra ruso-turca.
Este último hecho tiene cierta similitud, en un espacio más reducido, con el genocidio, que no guerra civil, llevado a cabo a finales del siglo XX y que todo el mundo pudo seguir a través de las noticias.
La
crisis económica de entonces, una decidida apuesta de los políticos
serbios y croatas por la guerra para repartirse Bosnia Herzogovina tras
el conflicto y una falsa propaganda incendiaria nacionalista y
antimusulmana, fueron los ingredientes básicos. Luego, solo tocaba
esperar sentados para que una chispa hiciera brotar la locura.
Hoy,
el clima es similar, pero hay una gran diferencia. Los jóvenes no
quieren otra guerra. Sobre todo en Sarajevo. La capital es un istmo en
el centro del país donde, ya durante el sitio que duró de 1992 a 1996,
lucharon codo con codo serbios, croatas y musulmanes para frenar al
ejército de Ratko Mladic.
Allí,
los jóvenes hablan cuando se les pregunta, no quieren que se olvide
para que no vuelva a suceder. Porque no tienen odio, ni están tan
cegados por causas que ni les van ni les vienen.
Quieren
construir un país nuevo y se preguntan qué intereses tenía la vieja
Europa encabezada por Francia y Alemania en aquél conflicto que asoló la
vida de sus padres.
No
olvidan porque los edificios todavía acribillados de la ciudad les
recuerda, a cada paso que dan, aquel sinsentido que nadie pudo o quiso
evitar. Pero su único deseo es seguir adelante.
Esquivar las artimañas de viejos políticos corruptos que intentan recobrar antiguos discursos. 10.000 personas murieron durante el sitio a una ciudad enclavada en un valle rodeado de colinas. Desde arriba, los francotiradores acosaban a la población.
Algunos murieron desangrados durante horas.
Un
brazo, una pierna, un hombro. Disparo a disparo, los caza hombres
apostados en los cerros jugaban con la agonía de sus víctimas. Los
jóvenes no quieren vivir de nuevo un cerco de casi cuatro años sin
víveres ni energía.
La
ciudad, Sarajevo, intenta tomar el tren de las capitales europeas con
dinamismo y una sonrisa siempre dispuesta a agradar al forastero.
La
gente más mayor, todavía huye cuando te acercas preguntando en inglés.
Igual que esas bandas de perros callejeros que pueblan no solo los
barrios, también el centro de la capital.
Tiempos difíciles les queda por delante a esta joven generación, aunque dicen tener la certidumbre de una perspectiva mejor.
Mientras
tanto, la nueva Europa ultraliberal mira hacia otro lado cuando Bosnia,
como el alumno menos aventajado de la clase, levanta la mano para
preguntar.
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