Cervantes

Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté.

MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha.

21 de octubre de 2015

El triunfo del precio injusto


Ya se ha dicho bastante sobre algunos crímenes macro que perturban los precios de los bienes de consumo en Venezuela: el contrabando de extracción,
Puestos a explorar en otros fenómenos de la misma perversión viene uno a detectar casos más domésticos, que precisamente por no ser perpetrados por criminales organizados, sino por gente del común, resultan más difíciles de controlar y de evitar su masificación.

La "justicia" de los cafetaleros

Ya se sabe también cómo funciona el juego de tensiones entre los empresarios importadores y el Estado importador. El Estado regula y el otro vende más caro, y el bachaqueo de todo calibre hace el resto, es decir, revende a precios absurdos lo que debería estar al alcance de todos los consumidores. Y "consumidores" nos llaman a todos, incluso los bachaqueros que suben el precio para después quejarse por lo altos que están los precios.

Pero está el otro ámbito que es el de los productores. Contrariamente a lo que andan propagando los "analistas" proempresariales, sí hay gente produciendo alimentos en el campo venezolano, sí hay una producción activada y es mentira que el Gobierno destruyó todo el aparato productivo para matar de hambre a la gente, para después pedirle el voto. No hay necesidad de explicar el chiste del "análisis".

En un tiempo en que todo está caro los productores sienten que es necesario multiplicar sus precios para poder "resolver". Con ello sólo consiguen que los precios aumenten más (uno lo dice fácil, pero anda, trata de convencerlos...). A ver cómo funciona.

La coreografía universalmente conocida y aceptada del capital comienza en el momento en que el productor vende lo que produce a un precio ridículo, fijado desde las grandes ciudades. Viene un transportista (intermediario, lo llaman también), le paga al productor ese precio ridículo y procede a inflarlo para tener su ganancia por "hacer la carrerita". El transportista viaja a la ciudad y le vende el producto a otro sujeto, que puede ser un mayorista (sírvase acercarse al Mercado de Mayoristas de su ciudad y los verá en acción), éste comprará a ese precio ya inflado y volverá a inflarlo, para que los expendedores compren y le pongan otro precio final, muchas veces superior al que el productor o campesino cobró por producir ese producto. Pero ahora se ha activado un procedimiento o mecanismo entre los productores de algunos rubros que parece justiciero, pero que, buscando equilibrar la tiranía de los intermediarios y mayoristas, sólo está consiguiendo agravar las cosas para el comprador, incluyéndolos a ellos mismos.

En el eje cafetalero Altamira de Cáceres-Calderas ocurre de la siguiente manera. El Gobierno nacional, para poder fijar un precio regulado del café (46 bolívares el kilo hasta la fecha) ha establecido el siguiente convenio con los productores. 1) Le venden casi regaladas las matas o plántulas del cafeto. El año pasado las vendía a un bolívar; este año las compraremos a 6 bolívares, y siguen siendo demasiado baratas. 2) El Gobierno le entrega al productor todos los fertilizantes, abonos e insecticidas que necesita la planta para que dé su primera cosecha. Le dan asesoría técnica y facilidades para transportar la cosecha cuando se produzca. 3) Finalmente le compran al productor el 70 por ciento de su producción; el precio que le paga el Gobierno al cafetalero es de 39 bolívares el kilo. 4) El otro 30 por ciento puede venderlo el productor al precio que le parezca, eso que llaman "al precio del mercado". Esto último es otro acto de justicia, ya que de aquí saca el productor su ganancia. ¿Por qué el productor tiene que ganarle al café que el Estado le ha puesto a un precio irrisorio y en condiciones tan fáciles? Lo llaman trabajo: usted tiene que dedicarse todo el año a cuidar las matas, a abonarlas, a combatir la plaga, a torear las mapanares y los gusanos. 

Entonces comienza a funcionar la perversa magia del mercado, la especulación y el capital. Hasta hace muy poco (no más de un año y medio) cuando llegaba el intermediario con sus camiones, éste era el que fijaba el precio a pagar, que era superior al que paga el Gobierno pero no tanto. Un intermediario pagaba el kilo aquí a 60 bolívares y cuando llegaba a Barquisimeto o Caracas lo revendía en 120; el café terminaba llegándole al consumidor a 180 bolívares. Los productores activaron entonces el contraataque justiciero, y en lo que va de año ya no es el intermediario quien fija el precio sino el propio productor. No crean que no entra un fresquito el ver llegar a un coñoemadre con su gandola a querer comprar el café a 80 bolívares, y ser rebotado por un campesino que le dice: "No miamor, el café te cuesta ahora 500 bolos". El intermediario tradicional ha preferido largarse y no volver más.

Ahora el dueño del mecanismo especulativo es el dueño del café, el sujeto que se parte el lomo cultivándolo, y miren por dónde va ya la justicia cafetalera: en Calderas los productores grandes o artesanales ya venden el kilo de café en 1.000 bolívares (hace dos meses lo vendían en 700). Pero la maquinaria no se ha detenido, así que en Caracas ya hay quien vende el café en 2.500 bolívares.

¿Por qué no se consigue café regulado? Habrá que responder cuando el cierre de la frontera surta efectos más duraderos

Resumen ejecutivo: el Gobierno vende café en operativos y en algunos expendios en 46 bolívares, pero como es casi imposible conseguirlo ya la gente lo está comprando en 2.500. ¿Por qué entonces no se consigue el café regulado? Habrá que responder cuando el cierre de la frontera comience a surtir sus efectos más duraderos. Mientras tanto, como los intermediarios han decidido no venir, porque no pueden fijar el precio que les da la gana, está surgiendo un megaintermediario de mil cabezas: gente que viene, compra al precio que le dice el productor y va y lo vende en las ciudades en más del doble.

Anécdota con chiste incorporado. Hay una planta y una torrefactora de Café Venezuela a las afueras de Altamira de Cáceres. Se supone que allí es donde el productor (de Altamira de Cáceres y Calderas) arrima el 70 por ciento de su producción, esa que está obligado a vender en 39 bolívares el kilo. Ahora mismo hay una discusión con los Consejos Comunales para que esa planta le venda el café regulado a cada hogar de Altamira de Cáceres (ustedes saben, esos hogares donde viven los productores de café) en 46 bolívares. El acuerdo logrado hasta ahora es que a cada hogar (de esa gente que le vende café al Gobierno en 39 bolos) le toca un kilogramo al mes de café a 46 bolívares. Pero hay molestia en el ambiente: la gente quiere que le vendan más kilos de café al mes. Empiecen ustedes a sacar cuentas y a detectar las cosas que "no cuadran".

Los otros rubros

Insisto: es una sabrosura ver a los intermediarios perder su negocio, pero aterra también ver en qué consiste la venganza del productor. Con el rubro pescado de río, por ejemplo, ocurre lo mismo pero con algunas variantes. Hace un año el kilo de cachama se vendía en 120 bolívares en la ciudad de Barinas. Hoy el Gobierno lo vende en 550 bolívares en operativos, y algunos pescadores que tienen cómo transportarlo lo venden desde 580 hasta 700 bolívares. Lo chocante de este caso es que una parte de esas cachamas provienen de criaderos, pero otra parte es gratis. Usted baja al llano en tiempo de ribazón (por ahí viene, a finales de octubre) y, si sabe pescar o está dispuesto a intentarlo, puede comerse gratis el pescado que quiera. El problemita lo va a tener cuando intente sacarlo por las carreteras, pues la Guardia Nacional está vigilando y si usted no es un transportista legalmente registrado (es decir, un maldito intermediario capitalista) le van a retener su pesca si está por encima de 50 kilos.

La última señal de alarma me ha llegado vía cartón de huevos criollos. El campesino siempre ha vendido a precios más que justos sus producciones domésticas de lo que sea. En enero uno podía comprar un cartón de huevos criollos (más nutritivos, más sanos y más gustosos que los industriales) en 50 bolívares, mientras en los expendios los huevos de mentira estaba ya en 80. Hace unos días me pasó algo más o menos gracioso, más o menos alarmante, bastante doloroso y no precisamente por mi caso particular de mamazón. Fui a comprarle huevos a la viejita de siempre y me dijo que el cartón estaba en 550 pero que su hijo le había dicho otra cosa. "Espérese un momentico", me dijo. Agarró el teléfono y conversó con su hijo que vive en Caracas. Al cortar la llamada me dijo: "Son 800 bolos". Es decir, que cuando lleguen los neointermediarios, o los intermediarios de siempre, el precio de los huevos en Caracas se disparará a casi 2 mil bolívares.

¿Cómo se detiene eso? ¿Con policía? ¿Regalándoles más dólares a los empresarios? ¿O activando la inteligencia comunal y lo que quede de sentido ético de las relaciones sociales?

Esa es la hermosísima e impostergable discusión que nos debemos y nos merecemos.

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