Enero 9 de 2016, 4:45 pm
En medio de una entrevista que le realizara el 28 de julio del año 1997 el infame lobbysta financiero y empresario de medios de comunicación Marcel Granier al otro no menos infame banquero y mafioso insignia de la Cuarta República, Carmelo Lauría, quedaba en evidencia, entre halagos y risas, los mecanismos bajo los cuales se vendía a Venezuela como el destartalado país que toda corporación transnacional o banquero internacional sueña con saquear, pues el riesgo que representaba era casi nulo y las ganancias absolutas.
La famosa "carta de buena conducta" (que no era una sino varias peticiones) reseñada por Lauría tenían un costo de aproximadamente 120 millones de dólares. Tal monto era pagado por el Estado venezolano (específicamente por el BCV) al FMI, al Banco Mundial y a los grandes bancos estadounidenses y europeos para que estos, a su vez, distribuyeran una buena tajada hacia sus agencias mediáticas (inundada de expertos como el ministro de Finanzas de Macri) tales como el Financial Times o The Wall Street Journal (por sólo mencionar dos de las más relevantes) con el fin de producir análisis y proyecciones de riesgo sobre una Venezuela que por el mismo hecho de hundirse en la extrema esclavitud, ofrecía todas las ventajas para el insaciable lucro transnacional.
Así lo definía Lauría: "Todas las agencias internacionales financieras, todos los analistas de riesgo y todos los bancos dicen que Venezuela es un paraíso".
Agencias financieras que por representar los intereses políticos, geopolíticos y financieros del 1% más rico del planeta, definen la hoja de ruta y los objetivos perceptivos que una determinada estrategia o táctica tendrán con respecto a tal o cual país saquear (en nombre del "desarrollo") o quebrar (en nombre también del "desarrollo").
No es casualidad que medios como el Financial Times, Bloomberg Business o The Wall Street Journal hayan generado una atmósfera perceptiva lo suficientemente tóxica basada en la "caída del sector industrial" como para hacer chillar la bolsa china durante dos días seguidos, conduciendo (desde hace meses) a los inversores de gran capital dentro de los bancos estadounidenses a una fuerte retirada de capitales y rápida clausura de grandes negocios dentro de la potencia asiática para debilitar su innegable preponderancia geopolítica actual. Reflejo palpable de los primeros resultados que arrojan intensas maniobras del lobby político y financiero aliñado con fuerza en el último trimestre del año pasado, donde estos medios citados llevan la batuta.
No es casualidad, en este mismo sentido, que Venezuela al dejar de ser ese paraíso descrito por Lauría, al resistir un incesante bloqueo financiero del poder económico occidental y al negarse a pagarle al Financial Times y a los bancos estadounidenses como un gesto de buena conducta para regalarles el país en cuestión de meses, es natural que esa artillería, en medio del envalentonamiento enemigo que comporta el contexto actual, resuene con más fuerza. Lo cierto es que esos 120 millones de dólares (y mucho más seguramente) de los que hablaba Lauría los está pagando el empresariado nacional y extranjero, sólo que esta vez para hacer referencia al paraíso que Maduro y el chavismo les arrebató.
Todo es lo que parece ser
Pero el tiempo revolucionario desgarra velos, destroza los mitos del capital y muestra la realidad en toda su crudeza. La destrucción de los sistemas de precios, la especulación desbordada y la desestabilización integral de la economía venezolana, aunque tenga componentes estructurales atrofiados producto del rentismo petrolero, la explicación va más allá de lo meramente técnico: el plan de caotizar de cabo a rabo la economía venezolana es una estrategia política planificada para destituir al chavismo del poder. Así de simple.¿No es el interés político de derrocar al Gobierno lo que los motiva a profundizar la "inflación"?La cacareada (y ficticia) ley de la oferta y la demanda queda invalidada cuando las corporaciones transnacionales y sus gestores de la mediana y gran industria "nacional" concuerdan subir los precios programadamente sobre la base de la ilegalidad del dólar paralelo como medida de presión política contra el Gobierno y el control cambiario: mecanismo que impide que absorban la totalidad de las reservas internacionales y el ingreso petrolero.
También queda invalidada la tesis de que las políticas económicas del Gobierno son erradas por "acabar con la producción nacional", cuando miles de toneladas de productos básicos de consumo masivo son desviadas a estructuras irregulares de comercialización o acaparadas para sabotear las cadenas tradicionales de distribución con fines políticos.
O como aquel mito de que el Gobierno no apoya la "iniciativa empresarial", cuando las corporaciones transnacionales y las empresas registradas en Fedecámaras gozan del servicio de agua y electricidad más barato del planeta para el sostenimiento de sus fábricas y operaciones comerciales, gozan del precio de la gasolina más barata del planeta para la movilización de sus mercancías, de grandes obras de infraestructura en todos los ámbitos, de créditos bancarios con tasas de interés realmente bajas y de un sistema marginal de divisas donde pueden acceder a dólares (que nunca han producido en 100 años).
Aún con esto, dicen que el Gobierno no los deja "progresar" y que por esa razón tienen que subir los precios para seguir sobreviviendo. ¿No es entonces el interés político de derrocar al Gobierno lo que los motiva a profundizar la inflación, asumiendo que es el supuesto resultado de "malas políticas económicas"? ¿Qué tiene que ver la ley de la oferta y la demanda en esa política de especulación sostenida?
La trampa y sus medios
Ahora se hace mucho más evidente la trama política transnacional que mueve los hilos de la guerra económica contra el país. A escasos minutos del nombramiento de Luis Salas como Ministro de Economía Productiva, la agencia Bloomberg Business publicó un reporte banalizando los argumentos de Salas y azuzando que esas ideas tendrán graves consecuencias inflacionarias en el país.Asdrúbal Oliveros, perro faldero de la gran banca internacional, fue entrevistado en ese reporte con el propósito de otorgarle "elementos técnicos" a la pulsión política transnacional de hacer chillar a la economía venezolana (con sus rutinarias alarmas de default) ante ese nombramiento que, obviamente, no los beneficia en sus afanes de saqueo ilimitado.
Bancos como Barclays y JP Morgan ya hablan de que las ideas políticas de Salas "reforzarán" la crisis económica y por ende la "transición" en el mediano plazo, demostrando una vez más el nivel de sincronía entre las maniobras golpistas de la nueva Asamblea Nacional, el bloqueo financiero en curso y la estrategia transnacional de forzar progresivamente el colapso planificado de la economía del país.
Así como en el caso de las abruptas pérdidas de la bolsa china en días pasados, esta estrategia transnacional ya tiene su debido relato mediático que habrá de cartelizar y darle legitimidad a la presión económica interna. La agencia Financial Times, quizás la más importante en el conglomerado de artilleros financieros, hace cuatro días nada más publicó un extenso reporte sobre cómo la reforma de ley del BCV, en la cual el nombramiento de sus directivos pasará por el Gobierno y no por la Asamblea Nacional, coloca a Venezuela de plano en un escenario hiperinflacionario.
No se crea el cuento de que José Guerra es un economista muy inteligente que elabora sus propios cálculos, él simplemente revisó el artículo del Financial Times, y en su condición de empleado parlamentario de grandes bancos y corporaciones transnacionales se dedicó a repetir lo que había leído. Todos los medios nacionales hicieron lo mismo: simplemente replicaron el reporte para proyectar ese escenario en prensa escrita y redes sociales.
Y no sólo representa un escenario transnacionalizado o una simple proyección de percepciones negativas sobre el Gobierno, cuando Fedecámaras, Consecomercio y la caterva de economistas sifrinos que les dibujan el panorama de la guerra económica y cómo deben moverse en este desorden comienzan a generar opinión, declaraciones a los medios y a presionar (aún más) la inflación y la destrucción de los sistemas de precios con la justificación eminentemente política de que el Gobierno (y ahora más con el nombramiento de Luis Salas) no quiere "rectificar". Entienda por rectificar que el Gobierno renuncie ya para entregarle el país al 1% más rico del planeta: los dueños del Financial Times y de José Guerra por la transacción, por cierto.
El argumento duro e histórico es la única vía que tenemos para sortear este peligroso torbellinoLos gestores de la guerra económica a lo interno ya tienen los referentes mediáticos, las justificaciones internacionales, las patentes de corso de sus dueños y el escenario operativo para afincarse con saña. Con el nombramiento de Luis Salas (un "radical" según los bancos internacionales) sólo se está terminando de afinar esa sincronía programada que ya venían anunciando las agencias financieras.
La que nos toca
Ahora mismo la desaparición de la guerra económica como activo discursivo del chavismo figura como un objetivo cardinal de Fedecámaras y los medios de comunicación privados. Seguirle endosando todas las responsabilidades del caos económico al Gobierno, también.Con la mayoría parlamentaria tratarán de lavarse la cara, de mostrarse como un gremio productivo que ha saboteado la economía del país porque el Gobierno no quiere "rectificar" y que ahora ese mismo Gobierno debe hacer lo que ellos digan. Sigan creyendo.
Comprender y hacer política y comunicación a partir del argumento político de fondo, de los puntos débiles del enemigo, de que los planes de guerra no se desarman de la noche a la mañana, de que lo que hoy ocurre es parte de una guerra política transnacional contra el país y no el resultado "natural" de políticas económicas "erróneas" del Gobierno, genera un dique argumentativo para desmontar sus parapetos discursivos y su ética del robo masivo.
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