Curiosamente
es el mismo periódico que no pierde oportunidad de descalificar a Fidel
Castro por su edad después que el 17 de enero de 2007 decretara en un
editorial sobre el líder cubano “Todos esperan que fallezca, aunque
políticamente ya ha fallecido”. Lo que sucede en la realidad, que está
fuera de las páginas de El País, es que cada vez que Fidel
escribe una línea, se reúne con un visitante o aparece en un lugar
pública, el “fallecido” no solo es noticia sino que desencadena análisis
e interpretaciones en entornos muy distantes del pequeño país donde
vive.
Fidel reúne
en sí las capacidades del genio, del visionario cuya cultura y
experiencia le permiten adelantarse a los acontecimientos, y es también
un referente político ineludible, no un “patriarca de la izquierda
radical” como afirmó a propósito de su texto más reciente uno de los “analistas” que la prensa dominante acostumbra
a citar al hablar de Cuba, para toda Latinoamérica y gran parte del
mundo. ¿A cuál izquierda radical pertenecen el Papa Francisco, el
presidente mexicano Enrique Peña Nieto o el Patriarca Kiril, contables
entre los muchos visitantes recibidos por Fidel?
A punto de
cumplir noventa años, plantear el “liderazgo carismático” como razón de
su permanencia presente y futura también está bastante fuera de lugar.
Fidel es un líder ético, con indiscutible carisma, pero su diferencia
con otros carismas estriba en que ha acompañado sus palabras con “hechos
y realizaciones concretas”, no ha mentido jamás y ha despertado cada
día pensando qué puede hacer por los demás.
En una
situación en que la ofensiva recolonizadora de Washington en América
Latina necesita presentar la rebeldía cubana como algo en vías de
domesticación, la voz de Fidel diciendo que “nadie se haga la ilusión
de que el pueblo de este noble y abnegado país renunciará a la gloria y
los derechos, y a la riqueza espiritual que ha ganado con el desarrollo
de la educación, la ciencia y la cultura” no solo no contradice la
postura del gobierno cubano en sus negociaciones con EEUU, como ha
tratado de presentar el sistema mediático al que pertenecen El País y los intelectuales a su servicio, sino que la fortalece.
Para un lector mínimamente atento o un analista honesto saltaría a la vista que existe una coherencia absoluta entre el editorial del diario Granma previo a la visita de Obama y el artículo “El hermano Obama”
publicado por Fidel con posterioridad al viaje del Presidente
norteamericano a Cuba. Pero más allá de la Isla caribeña, son
precisamente los avances en derechos, en acceso a la riqueza espiritual y
al desarrollo de la educación, la ciencia y la cultura, lo que está
tratando de hacer retroceder la ofensiva neoliberal en América Latina y
Europa. No son esos derechos patrimonio de la “izquierda radical” sino
del estado de bienestar que una vez defendió El País.
En sus recomendaciones para vivir mucho y bien la guía de la “Buena vida” de El País recomienda:
“Tenga
sueños: sea ambicioso, no se conforme con proyectos pequeñitos porque
estos no alimentan. Su deseo de llegar a algo grande es lo que realmente
le dará el combustible para vivir intensamente.”
¿Qué sueño
más grande que la línea con la que Fidel cierra su artículo sobre la
visita de Obama y que ha sido censurada por toda la prensa que se precia
de ser libre?: “la paz y la fraternidad de todos los seres humanos”.
Como diría Santiago Feliú en una canción en la que “se juntan todas las
palomas”:
“ahí está el enamorado,
con su luna entre los brazos,
pidiéndole a la esperanza
para todos, para todos.”
con su luna entre los brazos,
pidiéndole a la esperanza
para todos, para todos.”