En 2004, el economista norteamericano John Perkins
publicó un libro rápidamente convertido en best seller en los Estados
Unidos, titulado Confesiones de un gánster económico.
En el mismo, Perkins realiza un relato basado en su propia experiencia
como empleado de calificadoras de riesgo e instituciones financieras,
resaltando el papel que cumplen ciertos “expertos” en la gestación de
trampas y operaciones financieras encubiertas, y otras no tanto, que
tienen como fin subyugar gobiernos enemigos o hundir a otras en la
pobreza, haciéndolos rehenes de organismos multinacionales de “ayuda”
como el FMI y el Banco Mundial. En términos generales, por “ayuda” debe
entenderse la adquisición de deuda externa que los desangra y convierte
en rehenes de sus acreedores.
Para Perkins, esta estrategia funciona en la medida
en que tales calificadoras se hayan estrechamente vinculadas a
organismos de inteligencia, de manera que más allá de las razones
pecuniarias que animan su proceder “analítico”, deben buscarse otras
motivaciones de orden político e ideológico.
Las acusaciones de Perkisn fueron rápidamente
desmentidas, cuando no ridiculizadas, por involucrados del medio,
quienes las tacharon como parte de las típicas acusaciones
conspiranóicas izquierdistas sobre el accionar del imperio y la CIA. Sin
embargo, no solo pasa que todos los que se han dedicado a estudiar
sistemáticamente sus denuncias no han podido desmentirlas y más bien han
confirmado la vinculación establecida entre ciertos hechos y actores
que señala, sino que además en cualquier caso lo dicho por él no se
aleja mucho de lo que abiertamente han expuesto funcionarios del
gobierno norteamericano. Este es el caso, por ejemplo de Juan Carlos Zárate,
exsecretario adjunto del Departamento del Tesoro y viceconsejero de
Seguridad Nacional del gobierno de Bush Jr., quien en su libro Las guerras del Tesoro: el inicio de una nueva era de guerra financiera,
define por tal “(…) una nueva especie de guerra, como una insurgencia
financiera sigilosa, que tiene la intención de constreñir el flujo
financiero vital de nuestros enemigos, sin precedentes por su alcance y
efectividad. El nuevo juego geoeconómico pudiera ser más eficiente y
sutil que las competencias geopolíticas del pasado, aunque no es menos
despiadado y destructivo”.
Es difícil saber si Ricardo Hausmann, es un sicario
económico del tipo descrito por Perkins. Y esto lo digo porque suele
pasar que se acusa a muchos de ser agentes de la CIA dadas las acciones
que emprenden contra los intereses de sus países, cuando en realidad no
son más que pitiyanquis convencidos. Como quiera que sea, bien por
interés mercantil puro y simple o bien por motivaciones políticas, lo
cierto es que todo su accionar calza perfectamente dentro del patrón del
sicario económico. Y no de ahorita, sino de hace ya unas cuantas
décadas.
Hausmann, al igual que otros personajes del mismo
talente, como Moisés Naim y Francisco Rodríguez, fue un protagonista del
mundo financiero con un largo prontuario durante los años de mayor
decadencia y crisis de la Cuarta República. Fue funcionario del gobierno
de Herrara Campins cuando el Viernes Negro de 1983 como “Jefe de
Planificación a corto plazo” del Ministerio de Planificación. Luego
estuvo en la COPRE con Lusinchi en tiempos de RECADI y “el mejor
refinanciamiento del mundo”, según palabras del entonces presidente
adeco, quien se refería a las negociaciones de la deuda gracias a lo
cual el país terminó asumiendo como pública más de 30 mil millones de
dólares que el sector privado debía en el exterior (luego saldría el
mismo presidente diciendo “la banca nos engaño”).
Más tarde, como hombre de confianza del FMI en
Venezuela (era su gerente de desarrollo regional), Hausmann fue nombrado
ministro de Planificación con CAP II, formando dupla con Miguel
“paquetico” Rodríguez, quien pasó a sustituir a uno de los pillos más
grandes que ha dado Venezuela: Pedro Tinoco hijo, en la presidencia del
BCV. No tiene sentido volver acá a dar cuenta de los resultados que para
el país tuvo la pasantía del Hausmann junto a sus secuaces por los
gobiernos cuartorrepublicanos. Solo unos pocos como la familia Mendoza
lo recuerdan con gratitud, pues gracias a sus dotes de planificador y
actuando en combo junto a su secuaz Gustavo Roossen, pudo la Polar
consolidar su monopolio local.
Luego de los servicios prestados a la ruina del país y
la consolidación de los monopolios especulativos, Hausmann siguió el
mismo camino de otros como él y pasó a retiro de la vida pública,
refugiándose en la academia norteamericana y haciendo estancias por
organismos internacionales. Pero en 2004 abandonó el retiro con una
aparición fugaz pero célebre, cuando por intermedio de SUMATE (la
entonces ONG de María Corina Machado) hizo el ridículo al afirmar frente
a las pantallas de todo el país la imposibilidad del triunfo del
presidente Chávez en el revocatorio de ese año, enarbolando una estrafalaria teoría del Cisne Negro cuyas pruebas –como las de Ramos Allup– todavía estamos esperando.
En la actualidad, Hausmann se dedica a hacer dinero
como agente de los carteles especulativos mundiales, siendo que además
es representante –como Francisco Rodríguez– de tenedores de bonos de la
República que hacen fortuna con la manipulación del riesgo país. En
2015, en vísperas del pago de unos vencimientos de la deuda venezolana,
dio unas declaraciones decretando el default de la misma, siendo que poco menos de un mes después fue hecha pública una grabación donde se le escuchaba junto a Lorenzo Mendoza hablando de la guerra económica contra Venezuela y su trabajo a fines de endeudar al país con el FMI.
Hausmann se casó con otra economista: Ana Julia
Jatar, de quien lo único relevante que podemos decir a efectos de esta
historia, es que es hermana de Braulio Jatar, abogado actualmente preso entre otros delitos por lavado de dinero y asociación para delinquir. Jatar solía escribir como “chavista” en el portal web Aporrea.