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Por la cama de un revolucionario pueden pasar un sin número de mujeres. Se recorren el país y más de una mujer puede sentirse atraída por una rebelde melena, mirada fija, barba densa y discurso claro y concreto. En pocas palabras, un ‘chico malo’, fantasía de tantas.
Esta historia en particular parece el guión de alguna película de acción sacada de las entrañas de Hollywood. Es la historia de amor, adrenalina, aventura y decepción de Marita Lorenz, una espía de la CIA que tenía por misión asesinar a Fidel Castro, pero en lugar de hacerlo terminó enamorada de él.
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Marita Lorenz nació en la Alemania nazi en 1939. Hija de un capitán alemán y una agente estadounidense. Después de caída del régimen, toda la familia se trasladó a Nueva York, ciudad en la que se desempeñaron como agentes de la CIA.
Marita tenía 19 años cuando conoció al líder cubano, debido a un viaje que realizó su padre a La Habana (Cuba) en un lujoso barco. Fidel quiso visitar aquella embarcación y conoció a la hermosa alemana que le fue presentada por el mismo señor Lorenz.
Como ella ha dicho en varias entrevistas, quedó totalmente prendada de “la atracción seductora de Castro”, pero él no se quedó atrás, aprovechó sus facultades de casanova para pedirle a la joven su número de teléfono en Nueva York. Un par de meses después Marita recibe la llamada de Fidel, él le pide que regrese a La Habana y ella con toda la jovialidad de su edad decide aceptar la invitación.
Una vez allí, Marita se enamoró de la cordialidad de Fidel y del romanticismo de su trato. Quiso quedarse en La Habana y le informó a su madre a través de una carta.
Se convirtió en la secretaria y en la amante del líder cubano. Un par de meses después quedó embarazada pero a pocos meses de dar a luz fue secuestrada por presuntos agentes de la CIA; la drogaron y posteriormente le hicieron creer que había tenido un aborto. Años después Marita se enteró que su hijo había sobrevivido pero nunca pudo identificarlo.
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Con el dolor en su alma partió lejos de Cuba. Ser amante de un revolucionario no fue cosa fácil y menos cuando Fidel no le importó en lo más mínimo la pérdida del bebé.
Marita Fue reculatada por  por el agente de la CIA Frank Sturgis, a quien Castro consideraba como el más peligroso de la organización. Fue entrenada para asesinar al revolucionario cubano y enviada a la isla con varias cápsulas de veneno, pero Fidel notó que algo raro sucedía.
Lorenz cuenta en sus entrevistas que un día Castro le preguntó “¿has venido a matarme?” y ella confesó que “sí”. Fidel le dijo “haz lo que viniste a hacer, mátame”, Marita le hizo otra confesión: no podía hacerlo.
Su examante, y a quien ella sigue considerando el amor de su vida, la dejó regresar nuevamente a Estados Unidos y desde entonces no volvieron a verse aunque ella dice que aún lo extraña.