Cervantes

Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté.

MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha.

15 de mayo de 2017

LA CULTURA Y EL PELIGRO FASCISTA – LEONARDO RUIZ TIRADO

La experiencia cultural y las políticas que en este orden se ha planteado la Revolución Bolivariana desde sus inicios, y concretamente desde hace unos 10 años con el nacimiento de la Misión Cultura y con el florecer (hoy un tanto mermado por efectos económicos de la guerra de cuarta generación) más la democratización-masificación del libro y la lectura (millones de libros: clásicos, filosofía, literatura, dramaturgia, economía política, revistas, canaimitas, infocentros…), si bien han acompañado parcialmente al proceso de reconstrucción nacional y sus logros sociales (ejemplo: las grandes misiones y demás acciones inclusivas y de empoderamiento popular), distan aún de ser suficientemente envolventes, como deben llegar a serlo en las nuevas propuestas ya en discusión del proceso constituyente en marcha.
La experiencia cultural liberadora ha llevado una delantera a otras grandes concreciones invisibilizadas por la oposición a la revolución (Barrio Adentro, Misión Vivienda, escala móvil salarial…), quizás porque las dimensiones psicológica e ideológica de la guerra han ameritado y catapultado, de modo especial, maravillosos despliegues creativos del pueblo y del escritor/artista/creador colectivo. Esto, por supuesto, no es parejo con una institucionalidad cultural nueva que acompañe eficazmente este proceso, dicho sea sin demeritar la importancia de la creación del MPPC y otros entes culturales de la Revolución (pese al burocratismo) , ni las valiosas abundantes creaciones de agrupaciones musicales populares contemporáneas y/o tradicionalistas.
Pero por ejemplo el surgimiento de colectivos y redes culturales, no pocas veces ha adolecido de un acompañamiento eficaz de la institucionalidad, circunstancia que en algunos casos se agradece pese a que no obedece a lectura y análisis los más apropiados por parte de los enlaces institucionales mismos, en general rezagados.
Además, tampoco se trata, ni mucho menos, de que el Estado paternalice o colonice en su toalidad esos procesos, esas experiencias.
Lo cierto es que por ejemplo la Red de Escritores, que nació hace unos 10 años con impulso del MPPC, pero con una composición ideológicamente variopinta heredada de las viejas Asociaciones clientelares, luego quiso radicalizarse, autonombrarse, vía mandato de asambleas regionales, socialista y paritaria en materia de género (escritores y escritoras) y ello llevó eal repliegue de unos cuantos (sobre todo de ciertos autores y autoras importantes que no viene al caso mencionar); inmediatamente después, el MPPC retiró su acompañamiento y esa red se dispersó o dio lugar a otras organizaciones de menor calado y cobertura territorial. Otro tanto pasó con la Red de Teatro, que prácticamente no existe ya. La de Escritoras y Escritores Socialistas, ha sobrevivido en sus bases regionales, más como “gremio” o adorno que como colectivo creativo y pensante.
Una de las carencias básicas del proceso cultural la hallamos en la no-construcción de un relato protagónico eficaz, en lo simbólico y artístico, por parte del pueblo organizado en Consejos Comunales, Comunas y demás colectivos empoderados, no sólo culturales o artísticos, sino agrícolas, sindicales, comunitarios, de pobladores, etc.. Ha habido experiencias y antecedentes, sí. Uno de ellos, por cierto, ideado expresamente por el Comandante Chávez:
La Misión Cultura académica (que formó en pocos años unos 30.000 especialistas en Desarrollo Cultural) y la Misión Cultura Corazón Adentro (que es la del despliegue en barrios y comunidades urbanas y rurales y trabajo en conjunto con el Ministerio del Poder Popular para la Cultura), ambas Misiones con valiosa asesoría de los hermanos cubanos, ampliaron la consciencia de la necesidad del auto-reconocimiento de cultores y comunidades organizadas, muchos de los cuales tuvieron que partir de sus autobiografías o de historias de vida vinculadas justamente a su inserción y su valoración comunitaria para desplegar su accionar en casi todas las parroquias y comunidades del territorio nacional. Hoy, esa experiencia es, junto a otras, bandera en la búsqueda de constitucionalización, con la inciativa presidencial de la Constituyente. Como son realmente fortaleza de consciencia social y de organización y sistematización de necesidades y de avances, son ese tipo de experiencias-revolucionarias- o islotes socialistas que tienen que ser necesariamente constitucionalizados, instituidos. Tanto como Barrio Adentro, la Gran Misión Vivienda Venezuela o la Misión Sucre, por dar tres ejemplos relacionadas con lo cultural transverso.
El que la comunidad reconozca y relate, sistematice científicamente y mantenga a capa y espada su identificación con sus cultores y demás dirigentes relacionados con los saberes, la espiritualidad, la venezolanidad, la identidad nacional y el sentido de pertenencia, eso es experiencia enriquecedora, claro. Pero a ello le hizo y le hace falta aún mayores seguimiento, continuidad, profundización y autonomía en cuanto a sostenibilidad, autogobierno, libertad creadora, ampliación de horizontes temáticos y procedimentales que ya la vieja institucionalidad sólo puede acompañar por un cierto período, pero no determinar. De este modo, además, pensamos, se estaría comenzando a desmontar lo viejo, las desvencijadas estructuras burocráticas que, aunque nacidas en el período chavista, heredaron y reprodujeron hábitos adecopeyanos en sus quehaceres ministeriales.
Después de casi dos décadas de Revolución Bolivariana, se necesita, como lo ha venido planteando el poeta y cronita Antonio Trujillo, que los Consejos Comunales y las Comunas forjen, con criterios y valores descolonizados, a sus cronistas naturales para que ellos plasmen la narrativa de la aventura colectiva de una República que, hoy, mayoritariamente quiere transitar el socialismo en medio de enormes y cruentas resistencias ideológicas y transculturadas y demás prácticas y hábitos implantados por la derecha apátrida con ayuda de los instrumentos de dominación y manipulación del imperio. Ese es un flanco de la guerra que debemos fortalecer si queremos que los valores y la diversidad de una revolución cultural auténtica siembren el sendero sin retorno al antiguo régimen.
Claro que no es solamente literatura, crónicas, obras poéticas individuales, ensayos y novelas, música, artesanía o teatro, festivales, ferias y conciertos lo que ha de nutrir este proceso, este salto.
Lo cultural atraviesa el todo, lo sabemos. Desde la consciencia compleja de superar el rentismo petrolero e iniciar una construcción colectiva de otra naturaleza, más social y participativa, sabedora de sus oriundeces, sus diversidades y sus potencialidades, hasta la captación y desbloqueo de una mentalidad –sobre todo joven– que ha llegado a mimetizarse con el fascismo importado e inoculado en segmentos muy maleables de la población (ahora están colonizando hasta niñas y niños en la simbología y las prácticas fascistas) que jamás han sido rozados por una Revolución que, desafortunadamente, no ha sabido comunicarse, arraigarse y decirse a sí misma de qué va el asunto en el fondo y en la orilla.
A nuestro modo de ver, es la hora (política, urgente, constituyente) de combinar lo artístico y creativo, lo intelectual, el pensamiento socialista, “lo afirmativo venezolano”, el nacionalismo diverso constitutivo de la venezolanidad y de Nuestra América, con todos los procesos políticos y organizativos de base de una sociedad que se encuentra altamente sensibilizada, pero peligrosamente frágil frente a las influencias de una ola fascista que busca apoderarse de la cotidianidad y, asesinándonos, aplastándonos, ser gobierno.

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