La
experiencia cultural y las políticas que en este orden se ha planteado
la Revolución Bolivariana desde sus inicios, y concretamente desde hace
unos 10 años con el nacimiento de la Misión Cultura y con el florecer
(hoy un tanto mermado por efectos económicos de la guerra de cuarta
generación) más la democratización-masificación del libro y la lectura
(millones de libros: clásicos, filosofía, literatura, dramaturgia,
economía política, revistas, canaimitas, infocentros…), si bien han
acompañado parcialmente al proceso de reconstrucción nacional y sus
logros sociales (ejemplo: las grandes misiones y demás acciones
inclusivas y de empoderamiento popular), distan aún de ser
suficientemente envolventes, como deben llegar a serlo en las nuevas
propuestas ya en discusión del proceso constituyente en marcha.
La
experiencia cultural liberadora ha llevado una delantera a otras grandes
concreciones invisibilizadas por la oposición a la revolución (Barrio
Adentro, Misión Vivienda, escala móvil salarial…), quizás porque las
dimensiones psicológica e ideológica de la guerra han ameritado y
catapultado, de modo especial, maravillosos despliegues creativos del
pueblo y del escritor/artista/creador colectivo. Esto, por supuesto, no
es parejo con una institucionalidad cultural nueva que acompañe
eficazmente este proceso, dicho sea sin demeritar la importancia de la
creación del MPPC y otros entes culturales de la Revolución (pese al
burocratismo) , ni las valiosas abundantes creaciones de agrupaciones
musicales populares contemporáneas y/o tradicionalistas.
Pero por
ejemplo el surgimiento de colectivos y redes culturales, no pocas veces
ha adolecido de un acompañamiento eficaz de la institucionalidad,
circunstancia que en algunos casos se agradece pese a que no obedece a
lectura y análisis los más apropiados por parte de los enlaces
institucionales mismos, en general rezagados.
Además,
tampoco se trata, ni mucho menos, de que el Estado paternalice o
colonice en su toalidad esos procesos, esas experiencias.
Lo cierto es
que por ejemplo la Red de Escritores, que nació hace unos 10 años con
impulso del MPPC, pero con una composición ideológicamente variopinta
heredada de las viejas Asociaciones clientelares, luego quiso
radicalizarse, autonombrarse, vía mandato de asambleas regionales,
socialista y paritaria en materia de género (escritores y escritoras) y
ello llevó eal repliegue de unos cuantos (sobre todo de ciertos autores y
autoras importantes que no viene al caso mencionar); inmediatamente
después, el MPPC retiró su acompañamiento y esa red se dispersó o dio
lugar a otras organizaciones de menor calado y cobertura territorial.
Otro tanto pasó con la Red de Teatro, que prácticamente no existe ya. La
de Escritoras y Escritores Socialistas, ha sobrevivido en sus bases
regionales, más como “gremio” o adorno que como colectivo creativo y
pensante.
Una de las
carencias básicas del proceso cultural la hallamos en la no-construcción
de un relato protagónico eficaz, en lo simbólico y artístico, por parte
del pueblo organizado en Consejos Comunales, Comunas y demás colectivos
empoderados, no sólo culturales o artísticos, sino agrícolas,
sindicales, comunitarios, de pobladores, etc.. Ha habido experiencias y
antecedentes, sí. Uno de ellos, por cierto, ideado expresamente por el
Comandante Chávez:
La Misión
Cultura académica (que formó en pocos años unos 30.000 especialistas en
Desarrollo Cultural) y la Misión Cultura Corazón Adentro (que es la del
despliegue en barrios y comunidades urbanas y rurales y trabajo en
conjunto con el Ministerio del Poder Popular para la Cultura), ambas
Misiones con valiosa asesoría de los hermanos cubanos, ampliaron la
consciencia de la necesidad del auto-reconocimiento de cultores y
comunidades organizadas, muchos de los cuales tuvieron que partir de sus
autobiografías o de historias de vida vinculadas justamente a su
inserción y su valoración comunitaria para desplegar su accionar en casi
todas las parroquias y comunidades del territorio nacional. Hoy, esa
experiencia es, junto a otras, bandera en la búsqueda de
constitucionalización, con la inciativa presidencial de la
Constituyente. Como son realmente fortaleza de consciencia social y de
organización y sistematización de necesidades y de avances, son ese tipo
de experiencias-revolucionarias- o islotes socialistas que tienen que
ser necesariamente constitucionalizados, instituidos. Tanto como Barrio
Adentro, la Gran Misión Vivienda Venezuela o la Misión Sucre, por dar
tres ejemplos relacionadas con lo cultural transverso.
El que la
comunidad reconozca y relate, sistematice científicamente y mantenga a
capa y espada su identificación con sus cultores y demás dirigentes
relacionados con los saberes, la espiritualidad, la venezolanidad, la
identidad nacional y el sentido de pertenencia, eso es experiencia
enriquecedora, claro. Pero a ello le hizo y le hace falta aún mayores
seguimiento, continuidad, profundización y autonomía en cuanto a
sostenibilidad, autogobierno, libertad creadora, ampliación de
horizontes temáticos y procedimentales que ya la vieja institucionalidad
sólo puede acompañar por un cierto período, pero no determinar. De este
modo, además, pensamos, se estaría comenzando a desmontar lo viejo, las
desvencijadas estructuras burocráticas que, aunque nacidas en el
período chavista, heredaron y reprodujeron hábitos adecopeyanos en sus
quehaceres ministeriales.
Después de
casi dos décadas de Revolución Bolivariana, se necesita, como lo ha
venido planteando el poeta y cronita Antonio Trujillo, que los Consejos
Comunales y las Comunas forjen, con criterios y valores descolonizados, a
sus cronistas naturales para que ellos plasmen la narrativa de la
aventura colectiva de una República que, hoy, mayoritariamente quiere
transitar el socialismo en medio de enormes y cruentas resistencias
ideológicas y transculturadas y demás prácticas y hábitos implantados
por la derecha apátrida con ayuda de los instrumentos de dominación y
manipulación del imperio. Ese es un flanco de la guerra que debemos
fortalecer si queremos que los valores y la diversidad de una revolución
cultural auténtica siembren el sendero sin retorno al antiguo régimen.
Claro que no
es solamente literatura, crónicas, obras poéticas individuales, ensayos
y novelas, música, artesanía o teatro, festivales, ferias y conciertos
lo que ha de nutrir este proceso, este salto.
Lo cultural
atraviesa el todo, lo sabemos. Desde la consciencia compleja de superar
el rentismo petrolero e iniciar una construcción colectiva de otra
naturaleza, más social y participativa, sabedora de sus oriundeces, sus
diversidades y sus potencialidades, hasta la captación y desbloqueo de
una mentalidad –sobre todo joven– que ha llegado a mimetizarse con el
fascismo importado e inoculado en segmentos muy maleables de la
población (ahora están colonizando hasta niñas y niños en la simbología y
las prácticas fascistas) que jamás han sido rozados por una Revolución
que, desafortunadamente, no ha sabido comunicarse, arraigarse y decirse a
sí misma de qué va el asunto en el fondo y en la orilla.
A nuestro
modo de ver, es la hora (política, urgente, constituyente) de combinar
lo artístico y creativo, lo intelectual, el pensamiento socialista, “lo
afirmativo venezolano”, el nacionalismo diverso constitutivo de la
venezolanidad y de Nuestra América, con todos los procesos políticos y
organizativos de base de una sociedad que se encuentra altamente
sensibilizada, pero peligrosamente frágil frente a las influencias de
una ola fascista que busca apoderarse de la cotidianidad y,
asesinándonos, aplastándonos, ser gobierno.