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Por Maya Monasterios Vitols
Existe una Venezuela que ha sido invisibilizada por aquellos que manejan lo que el mundo debe pensar. Una Venezuela con una oposición contradictoria y llena de fragilidades, con un discurso político confuso y cambiante y que arma con morteros a niños y los usa como una seudo-ejército privado.
El centimetraje en prensa, el tiempo en pantalla y los caracteres en Internet hablan de crisis humanitaria y la tesis de un Estado inexistente y forajido, que oprime a su pueblo en una cruenta “dictadura”.
La oposición se jacta de una lucha sin descanso, una lucha por la “libertad” del país, pero ayer (20 de junio), por ejemplo, no realizaron su marcha nocturna hasta la sede de la OEA porque la tormenta tropical Bret causó aguaceros durante horas y anegó las principales vías de Caracas (¡cuánta desesperación¡)
Ayer mismo, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD, una especie de conglomerado político de partidos de oposición, cuya alianza pende de un hilo por las fracturas internas), anunciaba de boca del presidente de la Asamblea Nacional (en desacato desde hace más de un año), el abogado Julio Borges, que desde esa fecha quedaba establecido una especie de “desconocimiento” masivo del Estado y el Gobierno legítimamente electo para administrarlo y se ponía en marcha una nueva fase para derrocarlo y montar uno nuevo, como si de cambiarse un pantalón se tratara.
Lo que esta oposición venezolana, los medios y el lobby artístico que lo apoya no explican ni explicarán, es que ese Parlamento que llama a desconocer las decisiones del Gobierno de Nicolás Maduro, es sólo una de las ramas de ese Poder Público que invita a desconocer.
Entonces, que alguien me explique si esto significa: ¿están desconociéndose a sí mismos? ¿rechazan la autoridad de una de las ramas del Poder y el Gobierno al cual pertenecen? ¿o es que son un supra-Poder? ¿no reconocen entonces el principio de cooperación entre Poderes que establece la misma Constitución?
Mientras este tipo de contradicciones suceden, en el extranjero Venezuela y los venezolanos somos poco más que mendigos, rogando lo que para muchos países ha sido una desgracia: la intervención del Gran Hermano, del Sauron del Señor de los Anillos, del Darh Vader de la Guerra de las Galaxias o, como lo llamamos en el mundo real: del ejército de los Estados Unidos de América.
Poco a poco se comienzan a ver las costuras, bueno, claro, para quienes quieran verlo.