por La pupila insomne |
El
30 de julio es duelo nacional en Cuba. En esa fecha, cada año, las
calles de Santiago de Cuba se llenan en una peregrinación espontánea en
la que caen desde los balcones pétalos de rosas y el público camina en
silencio hacia el cementerio. Se recuerda así la reacción popular con
que la ciudad, casi en pleno, respondió en 1957 al asesinato de los
jóvenes Frank País y Raúl Pujol por la policía de Fulgencio Batista,
pero también a todos los muchos que como ellos fueron víctimas de
acciones similares.
Al hijo de uno de los asesinos de Frank y Josué escogió el Presidente estadounidense Donald Trump para el sorytelling del
dicurso que realizó en Miami este 17 de junio. Un violín desafinó en
manos del vástago las notas del himno nacional estadounidense, y -en un
teatro que lleva el nombre de uno de los invasores que a órdenes de la
CIA sufrió la aun muy recordada derrota en Playa Girón- un político
entre cuyos adjetivos más socorridos está la palabra "perdedores"
prometió lo mismo que ya el mundo entero -y hasta su antecesor en el
cargo- reconocen está condenado al fracaso.
El
público -en su mayoría ancianos miamenses que hace décadas no ponen un
pie en Cuba- gritaba "USA, USA", mientras el Presidente anunciaba que
los ciudadanos del país de las libertades seguirán teniendo prohibido
hacer turismo en Cuba y si aun así viajan a la Isla deberán hacerlo en
grupo y con una bitácora detallada y auditable, de modo que el Gran
Hermano pueda controlar adecuadamente si cumplen con la misión que su
gobierno les encarga: derrocar al "régimen" que se ha ocupado de que
jamás vuelvan a ocurrir en la Isla crímenes como los del 30 de diciembre
de 1957.
El
mismo Presidente que hace menos de un mes firmó un contrato por cien
mil millones dólares en venta de armas a la monarquía de Arabia Saudita,
firmaba otro ante personas que practicaron el terrorismo, ¿el
objetivo?: evitar que llegue un solo centavo estadounidense a las
Fuerzas Armadas de la República de Cuba. Insólitamente, para ello ha
prometido que impedirá un comercio e inversiones que hoy no existen.
Con
el debe más abultado que el haber en sus promesas de campaña, y
amenazado por una investigación congresional a partir de sus presiones
sobre el ex director del FBI, James Comey, el Señor Trump parece ha
encontrado entre la ultraderecha cubanoamericana de Miami la manera de
aparentar que cumple su palabra y es aplaudido. Pero la retórica no
puede encubrir una realidad: 73% de los estadounidenses y 80% de los
cubanoamericanos apoyan el fin del bloqueo a Cuba, y sus anuncios de
este viernes no harán sino aumentar ese rechazo. Vivir para ver, ya en
la víspera, Trump logró poner de acuerdo a los analistas del Nuevo Herald de Miami con los de The New York Times.
Del
lado Sur del estrecho de la Florida no ha habido que esperar mucho. Los
primeros resultados del show de Trump en Miami ya están a la vista en
Cuba: Se habla más de política y en las redes sociales muchos jóvenes
que no suelen aludir a esos temas manifiestan su indignación con el
discurso miamense del Presidente norteamericano. Desde los tiempos del
secuestro del niño Elián González los cubanos no habían recibido una
imagen tan clara del Jurassic Park que mandaría en Cuba si no hubiera
Revolución