Hace
doscientos años, el 5 de mayo de 1818, nació en Tréveris, Alemania
Carlos Marx quien desde mediados del siglo XIX, junto con su amigo y
colaborador Federico Engels, generó una tradición de pensamiento
filosófico capaz de correlacionar teoría y práctica, interpretación y
transformación de la sociedad. Más allá de sus importantes aportes en el
campo del conocimiento, con impactos en el posterior devenir de la
ciencia y de las ciencias sociales en particular, debe recordarse que
Marx no fue solo un teórico de extraordinario calibre, sino un activo
revolucionario involucrado en disímiles formas de lucha a favor de los
trabajadores y en la organización de la clase obrera desde una
perspectiva internacionalista. Con ese enfoque desarrolló una profunda
teoría anticapitalista no superada aún y una prospectiva del cambio
social a favor de la sociedad comunista con capacidades para movilizar a
obreros y trabajadores, a otros sectores de la sociedad y a
intelectuales.
A
pesar de esos valores y otros que no hemos reflejado, teniendo en
cuenta el tiempo transcurrido, pudiera preguntarse: ¿Tiene sentido y
perspectiva la obra de Marx en el siglo XXI a pesar de ser una
concepción que surgió en las condiciones del siglo XIX?
La
respuesta es positiva con dos acotaciones: 1) ni en la obra de Marx, ni
en la tradición de pensamiento que él generó encontraremos todas las
respuestas para enfrentar el análisis del complejo panorama de
principios del siglo XXI; 2) En su concepción del mundo y la sociedad
sí encontraremos muchas respuestas, por lo que no es posible realizar
ese análisis eludiendo a Marx. Tampoco pueden ignorarse su método de
interpretación de la realidad - que se nutre de los datos que la
historia brinda-, y las claves que aporta para la transformación
revolucionaria a favor de una sociedad más justa y equitativa.
Entre
las razones que ratifican la vigencia del marxismo en las condiciones
contemporáneas, de momento mencionemos dos: la reproducción ampliada de
las lógicas del capital que han sido determinantes en la dominación
imperial hasta nuestros días, confirmando tesis planteadas por Marx, y
la validez del paradigma marxista a favor de un nuevo tipo de sociedad
que barra con los vicios y contradicciones que el capitalismo ha
generado.
Una mirada al capitalismo hoy
En
los años 90 del pasado siglo, como consecuencia del derrumbe del
socialismo de Europa del Este y la URSS, en muchos lugares
apresuradamente se dictó sentencia de "muerte del ideal socialista" y el
triunfo definitivo del capitalismo, mientras que el debate sobre el
marxismo se centró fundamentalmente en la llamada crisis de esa
concepción, ignorando las complejidades y desviaciones que condujeron al
retorno al capitalismo en aquellos países. Con más racionalidad y
serenidad hoy sabemos que la
precaria realidad en que viven más de dos terceras partes de la
humanidad aporta muchísimas razones para continuar inspirándonos en la
obra de Marx y para refutar los cuestionamientos de su vigencia y las
dañinas versiones esquemáticas de que fue objeto o que se desarrollaron
en su nombre.
El
contexto socioeconómico actual muestra por sí mismo la vigencia del
marxismo cuando el capitalismo real mantiene la lógica de desarrollo
analizada por Marx y Engels que incluye el expansionismo de los
intereses de la burguesía denunciado en el Manifiesto Comunista (1848).
En ese texto se denuncian las razones por las cuales la
burguesía...“obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a
adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la
llamada civilización, es decir a hacerse burguesas. En una palabra se
forja un mundo a su imagen y semejanza”.
Como
nunca antes el capitalismo se ha mundializado con los negativos efectos
que provoca el predominio del mercado y el crecimiento de la exclusión
social que perjudica a seres humanos y a países considerados de segunda
categoría impedidos de alcanzar altos niveles de desarrollo. Sin acudir
a estadísticas, a simple vista se observa la creciente degradación que
sufre el capitalismo que cada vez más apela a la violencia para mantener
sus intereses transnacionales, lo que se ha acrecentado desde la
segunda mitad del siglo XX.
Nuestra
mirada al capitalismo contemporáneo tiene en cuenta dos vertientes. La
primera se refiere al mantenimiento de las lógicas del capital
analizadas por Marx, lo que también nos lleva a revisitar
importantísimas tesis de Lenin sobre la conversión del capitalismo en
imperialismo. La segunda se relaciona con el despliegue de mecanismos de
dominación con un mantenido y creciente uso de la violencia, sin
olvidar que el capitalismo ha atentado simultáneamente contra los dos
pilares de la vida en este planeta: la naturaleza y el ser humano, lo
que ha sido visible desde los procesos de colonización cuando se
destruyeron territorios, recursos naturales y pueblos originarios.
Hay
innumerables evidencias que muestran que el desarrollo del capitalismo a
lo largo del siglo XX no ha logrado erradicar la pobreza extrema, ni
las desigualdades sociales. Tampoco ha logrado racionalidad en el uso de
los recursos naturales y energéticos, graves problemas que no pueden
desvincularse del sistema en el que se han desarrollado. El panorama
actual muestra cómo el capitalismo, en su forma neoliberal, fragmenta
cada vez más a las sociedades, ahonda las brechas socioeconómicas entre
seres humanos y entre países; reproduce las lógicas violentas de la
dominación, incluyendo un perverso uso de la ciencia y la tecnología
contribuyendo a una situación internacional muy compleja en la que no
han faltado el terrorismo de Estado, la ideología del fascismo, y la
reafirmación del individualismo más exacerbado, a la vez que los grandes
centros del capital son los alimentadores fundamentales del tráfico de
drogas internacional.
Teniendo
en cuenta ese escenario, las razones de la vigencia de la obra de Marx
están, en primer lugar, en la propia existencia del capitalismo cuando,
independientemente de nuevas fórmulas técnico-organizativas y de
dirección y otros cambios dentro del propio sistema, sus
contradicciones, lejos de solucionarse, se han acentuado. Sus relaciones
mercantiles hoy incluyen el trasiego de órganos vitales del ser humano
y recursos naturales, así como los logros de la ciencia y la técnica,
los avances de las comunicaciones y de las técnicas de información.
Pero
también hay que reconocer que el capitalismo tiene otras formas de
actuar. Junto con la violencia y la barbarie, tiene la capacidad de
presentarse con un rostro atractivo que transita a través de la cultura
de la imagen y la palabra que le acompaña durante siglos, de forma tal
que todo lo que es funcional logra imponerse, de una u otra forma, como
práctica cultural que llega a penetrar a millones de seres humanos en
todo el planeta. Con gran habilidad se ha promocionado una cara bonita
de ese sistema con símbolos en la cultura del entretenimiento, en los
medios masivos de comunicación, en la moda y en la difusión de una
ideología a favor del modo de vida capitalista que, para millones de
seres humanos en todo el planeta, no deja de ser más que un ideal
irrealizable.
No
hay que esforzarse mucho para mostrar que la cultura de mercado que
tiene su centro en EEUU como negocio e instrumento de dominación y de
exclusión social, ha generado espacios de silencio en la sociedad y
formas de sumisión sostenidos por el miedo, que lamentablemente puede
funcionar como un elixir paralizante: miedo a la represión, a las
guerras, al desempleo, a enfrentar las consecuencias del endeudamiento, o
a enfrentar los desplazamientos identitarios que el sistema ha generado
en forma de las llamadas tribus urbanas, mafias, pandillas juveniles o a
través del crecimiento de la violencia hacia mujeres y niños. Pero lo
más atroz de esa anticultura, es que trata de opacar la violencia
económica y bélica inherente a la naturaleza del capitalismo, lo que de
hecho trae aparejado discriminación y violencia contra los pobres y los
sectores considerados marginales, que pasan a ser los grandes culpables a
castigar, ocultándose la verdadera causa que los hacen marginales: la
desigualdad e inequidad social. Es como un círculo vicioso del que nunca
habrá salida si no se escarba en sus causales.
Lo
cierto es que la dominación capitalista cada vez más trata de
realizarse también desde lo cultural para opacar el lado de la violencia
y la barbarie, por lo que también debe enfrentarse desde lo cultural, a
pesar de que eso entraña muchos desafíos e interrogantes. En esa
dirección arribamos a una perspectiva que suma a favor de la vigencia
del legado de Marx: la contraposición de dos polos opuestos, la cultura
de la desesperanza, la violencia y la guerra y la cultura de la
esperanza, de dignificación humana, de justicia, solidaridad,
internacionalismo, resistencia y autoestima de los pueblos.
La
primera trata de doblegar la ira y la esperanza popular para lograr un
mundo más justo; apuesta al desmontaje de los paradigmas y de los
símbolos asociados a cambios emancipatorios, profundiza en las
debilidades y no en los logros de los países que han decidido realizar
procesos antiimperialistas o socialistas. El segundo polo cultural a
favor de la dignificación humana, es en el que se inserta el legado de
Marx, con la peculiaridad de ser capaz de articularse con las más
avanzadas corrientes de pensamiento y de tradiciones nacionales
progresistas. También porque no entra en contradicción con valores
fundamentales de esas tradiciones y porque expresa lo intercultural
frente a las lógicas de la colonialidad propias del capital.
La necesaria relectura del pensamiento de Marx sobre la nueva sociedad
Este
es un plano del análisis imposible de soslayar, mucho menos desde Cuba
donde desde hace cerca de 60 años se despliega un proceso de transición
socialista en condiciones muy adversas, entre otras razones por la
multifacética y permanente agresividad e injerencia de sucesivos
gobiernos de Estados Unidos. Se trata de un proceso que nos ha obligado a
repensar la teoría y la práctica socialista del siglo XX. Muchos
debates se han suscitado en los que se ratifica con fuerza la
continuidad del socialismo despojado de interpretaciones esquemáticas.
En
la obra de Marx y en la tradición de pensamiento que generó, se revelan
las contradicciones que surgen entre teoría y práctica cuando, si bien
la primera resulta indispensable para la transformación revolucionaria,
mal concebida o mal administrada, puede convertirse en una traba al
desarrollo de la sociedad anti capitalista. Al igual ocurre si las
decisiones coyunturales pierden de vista el ideal de sociedad al que se
aspira.
Lo
cierto es que la transición socialista requiere de fundamentos
teóricos, de una teoría abierta y crítica como lo es el marxismo, capaz
de explicar la dialéctica entre interpretación, proyección y
transformación de la sociedad, lo que es fundamental en los procesos de
ruptura revolucionaria con el capitalismo.
En
la obra de Marx hay una concepción de la nueva sociedad, científica y
políticamente fundamentada, con claves vigentes que no son “recetas”
sobre una u otra forma de realizar la transición hacia un nuevo tipo de
sociedad. Hay una concepción global, pero no encontraremos modelos,
sino fundamentos que aportan a la identidad de ese proceso. En ninguna
obra se exponen detalles o fórmulas específicas que debieran adoptarse,
no hay indicaciones, ni precisiones que solo pueden trazarse a partir
de los contextos históricos específicos.
En
otras palabras, el marxismo va a las esencias y no a las formas en que
se produce la transición socialista. Precisamente esa acertada
combinación de aportar un nuevo proyecto de sociedad sin moldes
preconcebidos, hace que la obra de Marx sea una importante arma
científica, ideológica y política. No cabe la menor duda que en las
condiciones del mundo actual debe emprenderse una tarea gnoseológica con
relación a los fundamentos marxistas del proyecto socialista, teniendo
en cuenta que siempre, de una u otra forma esa sociedad tendrá cauces
inéditos, o al menos muchos de sus componentes y contradicciones, serán
inéditos.
En
este aspecto hay aportes de importancia estratégica cuando se concibe
la nueva sociedad como cambio civilizatorio y cultural que no se inicia
dentro del capitalismo, sino que requiere de un contradictorio período
que desde sus inicios debe construir un sistema de emancipación integral
que favorezca al ser humano individual y a la sociedad en toda su
multiplicidad. Se trata de
un proceso en el que deben gestarse las nuevas relaciones de producción y
transformarse las correlaciones entre intereses individuales y
sociales, entre realizaciones materiales y espirituales, cultura, ética
y valores.
Una
idea clara atraviesa la concepción de Marx sobre la nueva sociedad
cuando señaló que el comunismo “no es un estado que debe implantarse, un
ideal al que ha de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo
al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. Las
condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente
existente”. Esta tesis encierra un valor metodológico como corresponde a
un concepto científicamente fundamentado. Se trata de la terrenalidad
del ideal de sociedad que se levanta a partir de las condiciones
históricas, de las contradicciones e intereses que marcan un contexto
social determinado.
- Son temas que atraviesan la obra de Marx y Engels en la que se identifica comunismo como proceso de emancipación y recuperación humana cuyas coordenadas apuntan a lograr transformaciones pensadas por y para las masas populares. Mientras el capitalismo cultiva posiciones que favorecen el exclusivismo de la política a favor de élites de poder, convertidas hoy en partidos con fines electorales, el marxismo contribuye a la construcción de subjetividades, reivindica el derecho de que todos seamos actores políticos, sujetos de la política y ese es un importante reto de la transición socialista en cualquier lugar.
Dos comentarios finales:
1.-
En las circunstancias creadas por el capitalismo y exacerbadas en la
actualidad, todo apunta a reconocer la imposibilidad de ese sistema para
eliminar el deterioro medioambiental, la pobreza extrema, la
explotación económica y las grandes brechas de desigualdad social, por
lo que sigue en pie la propuesta de Marx encaminada a la búsqueda de un
nuevo paradigma de desarrollo de la sociedad opuesto al capitalismo.
2)
Hoy son millones los que sienten el efectivo poder de las ideas y
aportes de Marx y Engels que significan un acumulado de pensamiento y
acción revolucionaria a favor de la búsqueda de un mundo mejor. Es un
pensamiento que algunos consideran como punto de no retorno que Antonio
Gramsci entendió muy bien cuando señaló que Marx inició
intelectualmente una era histórica que probablemente durará siglos; Jean
Paul Sartre la concibió como irrebasable filosofía de nuestros tiempos y
Fidel Castro lo incorporó en sus concepciones reconociendo que ...
"Mientras más madura mi conciencia política, más admiro a Marx, porque
él vio la solución con el corazón, con la inteligencia, con la ciencia y
con la conciencia".
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