Resumen Latinoamericano / 6 de julio de 2018 / David Sáenz Guerrero, Las 2 Orillas
Hoy podemos tomarnos las calles de manera pacífica para pedir que la vida de quienes trabajan por la paz y la justicia sean respetadas y también
El 11 de febrero de 1917, Antonio Gramsci publicó en Italia el conocido texto Odio a los indiferentes. Cien años después, sus palabras se hacen más que vigentes y, por tanto, tienen que resonar y despertarnos del adormecimiento que vivimos en Colombia, el cual, precisamente se manifiesta en la gran indiferencia que nos corroe frente al vil y cobarde asesinato de cientos de líderes sociales en el país.
En su ensayo, Antonio Gramsci decía: “Quien realmente vive no puede no ser ciudadano, no tomar partido. La indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso odio a los indiferentes”. Por tanto, en cierta medida, nosotros seríamos odiados por Gramsci, pues no utilizamos nuestro poder de ciudadanos para proteger la vida de quienes trabajan desde abajo, para construir un país más justo; en otras palabras, somos cómplices de sus asesinatos.
Hemos sido cobardes y apáticos frente a la sangre que queda impune y sin memoria en un país en donde los ciudadanos se preocupan más por el fútbol, que enceguece y distrae, que de lo esencial: salvaguardar la vida de quienes hacen en gran parte, el trabajo que las instituciones del Estado social de derecho deberían hacer. Nuestra indiferencia se contradice con la supuesta alegría que nos caracteriza ante el mundo. Pues cómo podemos tener una alegría auténtica cuando en este país importa más un partido de fútbol que la barbarie de las muertes de quienes comparten con nosotros el mismo cielo, el mismo sol, la misma tierra.
Nuestra indiferencia también se manifiesta en el hecho de que seamos unos cristianos-católicos de rito, de culto, de baile, de show y no de evangelio, pues si fuésemos cristianos desde la médula de la religión de Jesús, honraríamos la vida de quienes trabajan por la construcción de un reino en donde no nos matemos, tal como lo rememora una de las bienaventuranzas: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.
Bien es cierto que muchas personas pueden creer que su indiferencia no afecta en nada el devenir de la historia y que son los poderosos quienes tienen una responsabilidad frente a ella. No obstante, nuestra indiferencia tiene un peso fundamental en la construcción de la vida colectiva, y Gramsci de nuevo nos lo recuerda: “la indiferencia es el peso muerto de la historia”.
Ahora bien, hoy 6 de julio de 2018, a las 6:00 p.m. podemos tomarnos las calles de manera pacífica para pedir que la vida de quienes trabajan por la paz y la justicia sean respetadas y también, que los hechos atroces no se queden en la impunidad. Así mismo, que esta noche, nuestro clamor llegue a los verdugos para que recuerden que ellos también tienen alma y que su naturaleza no ha de ser la de destruir a los otros, su propia especie, sino de cuidarla y respetarla. De igual manera es importante decir que, después de las manifestaciones de esta noche, hay que seguir luchando, pues no podemos permitir que el encuentro de hoy se convierta tan solo en un evento para poder tomar fotos conmovedoras para subir a Facebook e Instagram.
Hoy podemos tomarnos las calles de manera pacífica para pedir que la vida de quienes trabajan por la paz y la justicia sean respetadas y también
El 11 de febrero de 1917, Antonio Gramsci publicó en Italia el conocido texto Odio a los indiferentes. Cien años después, sus palabras se hacen más que vigentes y, por tanto, tienen que resonar y despertarnos del adormecimiento que vivimos en Colombia, el cual, precisamente se manifiesta en la gran indiferencia que nos corroe frente al vil y cobarde asesinato de cientos de líderes sociales en el país.
En su ensayo, Antonio Gramsci decía: “Quien realmente vive no puede no ser ciudadano, no tomar partido. La indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso odio a los indiferentes”. Por tanto, en cierta medida, nosotros seríamos odiados por Gramsci, pues no utilizamos nuestro poder de ciudadanos para proteger la vida de quienes trabajan desde abajo, para construir un país más justo; en otras palabras, somos cómplices de sus asesinatos.
Hemos sido cobardes y apáticos frente a la sangre que queda impune y sin memoria en un país en donde los ciudadanos se preocupan más por el fútbol, que enceguece y distrae, que de lo esencial: salvaguardar la vida de quienes hacen en gran parte, el trabajo que las instituciones del Estado social de derecho deberían hacer. Nuestra indiferencia se contradice con la supuesta alegría que nos caracteriza ante el mundo. Pues cómo podemos tener una alegría auténtica cuando en este país importa más un partido de fútbol que la barbarie de las muertes de quienes comparten con nosotros el mismo cielo, el mismo sol, la misma tierra.
Nuestra indiferencia también se manifiesta en el hecho de que seamos unos cristianos-católicos de rito, de culto, de baile, de show y no de evangelio, pues si fuésemos cristianos desde la médula de la religión de Jesús, honraríamos la vida de quienes trabajan por la construcción de un reino en donde no nos matemos, tal como lo rememora una de las bienaventuranzas: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.
Bien es cierto que muchas personas pueden creer que su indiferencia no afecta en nada el devenir de la historia y que son los poderosos quienes tienen una responsabilidad frente a ella. No obstante, nuestra indiferencia tiene un peso fundamental en la construcción de la vida colectiva, y Gramsci de nuevo nos lo recuerda: “la indiferencia es el peso muerto de la historia”.
Ahora bien, hoy 6 de julio de 2018, a las 6:00 p.m. podemos tomarnos las calles de manera pacífica para pedir que la vida de quienes trabajan por la paz y la justicia sean respetadas y también, que los hechos atroces no se queden en la impunidad. Así mismo, que esta noche, nuestro clamor llegue a los verdugos para que recuerden que ellos también tienen alma y que su naturaleza no ha de ser la de destruir a los otros, su propia especie, sino de cuidarla y respetarla. De igual manera es importante decir que, después de las manifestaciones de esta noche, hay que seguir luchando, pues no podemos permitir que el encuentro de hoy se convierta tan solo en un evento para poder tomar fotos conmovedoras para subir a Facebook e Instagram.