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El
gobierno luso dejó de aplicar las medidas impuestas por acreedores y,
el año pasado, registró cifras récord de crecimiento; ha desafiado así a
quienes insisten que la respuesta al rumbo económico de Europa
poscrisis depende de una política económica de frugalidad.
LISBOA,
Portugal — Ramón Rivera apenas había arrancado su negocio de aceite de
oliva en la soleada región portuguesa de Alentejo cuando la crisis de la
deuda estalló en Europa. La economía comenzó a desmoronarse, los
salarios sufrieron recortes y se duplicó el desempleo. El gobierno de
Lisboa tuvo que aceptar un humillante rescate internacional.
No
obstante, en vista de que se seguía agravando la miseria, Portugal tomó
una postura desafiante: en 2015 dejó de aplicar las medidas de
austeridad impuestas por sus acreditantes europeos y marcó con ello el
inicio de un círculo virtuoso que ha permitido a su economía registrar
cierto crecimiento de nuevo. El gobierno eliminó los recortes a los
salarios, a las pensiones y a la seguridad social; además, comenzó a
ofrecer incentivos a las empresas.
“Tuvimos
fe en que Portugal lograría superar la crisis”, dijo Rivera, gerente
general de Elaia, empresa que se dedicó a aplicar tecnología de punta
para su cosecha y ahora es una de las mayores productoras de aceite de
oliva de Portugal. “Nos percatamos de que era el mejor lugar del mundo
para invertir”.
En
una época de creciente incertidumbre en Europa, Portugal desafió a
aquellos críticos que insistían en que las medidas de austeridad eran la
mejor manera de resolver la crisis económica y financiera del
continente. Mientras que otros países como Grecia e Irlanda (y también
Portugal, por un tiempo) se apegaron a los lineamientos, el gobierno
portugués al final se resistió y con ello impulsó una recuperación que
el año pasado resultó en las cifras de crecimiento económico más altas
en una década.
Esta
recuperación es evidente en casi todos los sectores. Se han inaugurado
muchos hoteles, restaurantes y tiendas debido al aumento en el turismo,
lo que a su vez ha ayudado a reducir el desempleo a la mitad. En el
barrio capitano de Beato, a partir de los restos de una fábrica militar
abandonada, se erigió un enorme complejo de empresas emergentes. Bosch,
Google y Mercedes-Benz abrieron hace poco oficinas y centros de
investigación digital en ese lugar, que crearon miles de empleos.
La
inversión extranjera en los sectores aeroespacial y de la construcción,
entre otros, ha alcanzado cifras récord. Por su parte, las industrias
portuguesas tradicionales, como las fábricas de papel y textiles, están
invirtiendo en áreas de innovación y promueven el auge de las
exportaciones.
“El
caso de Portugal demuestra que, si se exageran las medidas de
austeridad, terminan por agravar la recesión y crean un círculo
vicioso”, enfatizó el primer ministro António Costa en una entrevista.
“Diseñamos otra opción para remplazar la austeridad, con metas como un
mayor crecimiento y más y mejores empleos”.
Costa
llegó al poder a finales de 2015; es un político de centro-izquierda
que prometió eliminar los recortes a los ingresos que había autorizado
el gobierno previo para reducir el enorme déficit de Portugal, como
parte de las disposiciones del rescate internacional de 78.000 millones
de euros (90.000 millones de dólares). Costa formó una alianza inusual
con partidos de ideología comunista y de izquierda radical, que no
habían accedido al poder desde el fin de la dictadura en Portugal en
1974. Se unieron con el propósito de eliminar gradualmente las medidas
de austeridad, pero sin caer en un desbalance contable para evitar
contravenir las normas de la eurozona.
El
gobierno aumentó los salarios del sector público, el salario mínimo y
las pensiones, e incluso volvió a fijar los días de vacaciones a la
cantidad que se otorgaba antes del rescate, a pesar de las objeciones de
acreedores como Alemania y el Fondo Monetario Internacional. Entre los
incentivos para estimular a las empresas, otorgó subsidios de
desarrollo, créditos fiscales y financiamiento para empresas pequeñas y
medianas.
Costa
compensó estos ajustes mediante recortes al gasto en infraestructura y
otras áreas; con ello logró reducir el déficit presupuestario anual al
uno por ciento del producto interno bruto, en contraste con el 4,4 por
ciento registrado cuando asumió el cargo. El gobierno va por buen rumbo
para lograr un superávit para 2020, un año antes de lo esperado, con lo
que le pondrá fin a veinticinco años de déficit.
Los
funcionarios europeos admiten que Portugal quizá encontró una mejor
respuesta a la crisis. Hace poco, como recompensa para Lisboa,
designaron al ministro de Finanzas portugués Mário Centeno, quien
participó en el diseño de los cambios aplicados en el país, como
presidente del Eurogrupo, formado por los ministros de Finanzas de la
eurozona.
El
giro económico también tuvo un efecto sorprendente en la psique
colectiva de Portugal. Mientras que en Grecia se sigue percibiendo un
ambiente de desaliento tras una década de recortes al gasto, la
recuperación de Portugal se basó en el restablecimiento de la confianza,
en generar de nuevo motivación entre los ciudadanos y las empresas.
De cualquier forma, con todo y su éxito, Portugal sigue en una posición vulnerable.
El
crecimiento actual es menor que el 2,7 por ciento registrado el año
pasado, pues Costa ha mantenido la inversión pública al nivel más bajo
en cuarenta años para seguir reduciendo el déficit. En cuanto a los
salarios, si bien los restableció al nivel que tenían antes, casi no se
han movido con respecto a las cifras anteriores a la crisis. También
persiste la precariedad social, agravada porque se han vuelto más
comunes los contratos de medio tiempo. Y si bien el salario mínimo es
más alto (se ubica en 580 euros al mes), sigue siendo uno de los más
bajos de la eurozona.
Los
sindicatos de Portugal han comenzado a amenazar con ir a huelga para
ejercer presión sobre el gobierno y lograr que aumente los salarios y
libere más gasto público en un intento de reducir la desigualdad.
Costa
insiste en que el gobierno no debe dejar de recortar el déficit para
controlar la mayor amenaza que pende sobre Portugal: su enorme deuda,
que todavía es una de las mayores de la eurozona. Los bancos portugueses
tienen en sus carteras innumerables préstamos incobrables originados en
la crisis anterior y el país todavía es vulnerable a trastornos del
mercado financiero derivados de problemas en la cercana Italia.
“No
hemos ido pasado aún del lado oscuro de la Luna al lado iluminado”,
señaló el primer ministro. “Todavía hay mucho por hacer”.
“Con
todo, cuando comenzamos el proceso, muchos dijeron que sería imposible
alcanzar nuestras metas”, añadió. “Hemos demostrado que existe una
alternativa”.
Para
cimentar el ciclo de crecimiento, el gobierno ha decidido canalizar sus
limitadas inversiones a iniciativas específicas, como exenciones
fiscales para empresas extranjeras y capacitación para los desempleados.
Algunos
robots fabrican componentes de precisión para Airbus, Boeing y otros
gigantes de la industria. Una agencia de empleos cercana que lanzó un
programa intensivo de perfeccionamiento con el gobierno contrató a la
mayoría de los 150 técnicos que trabajan ahí.
Christian
Santos, director de Mecachrome en Portugal, dijo que planea contratar a
150 empleados más e invertir otros millones más en un plazo de tres
años.
“Portugal es un país muy activo”, aseveró. “El ambiente está lleno de entusiasmo”.
Fuente : NY Times