Guajirita Soy |
Posted: 13 Jan 2018 02:05 PM PST
Allá
en mi barrio natal, Mangue Consuegra(o sin ella, que fue un tipo
indigno de cualquier manera) era, para Benjamín Salatodo, lo que es hoy
el Senador Marcos Rubio para el insoportable Donal Trump; es decir, un perfecto Buquenque usando un término bien cubano.
Benjamín
tenía bastante dinero, fue garrotero durante largos años y esquilmó a
numerosos vecinos gracias a lo cual amasó una fortuna nada despreciable,
que le servía para comprar favores y agilizar trámites en aquellos
lugares donde determinados funcionarios habían colgado el cartelito de:
“Se vende” en el lugar en que antes exhibían el honorable letrero de la
dignidad.
Mangue,
también conocido como el “Guatacón Supremo” no se le despegaba mucho a
su adorado paradigma, a pesar de que era evidente el desprecio que
muchas veces recibía, como suele suceder en este tipo de relación
interpersonal. No había
un debate o una comparecencia pública de Benjamín, ya fuera en la
Barbería de Clemente o en las Asambleas de Vecinos, donde Consuegra no
metiera la cuchara para apoyarlo ciegamente, haciendo constantemente el
ridículo. En una ocasión Salatodo la emprendió con la enfermera del
consultorio del Médico de la Familia, por la útil insistencia de esta
última en favor de que las hijas del susodicho se realizaran la prueba
citológica (que es en Cuba parte de un programa gratuito de prevención
del cáncer, como muchos otros que el estado promueve), pues el hombre le
vociferó una sarta de estupideces y allá fue Mangue a respaldarlo, con
su ignorancia supina: NO SEÑORITA, ACÁ EL COMPAÑERO TIENE RAZÓN, NO SE
PUEDE OBLIGAR A LA GENTE, NI ELLAS SE LO HARÁN NI YO TAMPOCO, PARA QUE
NI ME INSISTA.
En
otra ocasión que se recuerda con notoriedad, el Guatacón se quedó
dormido en medio de un debate que se sostenía ante las quejas vertidas
por Benjamín en contra de los perritos que algunos muchachos del barrio
criaban y que de vez en cuando se colaban en el patio del garrotero,
Mangue había querido hablar dos o tres veces, con seguridad para
respaldar al quejoso, pero al no dársele la palabra cayó en brazos de
Morfeo y luego despertó con ese susto que provoca saberse dormido en
plena reunión, de inmediato e impulsado por su manía guatacona,
desembuchó la idea que había maquinado sobre la solución con los perros
que molestaban a Salatodo: QUÉ LOS ENVENENEN, QUÉ LOS AVENENEN A TODOS,
SON UN ASCO Y UNA MOLESTIA EN LA COLAS Y EN EL PARQUE. Los presentes
casi lo matan, si tenemos en cuenta que al despertar ya no se hablaba de
los canes, sino de los jubilados.
Cuando
Mangue enfermó y entró en desgracia, fueron los vecinos más humildes
los que le tendieron la mano, Benjamín nunca pasó a visitarlo, típico de
gente poderosa a quienes solo le sirves cuando le sirves.
(Tomado de La Bicicleta) |