Por Sergio Rodríguez Gelfenstein, Resumen Latinoamericano, 29 junio 2019.-
En 1991 durante una visita a China, la primera ministra británica
Margaret Thatcher le dijo al presidente Jiang Zemin que era imposible
establecer un sistema con las características que se proponía China, es
decir que combinara la sociedad socialista con algunas reglas del
mercado. Según Thatcher, el socialismo era incompatible con la economía
de mercado. Los dirigentes chinos, por el contrario, preconizaban que
tal propósito si era posible en los marcos de la teoría marxista del
materialismo histórico y dialéctico y la idea de “buscar la verdad en
los hechos” que propugnaba Mao Zedong.
En este sentido, Deng Xiaoping expuso que un país como China que
había vivido tantas adversidades a través de su historia, solo había
podido levantarse tras hacer suyo el marxismo como instrumento de
liberación, que le permitió construir un nuevo país de orientación
socialista, lo cual habría sido imposible si hubiera elegido el camino
capitalista, según él, la prueba fueron los más de treinta años de
gobierno del Kuomintang tras proclamar la república.
Deng pensaba que la integración del marxismo con la realidad china
para crear un camino propio, permitió la liberación del país en 1949,
esto no sólo proporcionó la independencia, también la unidad del país
que es el bien más preciado tras milenios de separación, conflicto y
guerras intestinas. El marxismo contribuyó no sólo como teoría necesaria
para vencer en la guerra de liberación, también después de la victoria
aportó elementos valiosos para terminar con el caos, controlar la
inflación, comenzar a combatir la miseria y el atraso secular y empezar
la transformación de la industria y la base material necesaria para la
evolución del país, todo esto obligaba a persistir en el marxismo y el
socialismo de forma creadora.
Para ello, se hacía imprescindible desarrollar las fuerzas
productivas a fin de forjar una abundancia de bienes materiales, lo que
hizo deducir que ésta sería la tarea fundamental que debía emprender el
sistema político socialista a fin de lograr una superioridad sin la cual
era imposible construir la nueva sociedad. El no haber entendido esto
desde el principio fue el mayor error de la dirección del país tras el
año 1949. Sin el desarrollo superior de las fuerzas productivas,no hay
mejoramiento de las condiciones materiales y culturales de vida del
pueblo, y sin esto, no hay socialismo. ¿Cómo hacerlo?, fue la pregunta
más importante que tuvieron que formularse los dirigentes chinos tras
superar la Revolución Cultural y las desviaciones propugnadas por la
“Banda de los Cuatro”. Nuevamente, la respuesta estaba en permanecer en
la ruta del socialismo, como única manera de resolver el problema del
desarrollo en un país tan extenso, tan poblado y tan complejo
culturalmente como China. La aplicación del principio socialista de
distribución “a cada cual según su trabajo”, permitiría superar las
diferencias en un período de entre 20 y 30 años. Tales aseveraciones
obligaban a un gran debate contra aquellos que defendían ideas
liberalizadoras por un lado, y la copia del modelo soviético, cuando
éste comenzaba a “hacer aguas”, por el otro.
La liberalización que proponía tomar un camino capitalista después de
la derrota de la “Banda de los Cuatro” en 1980, llevó a la dirección
del Partido Comunista de China (PCCh) a luchar contra tal corriente,
incluso en el seno de la Asamblea Nacional a fin de combatir tal
propuesta considerada una idea burguesa. A ello, el PCCh opuso las
“cuatro modernizaciones socialistas” en la agricultura, la industria, la
defensa y la ciencia y teconología.. Así mismo, los dirigentes chinos
dejabron claro que a pesar que la estructura política del país después
de 1949, se había edificado a partir del modelo soviético, éste no pudo
ajustarse a las condiciones de China porque su realidad era distinta,
además en ese momento estaba en una crisis, que posteriormente la llevó a
su colpaso
En estas condiciones, en el XIII Congreso Nacional del PCCh,
celebrado en octubre de 1987, se propuso que la economía china sería
planificada y establecida como pública para los productos básicos,
mientras se definía que el Estado debería guiar al mercado y el mercado a
las empresas, combinando de esa manera las funciones de planificación y
de mercado en la sociedad. Ante las crecientes críticas internas e
internacionales sobre tal supuesto, Deng volvió a insisitir en la
necesidad de “buscar la verdad en los hechos” como forma de comprobar la
factibilidad de llevar adelante la política de reforma y apertura, y a
ello se abocaron.
Los procesos de reforma en la Unión Soviética y en China se
produjeron casi al mismo tiempo, con menos de diez años de distancia,
pero la diferencia fundamental para el fracaso de uno y el éxito del
otro, es que mientras los soviéticos desarrollaron simultáneamente los
aspectos económicos y políticos del proceso, en China comenzaron con la
transformación de la economía, desatando una fase de mejoramiento de la
situación social, mientras que la agenda política se desarrollaba
paulatinamente pero a un ritmo mucho más pausado a fin de ir midiendo
los impactos que iban causando las medidas tomadas y prestando especial
atención a que se mantuviera una dialéctica adecuada entre reforma,
desarrollo y estabilidad. El PCCh y el gobierno la llamaron una
estrategia de “avance paso a paso de manera ordenada”. Es decir, la
estabilidad política interna era condición sine qua non y una granatía
para la reforma y la apertura, por ello, los dirigentes chinos
plantearon que los dos puntos más importantes eran, desarrollar la
democracia en lo político y la reforma en lo económico.
La historia china y la experiencia del último siglo mostraban con
creces cuán dolorosa era la pérdida de la estabilidad política y la
unidad, las cuales son las dos condiciones de mayor interés para el
desarrollo de los procesos vividos en el país en los últimos 2200 años.
En esas condiciones, la aplicación de la política de reforma y apertura,
no tuvo el correlato en la situación política que mostró en la Unión
Soviética como Occidente esperaba. Las consideraciones acerca de la
necesidad de la estabilidad política como soporte de la metamorfosis de
la sociedad y el Estado en China, pronto tuvieron su prueba de fuego
cuando en 1989 estallaron disturbios políticos que tuvieron su epicentro
en la Plaza Tiananmen en Beijing y otras ciudades, buscando una
inserción en el país de reformas de corte occidental, las que pusieron
en juego la posibilidad de desarrollo y avance de las medidas tomadas a
partir de 1978.
La respuesta contundente del gobierno chino hizo alusión a la
necesidad de mantener la estabilidad interna so riesgo de quiebre de la
unidad política del país. Así lo hizo saber Deng Xiaoping en dos
ocasiones, tanto al presidente de Estados Unidos George H.W. Bush en
febrero de 1989 y en octubre del mismo año, cuando conversó con el ex
presidente Richard Nixon, a ambos le dijo lo mismo “La estabilidad es
más importante que cualquier otra cosa”. De esta manera, se desestimaba
de forma definitiva la posibilidad de mutaciones políticas similares a
las que estaban ocurriendo en la Unión Soviética y Europa Oriental que
fueron consideradas el preludio del fin de la guerra fría.
Este contexto fue el que permitió el avance económico de China. Al
llegar al XVIII Congreso del PCCh en 2012, las mayores aspiraciones eran
conservar los fundamentos que dieron origen a ese partido y no olvidar
su misión principal que era la construcción del socialismo con
peculiaridades chinas, luchando “incansablemente por materializar el
sueño chino de la gran revitalización de la nación”, que culminaría con
la creación integral de una sociedad modestamente acomodada.
Desde que el marxismo fue introducido en China, los primeros
militantes y fundadores del PCCh se propusieron utilizar su teoría
científica para buscar soluciones a los problemas del país. A partir de
entonces y a través de los casi 100 últimos años, han hecho denodados
esfuerzos para encontrar respuestas a cada reto que se ha planteado.
Hoy, el PCCh entiende que la construcción socialista pasa por lo que
han denominado el “gran sueño chino”. En esa medida, todo el Partido se
ha volcado a fortalecer más conscientemente su convicción en el camino,
la teoría, el sistema y la cultura lo que han llamado las cuatro
convicciones y no seguir ni el viejo camino del enclaustramiento y el
anquilosamiento, ni el mal camino de cambiar su bandera por otra, sino
mantener su firmeza en lo político, perseverar en un trabajo sólido para
vigorizar el país, persistir y desarrollar el socialismo con
peculiaridades chinas.
En torno a este importante tema, empeñándose en la guía del
marxismo-leninismo, el pensamiento de Mao Zedong, la teoría de Deng
Xiaoping, el importante pensamiento de la triple representatividad y la
concepción científica del desarrollo, manteniendo la idea de buscar la
verdad en los hechos, adoptando una actitud realista y práctica, y
perseverando en el materialismo dialéctico y el materialismo histórico,
el PCCh con una visión completamente nueva en estrecha combinación con
las condiciones del tiempo actual y las nuevas exigencias de la
práctica, ha profundizado en la comprensión de la ley del ejercicio del
gobierno por parte de los partidos comunistas, la ley de la construcción
socialista y la ley del desarrollo de la sociedad humana, y ha llevado
adelante una ardua exploración teórica al respecto, obteniendo
importantes logros en la innovación teórica, creando así el pensamiento
sobre el socialismo con peculiaridades chinas de la nueva época que es
la forma como entienden su sociedad y la manera de transformarla a
corto, mediano y largo plazo.
El pensamiento sobre el socialismo con peculiaridades chinas da
continuidad y hace un aporte en el desarrolla del marxismo-leninismo a
través de las contribuciones que se han ido haciendo a lo largo de la
historia, no sin cometer errores, algunos de ellos, generadores de
graves consecuencias.
En la actualidad, ese proceso ha cobrado renovada fuerza y se expresa
como la “chinización” del marxismo, que es expresión de la
cristalización de las experiencias prácticas y de la sabiduría colectiva
del pueblo, constituyéndose en un importante componente del sistema
teórico del socialismo con peculiaridades chinas, por lo que no hay
dudas que mantendrán este pensamiento durante largo tiempo y lo seguirán
desarrollando sin cesar, no obstante las incomprensiones y el
menosprecio de Occidente.
La práctica no tiene límites, como tampoco los tiene la innovación
teórica. El mundo está cambiando a cada instante, como también lo hace
China. En este marco, el PCCh se ha propuesto seguir los pasos de este
tiempo en lo referente a las teorías, dominar progresivamente las leyes
objetivas e impulsar constantemente la innovación teórica, práctica,
institucional y cultural.
En este marco, el presidente Xi Jinping ha insistido en la necesidad
de lograr el firme desarrollo de la labor ideológica entendiendo que
ésta determina el rumbo de avance y el camino de desarrollo de la
cultura, en esto le da prioritaria importancia a continuar haciendo una
adaptación coherente y creativa del marxismo a las condiciones de China,
construyendo una ideología socialista dotada de una poderosa fuerza
conductora para incorporar y cohesionar estrechamente al pueblo en torno
a los ideales y las convicciones, a su propia concepción de valores y
conceptos morales.
En la etapa que ha seguido al XIX Congreso del PCCh realizado en
octubre de 2017, Xi ha insistido en la necesidad del apertrechamiento
teórico para hacer que el pensamiento sobre el socialismo con
peculiaridades chinas eche hondas raíces en el pueblo, para lo cual se
han planteado profundizar en la investigación y la construcción teórica
del marxismo, acelerando la creación de unas ciencias sociales y una
filosofía con peculiaridades chinas y fortaleciendo la construcción de
laboratorios de ideas que deben ser dotados de dichos conocimientos.
En su informe a este Congreso, Xi hizo un llamado a: “Que todo el
Partido y el pueblo de todas las etnias del país se unan estrechamente
en torno al Comité Central del Partido, enarbolen la gran bandera del
socialismo con peculiaridades chinas, avancen con un espíritu pujante y
se entreguen completamente a su cometido, continúen luchando por cumplir
las tres tareas históricas: el impulso de la modernización, la
culminación de la reunificación de la patria y la salvaguardia de la paz
mundial y la promoción del desarrollo conjunto, hasta lograr el triunfo
definitivo en la culminación de la construcción integral de una
sociedad modestamente acomodada, conquistar la gran victoria del
socialismo con peculiaridades chinas de la nueva época, materializar el
sueño chino de la gran revitalización de la nación china y hacer
realidad la aspiración del pueblo a una vida mejor”.
He ahí el proyecto chino para la construcción del socialismo, que
como se observa ha tenido continuidad en el tiempo, lo cual hace prever
que China perseverará en la lucha por su consecución. Nuestro problema
es entender esta tarea estratégica en términos de la temporalidad del
mismo. Sus tiempos no son los nuestros, he ahí -desde mi perspectiva- la
principal dificultad para comprenderlo. La finitud del tiempo
occidental –hablando en términos filosóficos- no tiene correspondencia
en China donde el carácter infinito del tiempo permite pensar en la
realización de obras materiales y sociales en muy largos plazos. He ahí
la explicación de la construcción de todos los tramos de la gran muralla
china durante 22 siglos de labor continua.
Si la perspectiva socialista en China no fuera realidad, sería
difícil comprender que Donald Trump dedicara parte de sus últimos dos
discursos en las más recientes asambleas generales de la ONU a
desprestigiar su ejecutoria. El 20 de septiembre de 2017 expuso que:
“…el socialismo ha sido implementado fielmente. Desde la Unión Soviética
hasta Cuba y Venezuela, donde quiera que se haya adoptado el verdadero
socialismo o comunismo, se ha generado angustia, devastación y fracaso.
Aquellos que predican los principios de estas ideologías desacreditadas
solo contribuyen al sufrimiento continuo de las personas que viven bajo
estos crueles sistemas”.
Y el 25 de septiembre de 2018: “Prácticamente en todas partes donde
se ha intentado el socialismo o el comunismo, ha producido sufrimiento,
corrupción y decadencia. La sed de poder del socialismo conduce a la
expansión, la incursión y la opresión. Todas las naciones del mundo
deberían resistir el socialismo y la miseria que trae a todos”.
¿Por qué preocuparse tanto por una ideología “desacreditada” y
“fracasada”?. ¿Sigue creyendo usted amigo lector o lectora que la
confrontación que desató Estados Unidos contra China es solo comercial?
Saque sus propias conclusiones.