Esos que
enfrentan coyunturas políticas con actitudes simplistas, desdicen de su nivel
político-doctrinario. Soy revolucionario y por eso votaré por los
más revolucionarios, como si ser revolucionario se ejerciera en una
abstracción astral y no sobre la historia de aquí y ahora, como si se tratase
de exhibirse en una pasarela con premiación al más o menos hermoso
doctrinariamente.
Ni las
experiencias vividas por otros revolucionarios desde la Comuna de Paris (por
mantener la referencia más cerca que la rebelión de Espartaco, en la cuarta
década del siglo anterior a la era cristiana, o que las guerras husitas de la
tercera y cuarta década del siglo XV) hacen escarmentar las conductas de los
santones políticos, porque los inmaculados no escarmientan en historia ajena,
ya que su pureza deriva de un dogma de fe y, frecuentemente, de ignorancia
supina.
Hay muchas
vertientes para acercarse al análisis de este comportamiento angelical, pero
todas conducen al riesgo de descalificación radical. Por ahora, sólo lo calificaré como un acto de
soberbia tan encumbrado, que linda en la insolencia; se adueñan de una historia
ajena, que apenas han ayudado a armar, historia con imperfecciones manifiestas
por la incapacidad de haber influido sobre su devenir, a pesar de la enorme capacidad
política de la que se vanaglorian. Y con
esa actitud de rapiña, ponen en peligro la continuidad de un proceso que
sobrepasa por mucho sus escarceos teóricos fisnos y distinguidos.
Y como si fuera
poco, terminan coincidiendo, votando junticos y revueltos, con responsables
directos de los errores, que pretenden sacudir su responsabilidad histórica
huyendo hacia delante, o creando un partido con una sentina muy grande, para
acoger a sus cómplices y a los ilusos.
¿Es esto una
solicitud de enmienda? ¡No! Que se vayan
a la mismísima… sima, pero que no vengan a tratar de predicar purismo pendejo,
porque en coyunturas el comportamiento político es una decisión de manejo de
incontables variables que no todos están en capacidad de analizar.
Me retumba la
voz de Chávez sobre los ventajismos, sobre quienes ganan ellos si sale sello y
pierden los otros si sale cara, sobre los que si no ganan arrebatan, sobre el
menosprecio al árbitro. Yo participé en
un proceso interno de selección de candidatos y perdí; con quien me
identificaba mejor y creía que estaba más impregnado del sentir popular con
todas las implicaciones que eso conlleva, no ganó, y en buena parte por
responsabilidad mía. No fue que me
pasaron la aplanadora, fue que yo no fui –nadie me lo impedía– a las
organizaciones populares a hacer ver la identificación de un candidato con su
sentir, con el legado de Chávez, con la esperanza socialista, si es que tengo
militancia política más allá de las redes sociales. Perdí, pero no por eso voy a creer que el 6-D
se acabe el mundo y las posibilidades de influir en enderezar entuertos, y que
no voy a seguir denunciando la corrupción y el burocratismo, entre otros errores que nos acogotan.
Por eso, que
nadie venga a decir que es más revolucionario que yo y hasta me trate de echar
en cara el “origen de clase”, porque lo menos que puedo dedicarle es una sonora
trompetilla, u otro escrito con las descalificaciones que se merece. Más que inconsistencia, vendido al enemigo,
traición a un partido, la actitud de salirse por la tangente y votar con
disidentes en una situación coyuntural de vida o muere, es tontera política y
un tonto útil es más despreciable que un traidor.
Vayan, caminen,
corran, vuelen a votar por los mareados de aporrea y sus compinches, y disfruten del ratón
brincón que tendrán el 7-D.
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