He estado averiguando sobre la
parálisis de la discusión (y de acción) en los organismos del partido y del
pueblo organizado, y ayer recibí una respuesta que me dejó, como mi paisano
ante el Karepakupai Vená, atónito y anonadado.
Resulta que “estamos esperando que bajen líneas del Tercer Congreso”.
¡Cuuuuuuño paisanos! Se me vino a la cabeza que en 1810 Mérida no
declaró la independencia de España, sino de Maracaibo, y no con el paquete liberal,
sino con la escolástica; tanto así, que cuando, muerto Gómez, los pueblos del
Sur se pusieron al alcance de los políticos, en los mítines de Copey podía
oírse vivas a Fernando VII. Esto no es
del todo verdad, pero la chuscada se me vino a la cabeza ante las demostraciones
de enajenación del partido, que no mueve una nalga hasta que se lo ordenan de
Caracas. Las campañas electorales jamás
han sido permanentes –que buena falta hace, y comienzan cuando dan la largada
en Caracas; las campañas coyunturales siempre son inspiración caraqueña, y ante
problemas internos de importancia, no falta quien corra a meterse debajo de las
faldas de alguien en la Capital. Desde
allí se apadrina incapacidad y sinvergüenzura, y los teléfonos inteligentes de
todos siempre hay un número 0212, así como en las tabletas hay estampitas de los
santos protectores caraqueños.
Lo regional, lo específico, los peos
nuestros, ni se analizan ni se resuelven; se desconocen o se ignoran por
fútiles, por supeditados, por poderse solucionar con la panacea nacional, con
validez desde Amazonas y el Esequibo hasta los Altos Mirandinos. Por eso el congelamiento de la discusión
política que sufrimos –literalmente, con la ventaja de que cuando se reinicie,
la nube del olvido habrá avanzado más, y hasta se nos olvide exigir cuentas
a los responsables de tanta calamidad, y sobrevivan para conducirnos al
siguiente despeñapendejos.
Si continúo, el castellano se me va a
poner denso y caliente, como plomo derretido, por lo que corto aquí afirmando
que más que fracaso económico, lo que tiene en pico de zamuro a la revolución es el fracaso cultural y el
comunicacional… lepras que campean en Mérida.
¡Pura mengua, camaradas!
¿Y de paso, ¿qué será de la vida de Mervin
Maldonado? Quizá sea cierto lo que me dijo un
amigo cercano al poder, de lenguaje llano y muy ocurrente, “ese es un pececito
de colores en un tanque (sic) de tiburones” ¿Será?