Ver en retrospectiva
estos últimos años de la historia de Venezuela nos permite analizar qué hicimos
bien y dónde nos equivocamos. Los más elementales textos revolucionarios
insisten en que la construcción del socialismo requiere que los medios de
producción esenciales para el funcionamiento de la sociedad deben pasar de las
manos privadas al sistema público. El Producto Interno Bruto (PIB) de Venezuela
está clasificado en dos grandes grupos: actividades petroleras y actividades no
petroleras. Las actividades no petroleras se dividen a su vez en productoras de
bienes (Agricultura,
Minería, Manufactura, Electricidad y Agua, Construcción) y
productoras de servicios (Comercio, Comunicaciones, Instituciones Financieras
y Seguros, Bienes Inmuebles). Ciertamente, el modelo impuesto a Venezuela desde
1914 (inicio de la explotación petrolera) ha sido de una dependencia casi
absoluta del petróleo, basta observar que el porcentaje de las
exportaciones petroleras en las exportaciones totales ha sido de 91,9% en 1958,
92,8% en 1968, 93,6% en 1978 y 81,1% en 1988. Al mismo tiempo, el modelo impone
que las divisas obtenidas por la actividad petrolera sean empleadas en la
importación de alimentos: en 2013 Venezuela importó el 50% de los alimentos
necesarios para mantener a la población. En 2012 importamos café, arroz y maíz
por 1028 millones de dólares.
Bienvenida
sea la crisis
Ojalá la caída de los
precios del petróleo nos haga abrir los ojos y nos permita destruir el modelo
que nos impuso el Imperio desde hace un siglo. ¿Qué hemos hecho? Cambiar
nuestro petróleo por alimentos. ¿Qué debemos hacer? Producir alimentos. Este
análisis es casi una perogrullada y desde que la Revolución llegó al poder, el
Presidente Chávez implementó una política en este sentido. Por eso lo
asesinaron. Aunque no hay suficientes estadísticas, las que existen indican que
en Venezuela se incrementó notablemente la producción de alimentos en el
período revolucionario. Mientras que el período cuarto republicano se producía
apenas el 20% de los alimentos, en el 2014 se llegó al 50%. El único rubro en
el que las estadísticas decrecían era en la producción de pescado debido a la
prohibición de la pesca de arrastre, todos los demás crecieron
considerablemente (ver estadísticas de INN-ULA).
La reciente guerra
económica se ha basado en el ocultamiento de productos básicos de uso diario
(alimentos y productos de higiene personal), mientras que productos superfluos
(Coca-Cola, Corn-Flakes) continúan encontrándose fácilmente en los anaqueles.
El gobierno le otorgó miles de millones de dólares a transnacionales como
Nestle, Proter&Gamble e Industrias Polar para mantener la accesibilidad de
productos sin éxito. Estas empresas manipularon sus cifras, desviaron y
ocultaron los productos, produciendo todo el malestar que todavía vivimos. El
presidente Chávez previó una situación de esta naturaleza y creó todo un
sistema de distribución (Bicentenarios, Mercales, Pdvales) que confrontara la
guerra económica que vio venir. Lo que no vimos nosotros es la capacidad de
corrupción que tiene el Imperio. No puede ser casualidad que una gran parte de
los altos responsables de esta cadena se corrompieran. Sería muy inocente
pensarlo de esa manera. Yo estoy seguro que en la Embajada de USA se analizaron
todos los listados y realizaron un trabajo sistematizado de contacto, directo o
a través de sus intermediarios criollos, para corromper a nuestros
funcionarios. ¿Quién ha olvidado la popular máxima de que no hay un solo general
latinoamericano que resista un cañonazo de un millón de dólares? En todo
proceso de corrupción participan dos protagonistas: el que corrompe y el que se
deja corromper. Hasta ahora hemos visto caer uno tras otro los funcionarios que
se dejaron corromper, ahora falta meter en prisión a los que los corrompieron.
¿Qué debemos hacer? Rotar frecuentemente a estos funcionarios para dificultar el
trabajo de zapa de la Embajada y mantener una vigilancia estrecha de su modo de
vida.
Sacudirnos
la dependencia del petróleo
Los informes indican
que el petróleo subirá lentamente (a no ser de algún hecho catastrófico)
llegando a los 55$ a final de año. Esto es bueno para Venezuela pero también
podría provocar que no sepamos aprovechar esta crisis para romper con un modelo
económico, que como indicamos anteriormente, se nos impuso hace ya un siglo.
¿Qué hacer? Impulsar con toda fuerza medidas que eviten que los alimentos sean
utilizados como una mercancía. Si sembramos millones de árboles frutales
llegará el momento en que aguacates, mangos, guayabas, guanábanas, lechozas,
que son frutos que se dan en casi cualquier rincón de Venezuela, perderán su
valor mercantil. Lo mismo sucederá con el maíz, caraotas, arroz, café y cacao.
Seguiremos teniendo necesidad de divisas pero están pueden provenir de la
actividad minera (petróleo, oro, hierro, coltán), pero en lo que respecta a los
alimentos debemos quebrarle el espinazo a los precios. De esa manera evitaremos
que manipulaciones monetarias externas produzcan una inflación indeseada.
No
a la sociedad de consumo
La sociedad de consumo es inviable. El
capitalismo se basa en este tipo de sociedad y eso va a causar su propia
crisis. En la actualidad el capitalismo se mantiene por la impresión de dinero
inorgánico y eso va a causar una implosión en los Estados Unidos y en la Unión
Europea. Por mi edad no sé si yo veré pero ya los analistas nos anuncian que
debemos prepararnos a una implosión de los Estados Unidos parecida a la que
sufrió la Unión Soviética. La derrota del Imperio en el Medio Oriente es
equivalente a la derrota que sufrió en Vietnam. Su fuerza va en declive y la
infraestructura en su propio país viene decayendo cada vez con más fuerza. La
otrora pujante Detroit, centro de la industria automovilística estadounidense,
es hoy una ciudad fantasma.