Pero no, el tema es una encuesta de la Universidad de Harvard a los millennials,
los jóvenes norteamericanos que cuentan entre 18 y 29 años. Según la
investigación, el 51% de ellos rechaza el capitalismo y solo el 42% lo
apoya. Un análisis del diario The Washington Post,
con base en esa información, refiere que “una encuesta posterior que
incluyó a personas de todas las edades encontró que los estadounidenses
un poco mayores también son escépticos con respecto al capitalismo”.
El Post añade:
Aunque
los resultados son sorprendentes, las preguntas de Harvard concuerdan
con otras investigaciones recientes sobre cómo piensan los
estadounidenses sobre el capitalismo y el socialismo. En 2011, por
ejemplo, el Pew Research Center encontró que las personas de entre 18 y
29 años se vieron frustrados con el sistema de libre mercado.
En
esa encuesta, el 46 por ciento tenía una visión positiva del
capitalismo, y el 47 por ciento tenía una opinión negativa – una
pregunta más amplia que la de los encuestadores de Harvard, que era si
el encuestado apoyaba el sistema. En relación con el socialismo, por el
contrario, el 49 por ciento de los jóvenes en la encuesta de Pew tuvo
puntos de vista positivos, y sólo el 43 por ciento tenía una opinión
negativa.
El periódico
dice que ante el resultado John Della Volpe, el director de encuestas
de la Universidad de Harvard, pasó a entrevistar personalmente a un
pequeño grupo de jóvenes sobre sus actitudes hacia el capitalismo para
tratar de obtener más información y “le dijeron que el capitalismo era
injusto y deja fuera a la gente a pesar de su duro trabajo.”
También en su último discurso sobre el “Estado de la Unión”, en enero de 2016, el Presidente Barack Obama reconoció que durante su período de gobierno:
“A
una familia trabajadora se le ha hecho más difícil salir de la pobreza,
se le ha hecho más difícil a los jóvenes comenzar sus carreras y más
duro para los trabajadores poder jubilarse cuando lo desean. Y si bien
ninguna de estas tendencias es exclusiva de Estados Unidos, atacan
nuestra creencia puramente estadounidense de que todo el que trabaja
duro debe tener una oportunidad justa.”
La política del engagement (compromiso)
de “pueblo a pueblo” que ha implementado el actual gobierno
estadounidense hacia La Habana se basa en la idea de que el contacto con
los norteamericanos va a convencer a los cubanos de que el capitalismo
es la solución para su país. Si una parte importante de los
norteamericanos no ve en el capitalismo una solución para su país es
difícil que lo vea para Cuba y tal vez eso explique los criterios
favorables con que muchos de ellos regresan a su país después de visitar
la Isla, percatándose de que esta ha logrado mucho más que
otras sociedades de su entorno (México, Centroamérica y el Caribe) con
graves problemas como violencia estructural, desatención a la niñez e
insalubridad que los cubanos no conocen.
Incluso
algunas de las aspiraciones que el Presidente Obama no ha logrado
cumplir en sus dos mandatos -cuidado infantil universal, licencia por
enfermedad pagada, una ley que garantice que la mujer reciba el mismo
salario que el hombre cuando hace el mismo trabajo, derecho de la mujer a
decidir sobre su maternidad y a recibir una atención médica acorde,
cobertura de salud para los millones que no la tienen y acceso a la
Universidad sin necesidad de endeudarse- son realidades comunes en
Cuba, a pesar de las condiciones materiales propias de un país pobre
cuya población no disfruta de bienes de consumo al alcance del
norteamericano promedio.
Tal vez
quienes reciben la misión de conquistar nuestro futuro terminen
conquistados por nuestro presente, lleno de contradicciones e
imperfecciones pero como decía Mario Benedetti cantado por Serrat, donde “nadie se queda fuera y todo el mundo es alguien”.