Cervantes

Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté.

MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha.

1 de mayo de 2018

#Tod@sconMaduro, la hipocresía de los “inocentes”

Por Geraldina Colotti; Resumen Latinoamericano, 28 abril 2018
El año pasado, una poeta argentina que vive en los Estados Unidos, que escapó a la dictadura cívico-militar de los años 70s, fue de vacaciones a Italia y mostró una bella foto hecha en Roma. Le habían gustado palabras de revueltas escritas sobre un muro….bajo un símbolo nazi que ella, evidentemente, no conocía. Fuera del contexto histórico, en el molino de carne del post-moderno y de la “verdad de los post”, hasta las bellas palabras pueden inducir al error, despistar y desorientar.
A 200 años del nacimiento de Marx, el capital ha afinado los instrumentos para manipular las conciencias, convenciendo a los oprimidos a lustrar con esmero las cadenas impuestas por sus opresores. Italia es la Patria de Gramsci, muerto el 27 de abril de 1937 después de diez años de dura cárcel en las galeras del fascismo. Pero en el circo post-moderno de la Italia sin memoria, lo han celebrado hasta los personajes de la izquierda que lo habrían hecho revolcarse en su tumba.
En sus bocas, las palabras del revolucionario comunista sobre el rol de la cultrua y de la hegemonía se han convertido en plumas en el viento: despojadas del conflicto y de las imposiciones de las relaciones de fuerza históricamente determinadas. Y qué decir del centenario de la revolución bolchevique celebrado el año pasado como un vacío ritual? Qué decir del Che Guevara reducido a ícono pacifista a uso del exanime centro-izquierda italiano? Qué decir de los intentos revolucionarios reducidos a cuestiones de tribunal?
La hipocresía impera. El fuerte acto de acusación de Gramsci contra los indiferentes (Odio los indiferentes), contra aquellos que se dicen neutrales o “apolíticos”, se ha convertido en un eslogan bueno para todas las plumas: también para aquellas al servicio del capital o para aquellas que, en su vida, no han arriesgado ni siquiera una miga de sus cómodas vidas de profesores, periodistas y eternos grillos hablantes.
Escribía Gramsci: “Odio a los indiferentes también por esto: porque me turba su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuenta a cada uno de ellos del cómo ha desarrollado el deber que la vida les ha puesto y les pone cotidianamente, de lo que han hecho y especialmente de lo que no han hecho”. Gramsci ha sido también un extraordinario periodista y, en su requisitoria contra la cultura abstracta y académica, ha escrito: “La cultura es organización, disciplina de propio yo interior, es toma de conciencia de la propia personalidad, es conquista de conciencia superior, por la que se logra comprender el propio valor histórico, la propia función en la vida, los propios derechos y deberes”.
La cultura, la historia, el marxismo, entendidos en sentido gramsciano – es decir como guía para la acción-, ayudan a desenmascarar a los falsos profetas, escondidos detrás de falsos símbolos y también detrás de nuestras banderas: listos en la primera ocasión a tirarles en el lodo. Ser cultos para ser libres, decía José Martí.
Cómo reconocer a los falsos profetas de los líderes verdaderos que ponen en juego todo su ser? Un buen criterio es siempre el de la responsabilidad, de la coherencia entre el decir y el hacer, del ejemplo: aquel dado por Hugo Chávez luego de la derrota de la rebelión cívico-militar, dirigida por él en 1992. Lo que ha dado confianza al pueblo en la promesa de que habría habido otra ocasión (el “por ahora”). Luego, confiando en la teoría como guía para la acción, es necesario mirar más allá de las palabras, la propaganda, la adulación y el dogmatismo: mirar a los programas, a la dirección a tomar y también a los obstáculos.
El mercado capitalista determina la vida del planeta, penetrando también las decisiones y las conciencias de quien quisiera derrotarlo. Tenerlo a distancia cuando se ha puesto fuera de la ley la burguesía y se ha instaurado un estado socialista, es difícil: de esto lo sabe Cuba. No dejarse condicionar y devorar cuando se han afectado sólo parcialmente las relaciones de propiedad, como en Venezuela Bolivariana, es un desafío titánica. Lo que ha pasado en Nicaragua enseña. Si a tener los cordones de la bolsa son el Fondo Monetario y las grandes empresas multinacionales, que quieren ver crecer a toda costa sus beneficios si invierten en una país, se considerará imprescidible hacer pagar muchos impuestos al pueblo para “cubrir el presupuesto”. Y a un gobierno que no quiere ceder pero que no goza de plena soberanía, no le queda que probar a escoger el mal menor.
Surgen entonces los buitres disfrazados de mediadores: cuando es necesario las jerarquías eclesiásticas, como si fueran fuerzas neutrales. Como si no hubieran tenido una parte activa en el hundimiento de la revolución sandinista, arrastrando primero la libertad de las mujeres y aquella de los trabajadores. Aparecen palabras vacías, ambiguas y navegadas: pluralismo, diálogo, multipartidismo… Como si en los países capitalistas que hacen mercado no sirvieran de nada para las peores injusticias de la democracia burguesa. Alguien recuerda a Grecia y las tenazas económico-financiera en la que sus esperanzas de rescate han caído?
Sombran igualmente oscuras sobrevuelan en Venezuela bolivariana. Venezuela – lo repetimos – es una trinchera, concreta y simbólica. Es la esperanza que el empeño sin reservas de Lenin, de Gramsci, de Chávez y de quien ha dado la vida por la revolución, no se pierda como un grito en la oscuridad: aquella del 20 de mayo no es una simple cita electoral. La victoria de Maduro tiene que ver con todos nosotros. El aporte de los revolucionarios europeos implica asumir responsabilidades por lo que no hemos hecho y por lo que no sabemos hacer. No podemos quedarnos indiferentes. Nadie puede creerse “inocente”.
Traducción Gabriela Pereira

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