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Luego de su misteriosa destitución, cuando concentraba al menos tres
cargos de alto rango (Presidente de BANDES, secretario ejecutivo de FONDEN, y
Viceministro para Europa), Temir
Porras reaparece distribuyendo un artículo titulado “¿Qué hacer en esta etapa de
la Revolución?”
En este muy difundido escrito, el ex-delfín utiliza la atractiva palabra “pragmatismo” cuando se refiere a la política económica que se debe llevar a cabo para, curiosamente, salvar a la revolución. Frecuentemente, se ha utilizado este término para justificar el acercamiento de la izquierda con el pensamiento dominante en economía. De ahí que resulta fundamental hacer algunas observaciones, para comprender el papel de este concepto como instrumento de seducción ideológica.
Primero. Los gobiernos progresistas o los procesos revolucionarios,
de nuestro continente, deben encender sus luces de alerta cuando algún ungido
empieza a hablar de pragmatismo. De seguro tal gobierno terminará siendo una
caricatura, que muestra un “socialismo moderno” y eficiente pero como buen
gerente del neoliberalismo camuflado. Desde comienzos del presente siglo, los
economistas neoliberales, para justificar sus propuestas y enfrentar las duras
críticas que se la hacían, optaron por justificar sus contrabandos ideológicos
con el argumento del pragmatismo.
Pragmatismo, en el fondo, era dejar de lado los esfuerzos de disminuir la
dependencia de las economías de la región, fortaleciendo sus mercados internos,
creando mecanismos para reorientar el ingreso de las exportaciones hacia la
reducción de las brechas sociales y la construcción de infraestructura; el
pragmatismo implica no complicarse con propuestas que se le opongan a las
recomendaciones del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, o a los
avezados asesores de los Bancos de Inversión. La palabra pragmatismo se esgrimió
para introducir la razón práctica, para aceptar pasivamente que no había
posibilidad de manejar soberanamente los recursos naturales; aceptar que no se
puede hacer nada con el status quo del capitalismo internacional y sus reglas de
juego para optar a ser países exitosos
económicamente.
Segundo. Que alguien empiece proponiendo el pragmatismo como solución a la confrontación social, que implica atreverse a ser irreverente con el capitalismo, no es propio del proceso bolivariano y chavista. Esto es un tema ya viejo en América Latina, con aterrizaje reciente en Venezuela.
Segundo. Que alguien empiece proponiendo el pragmatismo como solución a la confrontación social, que implica atreverse a ser irreverente con el capitalismo, no es propio del proceso bolivariano y chavista. Esto es un tema ya viejo en América Latina, con aterrizaje reciente en Venezuela.
Aquí llegó con la conversión del candidato de la MUD en las elecciones de
2012, cuando Radonsky sufrió una repentina (oportuna) transformación
(conversión) producto de la mercadotecnia política y se declaró progresista, al
estilo de Lula, y con la consiga positivista de (orden) y progreso. Con ello
trató de minar el apoyo popular al Comandante Chávez, creando confusión en el
lenguaje y en el mensaje. Pero no podemos negar que los asesores
comunicacionales de turno del lado chavista, cayeron en la tentación del
pragmatismo, los consejos bien remunerados de Ramonet produjeron una estrategia
de captura de votos condimentada con el ritmo del reggaetón y dirigida a obtener
votos sobre la base de la antigua percepción que tienen los europeos de
nosotros: “caribeños tropicales y rumberos”….”buenos salvajes pues”…
Tercero. El pragmatismo en los llamados gobiernos progresistas
ha devenido en Presidentes que dan buenos discursos, pero de hecho se mantienen
secuestrados por Ministros de Economía o Presidentes de Banco Centrales que “son
simpáticos para los mercados” y llevan a cabo una política económica que
favorece a los grupos económicos criollos y extranjeros. Es el caso de gran Pepe
Mujica, que tiene un dominio de la palabra poético e irreverente, que nos
deleita con su radicalidad en el discurso… sin embargo, muchos saben que, desde
Tabaré, quien gobierna verdaderamente -la economía- es Danilo Astori, el
Vicepresidente actual y el Ministro de Economía del primer Gobierno del Frente
Amplio.
Astori, un economista que, de ser un ilustre izquierdista, se transformó en
un economista formal, altamente derechista en política económica. Mientras
Mujica amaba a Chávez, Astori odiaba todo el aire revolucionario que venía de
Venezuela (no así los petrodólares). Otro caso interesante es el del Brasil de
Lula da Silva, quien en la mayor parte de su gobierno mantuvo a un Presidente
del Banco Central, con una concepción de la política monetaria y económica que
tenía como admiradores al FMI, al Banco Mundial y a toda la Banca de Inversión.
Todas estas hienas se sentían orgullosos de Henrique Mierelles (así se llamaba
el presidente del Banco Central, y uno de los hombres que llegó a tener gran
influencia), quien disfrutaba de una jugosa jubilación del Bank Boston.
Mierelles, mientras estuvo en el Banco Central de Brasil puso de moda la
práctica de ignorar abiertamente las propuestas de integración financiera, como
el Banco del Sur y todo lo que le oliera a chavismo.
El contagio pragmático llegó hasta la acosada Cuba, cuando una élite
seducida por el pragmatismo ibérico, en pleno disfrute de “las mieles del poder”
(Como lo escribió el propio Fidel) quería provocar una salida a la modernidad al
precio de las 30 monedas de oro de aquél suicida bíblico. Menos mal que la
cubana es una revolución –empobrecida- pero muy seria y, en el 2009, logró
develar las verdaderas intenciones de estos pragmáticos. Recordemos lo que en su
oportunidad escribió lapidariamente Fidel Castro:
“Jamás subestimé la inteligencia humana, ni la vanidad de los hombres.[...]
No se ha cometido injusticia alguna con determinados cuadros. Ninguno de los dos
mencionados por los cables como más afectados pronunció una palabra para
expresar inconformidad alguna. No era en absoluto ausencia de valor personal. La
razón era otra. La miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno,
despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno. El enemigo
externo se llenó de ilusiones con ellos, traicionó la revolución cubana.”
Pragmático decidió ser el progresismo en Chile, que luego de enfrentar a
Pinochet y bajo el terror de la sombra militar-empresarial, han compartido el
poder con la derecha, ganándose la calificación de ser “los socialistas mejores
administradores del neoliberalismo”.Y si echamos una mirada al viejo continente,
especialmente en España y en Francia, veremos cómo ha estado plagado de ejemplos
de socialistas pro-capitalistas.
En Perú, en 2011, Ollanta Humala logró capitalizar el descontento social de
un país que suele ser presentado como ejemplo de políticas económicas que lo
mantienen en un crecimiento permanente y con baja inflación, pero con una
miseria constante. En esta segunda oportunidad electoral, Humala buscó asesores
brasileros del PT, cambió de imagen, pactó con el ultraliberal Mario Vargas
Llosa (quien se tuvo que tragar las palabras que había dicho en plena campaña
electoral, cuando sentenció que elegir entre Keiko Fujimori y Ollanta Humala,
era como elegir entre el cáncer y el SIDA) y logró ganar.
Ya como Presidente, no dudó en ratificar al presidente del Banco Central,
el economista Julio Velarde, un ortodoxo neoliberal. De ahí en adelante, Ollanta
Humala se ha empeñado en demostrar que es un presidente que le debe caer bien a
“los mercados”.
Moraleja: el pragmatismo convierte a los líderes que proclamaban
revoluciones en integrados candidatos que buscan afanosamente ganar elecciones,
no importa que pacten con el mismo diablo. ¡Huele a azufre! Diría el Comandante
Chávez…
Cuarto. Los pragmáticos logran convertir a los gobiernos
progresistas y revolucionarios, en los ejecutores del trabajo sucio en política
económica, quienes facilitan el camino a los candidatos de derecha (en nuestro
continente el caso Chile con el ascenso de Piñera y en la Europa, los
socialistas españoles). Los pragmáticos terminan aplicando políticas económicas
de ajustes que afectan a los trabajadores. Esto le hace perder popularidad al
gobierno progresista, y por tanto las elecciones. Los electores totalmente
confundidos no logran diferenciar entre la derecha y la izquierda, porque la
política económica es, en ambos casos, de derecha. El derrotado gobierno
“progresista” pierde apoyo y termina entregando la banda presidencial a un
presidente empresarial.
Quinto. Es una gran mentira que ser pragmático es sinónimo de
eficiencia política, desprendiéndose de cualquier complicación teórica que
obstaculice el avance de la razón y la eficacia. Es falso la dicotomía entre la
razón práctica y la razón teórica, entre decisiones prácticas frente a
decisiones teóricas. Tengan la seguridad que cuando Monsieur Porras, u otro
autoproclamado pragmático, propone soluciones en el campo de las políticas
económicas, tales están cargadas de visiones, sesgos ideológicos y conceptos
bien elaborados. En América Latina, los pragmáticos en economía sueles estar
armados de la artillería conceptual que manejan los organismos financieros
internacionales y la banca de inversión.
Tenga cuidado, que el pragmático no le dará argumentos conceptuales sobre
la bala que le va a disparar, simplemente disparará.
*Colectivo El Lumpen