30 de abril de 2015

FEDECÁMARAS, ANTRO DE LA SEUDOBURGUESÍA HEMATÓFAGA Y CRIMINAL



La actual situación económica de nuestro país, episodio más de la crisis permanente del capitalismo que se impuso en estas latitudes, ha desnudado comportamientos de clase producto de su formación histórica, pero que habían permanecido latentes por ausencia de coyuntura para mostrarse en todo su esplendor.  O quizá, patentizados estaban, pero los parámetros de discusión política eran otros, los efectos de la situaciones caían en una sociedad destacadamente distinta, y las soluciones administrativas aplicadas difieren esencialmente de cualquier decisión gubernamental de otra época.  Y en esta llamada crisis (en los de la lengua y en los diccionarios especializados “crisis” tiene significados para todos los gustos e intereses) entre otras evidencias impúdicas, advertimos de nuevo la falacia histórica de la existencia de la burguesía en la estructura de clases del país, mentira sostenida sobre la base de groseras complicidades analíticas.
Una de las manifestaciones más evidentes de la apropiación indebida por parte de una clase social del apelativo “burguesía”, es que quienes dicen serlo, no producen nada, sino que se han comportado históricamente como dípteros de la renta y, como en ese orden de insectos, al succionar inoculan gérmenes que infectan la economía en su conjunto.  De su necesidad de mimetizarse proviene la exigencia de que se les denomine y se les trate como burguesía, bastardeando la historia económica para explicar su presencia; por eso nos proponemos, en grandes trancos, de memoria, y usando uno de los caminos para hacerlo, negar su nacimiento en los momentos cuando la industria aparece o desaparece del panorama económico del país.  ¿Importa?  ¡Me parece!   Aceptar su simulación ha entorpecido el análisis y, por tanto, el diseño de políticas económicas, el tratamiento respecto al derecho que dicen tener sobre las divisas generadas por el sector público, en ese sempiterno papel de país productor de dólares que deben retornar lo más rápidamente posible a los circuitos financieros del mundo capitalista.  La aceptación de su existencia ha servido hasta para plantear alianzas con ella, en esa necedad de seguir rigurosamente los esquemas del materialismo histórico y quemar las etapas que se deben superar para alcanzar las condiciones objetivas para la revolución. 
  
Estudiar el “proceso” de industrialización de los países colonizados, con las herramientas teóricas utilizadas para hacerlo donde se dieron las revoluciones industriales –los países colonizadores imperialistas– es una aberración que puede deberse a objetivos ideológicos concretos, complicidad o ignorancia supina…  y todas estas modalidades de análisis las hemos sufrido.  Hacerlo desde otra óptica es posible cuando el objetivo político escogido es el otro lado de la tortilla, y así nos lo proponemos, en unos pocos artículos de aparición semanal, cortos para que sean más digeribles, donde se irá desmontando lo más chapucero de la explicación del surgimiento de la burguesía en el proceso histórico y su actuación como clase.  No será un tratado, sino un ensayo esquemático de la historia en función de la existencia o no de la burguesía como clase, ejercicio libre de exposición histórica, necesariamente esquemático, cualidad que puede disminuir si se produce interactividad con los lectores.  Las opiniones diferentes o la necesidad de explicación o ampliación, pueden establecer un diálogo que enriquezca el análisis y derrote el esquematismo previsto; es decir, la dirección que tomará esta pequeña serie de artículos no está definida rígidamente, y bien puede ser la que los lectores sugieran.  
Para demostrar la necesidad y utilidad de la participación, basta con enunciar aspectos del análisis histórico cuya discusión no se ha hecho o se aplazó cuando una vez se tuvo mayor interés en ello.  Esta parálisis analítica puede explicarse por la adopción de la “modernidad”, que atentó contra la periodización de la historia de los países, banalizó las profundas diferencias de los procesos históricos, creando un análisis “global”, en el cual prevalecen las semejanzas, sin considerar tiempo, espacio, particularidades ni objetivos del estudio.
Y como tenemos que iniciar el tema de algún modo, afirmo que en la época de la primera  revolución industrial, generadora por antonomasia de burguesía, estábamos bajo el colonialismo de España, donde no se dio tal revolución y, todo lo contrario, la afectó  negativamente, entre otras cosas no estructurales, por la disputa por las colonias planteada por las potencias donde se daba la RI; en el caso de lo que sería Venezuela, sufrió la pérdida de una provincia entera y lotes de otros territorios.  Los modos de producción hegemónicos eran precapitalistas, porque eso del “capitalismo colonial” fue un camelo histórico para enderezar teorías a mandarriazos, sin considerar que al capitalismo en su desarrollo le ha convenido la existencia de áreas subsidiarias bajo regímenes de producción precapitalistas.  Por muy capitalista que fuera el mercado donde se realizaba el contrabando de introducción y al que se destinaban los productos de exportación, la producción se realizaba sobre relaciones de trabajo precapitalistas, con coherentes estructura de clases e ideología.  Así que, hablar de existencia de burguesía en la época colonial es un exabrupto. 
Nos veremos la próxima semana, mis amigos.