25 de mayo de 2016

En lista de espera

El Espejo

1) Se necesita ser un imbécil --completamente desconectado de la realidad-- o estar involucrado en la conjura para no tomar conciencia de los riesgos que se abaten sobre Venezuela. Desde hace tiempo se ha desatado contra el país una estrategia subversiva promovida por la derecha interna e internacional, que cobró cuerpo a partir de la elección del presidente Nicolás Maduro. Con motivo de este hecho, se acentuó la ofensiva de esos sectores que consideraron que la muerte de Hugo Chávez brindaba la oportunidad de arremeter contra el proceso bolivariano, presuntamente debilitado por la desaparición de su máximo líder. Es la razón por la cual el mandato de Maduro quizá sea el más acosado de nuestra historia reciente. El que ha estado sometido a una acción permanente, orquestada por el gobierno norteamericano; por las grandes corporaciones y empresas transnacionales y por la agresividad de una oposición que, a medida que el tiempo transcurre, ha sido incapaz de insertarse en el ejercicio de la legalidad democrática.

2) Este accionar contra el gobierno legítimo y constitucional de Maduro por grupos de poder hegemónico, emplea un ataque ilimitado de eventos psicológicos, sociales, económicos y políticos, cuyo sustento es la nueva doctrina de guerra no convencional, sin límites e irrestricta. La aplicación de esta forma de agresión provoca graves dificultades al normal ejercicio del gobierno, con lo cual se alcanza parte de los objetivos políticos trazados. Tal es el caso de la votación obtenida por la oposición el 6-D que le permitió controlar la Asamblea Nacional. Esta estrategia conspirativa, impunemente adelantada en el marco de la institucionalidad, cuenta con el apoyo y participación de actores internos y externos como lo demuestra la realidad cotidiana, y con la colaboración de quintas columnas infiltradas en la estructura del Estado y del gobierno.

3) Los eventos de los últimos meses, protagonizados por la oposición con repercusión internacional, cuyos fines apuntan al derrocamiento de Maduro, hacen presumir que el país se aproxima al momento culminante del plan conspirativo. Es en esa perspectiva como se explica la lectura que los dirigentes opositores le dan al referendo revocatorio. No de un acto democrático, inscrito en lo que es la participación que consagra la Constitución del 99, sino como la oportunidad de revocar --sin razón legal de peso que lo justifique-- el mandato de quien está en Miraflores con el apoyo de más de siete millones y medio de sufragios. La actual ofensiva, afuera y adentro, lo confirma plenamente.

4) Para la oposición --y para su máximo operador, el gobierno de los EEUU-- el revocatorio es el instrumento apropiado, que responde perfectamente al concepto de “golpe blando” o “golpe institucional” hoy en boga en la región. Por eso la desesperación que se manifiesta tanto en la oposición interna (cipaya), como en aquellos que la monitorean desde afuera. La urgencia de que el revocatorio se efectúe este año no responde a una respetable reivindicación de lo que dispone la Carta Magna, sino a la inquietud que provoca en el ánimo de la oposición la posibilidad de que el gobierno de Maduro se recupere de los efectos de la guerra económica con los planes que adelanta. Además, porque el deterioro de la política opositora es tan evidente que la hace temer un resultado electoral adverso en otras circunstancias. Pero lo que en realidad pesa más en el cogollo dirigente de la MUD es que cambie el momento para actuar y que la otra opción, el golpe que combine violencia en la calle con apoyo militar, también se esfume. Lo que seria muy grave para aquellos que, en el colmo de la histeria por el derrocamiento de Dilma Rousseff, consideran que una vez consumada esta felonía ahora le toca el turno a Maduro, es decir, a Venezuela, que estaría en la lista de espera.