Por Guadi Calvo* / Resumen Latinoamericano/ 12 de enero 2018 .-
Foto: Los refugiados rohingyas se ven obligados a usar balsas construidas con todo tipo de material para cruzar el río Naf hacia Bangladesh. Foto: ACNUR / Andrew McConnell
Casi 700 mil, del millón doscientos mil, que componen la minoría musulmana rohingyas de Birmania, llegaron a Bangladesh, tras la represión iniciada en agosto último.
Los rohingyas
que llevan siglos establecidos en el estado birmano de Rakhine, no son
reconocidos como ciudadanos por las autoridades y son mantenidos en un
extraño status de inmigrantes, obligados a vivir en ghetos y en campos
cuasi de concentración, sin ningún tipo de derecho ciudadano, en estos
últimos seis meses, una nueva campaña ordenada por el gobierno en las
sombras de la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, busca la “solución final al problema rohingyas”.
Con un número indeterminados de muertos (entre los que se incluyen a cientos de niños), torturados y desaparecidos, los rohingyas
han sido expulsados de sus aldeas, y más allá de formalismo técnicos,
no tienen derecho al retornar ya que sus tierras y sus pueblos, han sido
devastados por el Tatmadaw, el ejército birmano, junto a unidades paramilitares, compuestas por fundamentalistas budistas del grupo 969 y el ultranacionalista e islamofóbico Ma Ba Tha, (asociación patriótica de Myanmar).
La
actual crisis, que remite a otras anteriores como la de 2012, no
consigue que la comunidad internacional resuelva soluciones de una vez y
para siempre la compleja situación, declaraciones de circunstancia,
asemeja a ese pueblo a los palestinos, los kurdos, los saharauis o los
tuareg.
En
procura de ocultar en lo que se pueda el genocidio, que se encuentra en
pleno desarrollo, las autoridades de Naipyidó, están llevando a cabo
una rigurosa censura a la prensa, de la que no se libran siquiera
representantes de medios occidentales. Además de haber negado a otorgar
autorización para llegar al lugar del conflicto a periodistas la veda se
extiende también a diferentes ONGs, funcionarios de las Naciones
Unidas, grupos de ayuda y enviados de gobiernos extranjeros.
Tras
ser arrestados el 12 de diciembre último se acaba de conocer que la
fiscalía birmana ha presentado cargos contra los periodistas de la
agencia británica Reuters, Wa
Lone y Kyaw Soe Oo, por el incumplimiento de una ley de secretos
oficiales, por lo que le podría caber hasta catorce años de prisión.
Ambos periodistas fueron detenidos tras asistir a una cena, a la que
fueron invitados por miembros de la policía, en cercanías de Rangún, la
antigua capital del país. En la acusación se hace constar que los
hombres de Reuters
tenían documentos “secretos”, posiblemente entregados por alguna fuente
policial, en la que se detallaban algunas de las acciones del Tatmadaw, contra la minoría musulmana.
La profundización de la represión, en Birmania está llevando a algunos sectores de la comunidad rohingyas,
tanto a los que ya viven en el exilio, no solo en Bangladesh, sino en
otros países musulmanes, como a que los que todavía permaneces en
Birmania a optar por una respuesta armada.
Si bien ya se habían registrado algunos ataques del Ejército de Salvación Rohingya de Arakan (Arsa), conocido también como Harakah al-Yaqin
(Movimiento de la Fe), fundado en 2012 y acusado de haber asesinado en
octubre pasado a nueve policías birmanos, nunca ha tenido una fuerte
presencia en la comunidad rohingyas.
Y hasta ahora ha carecido de medios para equiparse y montar operaciones
de relevancia, contra un ejército como el birmano, un estado en sí
mismo con gravitante peso político, altamente preparado y armado, ya que
desde hace décadas afronta varios conflictos internos con diferentes
guerrillas separatistas, marxistas y pro chinas.
La
represión iniciada en agosto pasado, tuvo como excusas castigar,
ataques contra algunos puestos policiales por elementos supuestamente
vinculados al Arsa. No sería extraño que dichos ataques se hayan enmascarado, para justificar las acciones posteriores del Tatmadaw. Ahora existen indicios ciertos que la emboscada
a una patrulla del ejército en la mañana del viernes 5 de enero,
próximo al pueblo de Tarein, en el distrito de Maungdaw, contra un móvil
militar, si haya sido ejecutada por el Arsa.
Unos
10 milicianos, hicieron denotar de manera remota, varios explosivos de
fabricación casera, al pasó de la unidad militar en la que viajaban un
oficial y media docena de soldados. El grupo atacante cubrió su retirada
con ráfagas de ametralladoras, hiriendo a varios soldados. Es
importante consignar que en esa misma provincia actúa uno de los tantos
grupos insurgentes de Birmania conocido como Ejército de Independencia de Kachin (KIA) que se desplaza por toda la región noroeste del país.
El grupo Arsa
liderado por Ataullah abu Ammar Junjuni o Ata Ullah, nacido en Karachi,
Pakistán y educado en la ciudad de La Meca, Arabia Saudita, ha
reiterado que no está vinculado a ninguna organización fundamentalista, a
estilo del Daesh o al-Qaeda
y que su objetivo es resistir a los constantes ataque del ejército
birmano, aunque existen sospechas que está recibiendo financiación de
parte del reino saudita.
Más
allá de las negativas del poderoso general Min Aung Hlaing, quizás el
verdadero poder de Birmania, de que el ejército no ha cometido las
atrocidades de lo que se lo acusan, esta misma semana fuentes oficiales
del Tatmadaw, han reconocido, que se han detectado al menos a cuatro miembros de las fuerzas de seguridad responsable de la muerte de unos diez rohingyas
en el pueblo Inn Din próximo a Maungdaw. Aunque se estima que solo en
el primer mes de represión se produjeron unos 6500 muertos de ellos 730
menores.
Las acusaciones de Birmania contra los rohingyas,
posiblemente se deba al intento de debilitar sus posturas ya que el
próximo día 23 comenzaran las discusiones para establecer un organigrama
de retorno a los rohingyas hoy refugiados en Bangladesh.
Un cierto tufillo a petróleo.
No es necesario escarbar demasiado para descubrir que el pueblo rohingya
ha quedado prisionero de una disputa internacional que excede a ellos
por mucho y que la crisis que hoy sufren, ha sido manipulada desde
lugares muy lejanos a sus aldeas.
En
2004, se descubrió un enorme yacimiento de gas natural, a quien se
denominó “Shwe” por el general Than Shew, presidente del país entre 1992
y 2011, en la Bahía de Bengala, frente a las costas de Rakhine. En
2009, la Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC) comenzó la
construcción de dos oleoductos, terrestres, uno de gas y el otro de
petróleo, de unos 1200 kilómetros, que cruza tierras el estado de
Rakhine
hasta la provincia China de Yunnan. Fueron terminados en una primera
fase en 2014 y se espera para este año finalizarlo en su totalidad. Los
intereses chinos en esos oleoductos son claves, de ello las tibias
respuestas frente al genocidio rohingya.
Por
su parte Estados Unidos y de Arabia Saudita, siguen operando en contra
de este proyecto. No es casual que Riad haya dispuesto la construcción
de casi unas 600 mezquitas y madrassas wahabitas
en Bangladesh, con una inversión que supera los mil millones de
dólares, lo que sin duda tal como ha sucedido en Afganistán, Pakistán o
Nigeria, este tipo de escuelas coránicas o madrassas
se convierte en fábricas de jóvenes fundamentalistas listos a tomar las
armas en nombre de Allah. Se ha conocido que el magnate George Soros,
están presionando a las empresas hindúes que también son parte de
proyecto, para que lo abandonen.
La
irrupción del fundamentalismo islámico en Birmania retrasaría en mucho
los planes de Beijing, quien necesita de manera desesperada, de una vez
por todas resolver su cuestión energética, para entonces arrebatar de
manera palmaría el liderazgo económico a los Estados Unidos. Sin la
seguridad de un flujo constante de petróleo y el gas, vital para sus
planes industriales, ese destino es inalcanzable.
Estados Unidos, y su socio saudita lo saben y pugnaran por impedirlo y si es al costo de enviar al pueblo rohingyas a una lucha, para ellos absolutamente genuina y vital, lo harán, aunque el resultado sea el holocausto definitivo.
Estados
Unidos está intentado detener la cada vez más inflúyete presencia china
en el sudeste asiático y para ello, presiona al gobierno de Aung San
Suu Kyi, cuya toda su carrera política la hizo al amparo de Washington y
Londres, tal como lo hizo con el presidente filipino Rodrigo Duterte,
que cuando se estaba acercando tanto a Rusia y China, para escapar del
control norteamericano , prácticamente de la nada estalló el largo y
desgastante conflicto de la toma de fuerzas vinculadas al Daesh, de la ciudad de Marawi, una batalla que duro más de 150 días.
Nada
de todo este complejo entramado político, financiero y militar que
disputan las naciones más poderosas del mundo, evita que cada días
cientos de miles de rohingyas,
refugiados en Bangladesh deban batirse en solitario, contra el hambre,
las enfermedades, el miedo y la desesperación, sabiendo que ya es
demasiado tarde para todo.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
Foto: Los refugiados rohingyas se ven obligados a usar balsas construidas con todo tipo de material para cruzar el río Naf hacia Bangladesh. Foto: ACNUR / Andrew McConnell