Cervantes

Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté.

MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha.

30 de abril de 2022

Ofensiva antisindical y expoliación laboral en Estados Unidos (1ra Parte). Por Fernando M. García Bielsa

 

 30 ABRIL, 2022


Durante dos siglos el sistema capitalista de una nación poderosa y en expansión ha dirigido buena parte de sus empeños a dividir a los trabajadores, abaratar la fuerza de trabajo y destruir a los sindicatos, el uso común de rompehuelgas, reprimir a sangre y fuego sus más combativas agrupaciones, cooptar y corromper muchas de sus esferas dirigentes y del sindicalismo amarrillo, y lograr incluso que una parte de ellos apoyaran las políticas imperiales.

Por otro lado, el movimiento sindical raramente es considerado hoy como una voz de avanzada o como un aliado consistente de los movimientos sociales progresistas.maxresdefault

ESTADO ACTUAL GENERAL

El movimiento sindical en Estados Unidos está bajo asedio, y así lo ha estado con particular dureza en los últimos 50 años. No obstante y ante múltiples obstáculos y desventajas, hay varios desarrollos y hechos recientes que muestran su vitalidad. Asimismo, el apoyo público a los sindicatos aumentó a un punto alto del 68 por ciento el año pasado, lo cual paradójicamente coincide con que la tasa real de afiliación a los sindicatos ha continuado su descenso de setenta años.

Unos 165 millones de personas componen la fuerza laboral de ese país de más de 330 millones de habitantes. Casi dos tercios de ellos tienen algún grado de enseñanza superior básica.. Del total de trabajadores estadounidenses solo algo más del 10% integra las filas sindicales, o sea, unos 16,3 millones de trabajadores

Pertenecen a un sinnúmero de organizaciones sindicales, muchas de base local o regional. Entre las distintas formas de organización están los sindicatos gremiales o por oficios, y los llamados sindicatos o uniones industriales o ramales. Varias decenas tienen alcance a los largo del país. El Departamento de Trabajo identifica 30 que todavía tienen 100,000 miembros o más. Se destacan los sindicatos de la minería, del acero, de la industria del automóvil, los portuarios, de los trabajadores de las comunicaciones, la hermandad de camioneros y conexos, de la industria de maquinaria y aeroespacial; los trabajadores de la salud, los de empleados públicos, la asociación nacional de educadores, etc.,

Mientras que la patronal tiene la ventaja de tratar por separado dentro de una misma empresa con diversos gremios de oficios, por el contrario los sindicatos industriales muchas veces participan en negociaciones de contratos que abarcan múltiples empleadores dentro de una rama de la economía o sector laboral.

Y en conjunto, alrededor de dos tercios de los trabajadores de entre 18 a 64 años de edad y cubiertos por un contrato sindical son mujeres y/o personas de color. O sea, el 42 por ciento son mujeres y más de un tercio son trabajadores negros, hispanos, asiáticos u otros no blancos.

Las divisiones raciales profundas que afectan el país se manifiestan en el seno del movimiento obrero. Los trabajadores en Estados Unidos siempre han estado agrupados y estratificados según la raza, el origen étnico y el género, con los sectores no blancos ocupando los niveles inferiores de esa estructura jerárquica.

A finales de los años 1970s los salarios de la clase obrera se desvincularon de la producción y se estancaron. Se estima que más de $47 millones de millones de dólares de los salarios de la clase media y trabajadora se han extraído del 90% inferior de los asalariados y se han redistribuido desde entonces al 1% de los estratos sociales de mayores ingresos.

Durante la pandemia, los accionistas de 22 de las principales empresas estadounidenses se enriquecieron en $1,5 millones de millones de dólares, mientras que los trabajadores de esas empresas recibieron menos del 2 % de ese beneficio.

Unos 53 millones de trabajadores de entre 18 y 64 años son considerados como de bajos salarios. Casi la mitad de ellos se agrupan o corresponden con diez ocupaciones, tales como comercio al detalle, cocineros y preparación de alimentos, personal de limpieza y trabajadores de la construcción. Más de la mitad de todos los nuevos puestos de trabajo creados son en empleos de servicios con bajos sueldos.

Por otra parte, según las estadísticas oficiales unos 6 millones se encontraban desempleados en febrero 2022. Son estadísticas que bastante esconden la realidad. Se consideran en esa condición solo aquellos quienes han estado activamente buscando trabajo durante las anteriores cuatro semanas. O sea, las cifras de desempleo generalmente reflejan tres o cuatro veces menos del número real de desocupados.

El panorama de presenta más dramático cuando junto a lo anterior consideramos que hay millones de personas que trabajan a tiempo parcial pero desearían contar con trabajos a tiempo completo, así como el hecho conocido de que la mayoría de los nuevos empleos que se crean pagan bajos salarios.

El seguro de desempleo de los Estados Unidos normalmente es una protección débil contra la adversidad: muchos trabajadores no están cubiertos. Para una mayoría la pérdida del empleo ocasiona también perder el derecho al seguro de salud.

Estados Unidos es la única nación industrial avanzada que no tiene leyes nacionales que garanticen la licencia de maternidad paga. También es la única economía avanzada que no garantiza a los trabajadores vacaciones, pagadas o no, y el único país altamente desarrollado (aparte de Corea del Sur) que no garantiza días de enfermedad pagados.

A mediados de los años 1950s los sindicatos eran relativamente poderosos y los salarios aumentaban a la par con la economía. Pero previo al comienzo del decenio de 1970 se había producido el fin del consenso de posguerra en las relaciones obrero-patronales, y además se imponían con fuerza la globalización y las políticas neoliberales. Se acelera la disminución de la membresía sindical: de un 35% hace 60 años a un 10% en la actualidad; y a un mero 6% en sindicatos del sector privado. Menos del 1% de los trabajadores agrícolas pertenecen a algún sindicato.

Desde la perspectiva de buena parte de la élite capitalista, nuevas circunstancias económicas y la afectación de sus tasas de ganancias exigían reajustes en los niveles de vida y acciones para limitar aún más el poder del movimiento obrero organizado.

Los cambios en la economía – tales como la creciente competencia global, la movilidad y recolocación geográfica del capital, los cambios tecnológicos y la financiarización, la transición de la economía manufacturera a una economía de servicios y el aumento de la contrata de trabajadores temporales y contingentes -, han desempeñado un importante papel en debilitar el movimiento obrero, reducir en más de un tercio en la membresía sindical y han dado pie a tremendas desigualdades en el país.

Numerosos estudios han encontrado que una causa importante de esa creciente desigualdad de ingresos en Estados Unidos es el declive de los sindicatos. La única vez durante el siglo pasado en que la desigualdad de ingresos se redujo sustancialmente fue entre 1940 y 1970, cuando los sindicatos contaban con mayor poder y prominencia.

Por lo antes dicho y en lo que indicaremos en lo adelante se explica en parte el deterioro que ha sufrido el movimiento obrero organizado en ese país.

Contra el movimiento obrero y los trabajadores pesa el fardo de todo un entramado de más de cinco décadas de políticas neoliberales y antisindicales: restricciones de la intermediación sindical y en general de las organizaciones obreras; legalización de trabajos precarizados y descenso de los salarios públicos; marginación del mecanismo keynesiano de indexación de salarios ligado a la productividad; creciente sustitución de la productividad por la competitividad (como medidor de la efectividad de la dominación y explotación capitalistas en los procesos productivos).

Asimismo, en los últimos decenios se manifiestan o se agudizan varios factores y obstáculos para la organización de los trabajadores, así como medidas para reducir derechos adquiridos en décadas anteriores. Entre otros nos referimos a:

– La desaparición de empleos por el traslado masivo de empresas y puestos de trabajo al exterior y debido al rápido avance de los procesos de automatización; reducción de la afiliación sindical y el correspondiente debilitamiento del poder de negociación colectiva y para defender a nivel político sus derechos; la prevalencia de débiles u hostiles leyes laborales, mientras que las agencias encargadas de hacer cumplir la legislación laboral se muestran incompetentes o ven recortados los recursos que se le asignan.

– Barreras de diverso tipo para la formación o el accionar de los sindicatos, exclusión de acceso y hostilidad hacia los organizadores en muchos centros laborales; divisiones al seno del movimiento, una parte del cual todavía se organiza por gremios y por oficios –lo que fragmenta o impide la negociación colectiva-; donde no pocas dirigencias son cooptadas o se adscriben al concepto de identidad de intereses obrero-patronales.

– Asignación de escasos recursos para nuevos esfuerzos organizativos por parte de muchos sindicatos; en contraste con los grandes recursos que las patronales dedican para influir en la política, sobre el Congreso y las legislaturas estaduales,

– Repetidos dictámenes pro empresariales de la Corte Suprema y en todo el sistema judicial, incluyendo darles el derecho a la patronal de evadir el arbitraje en cortes cuando se violan derechos laborales en sus empresas, etcétera.

La ejecución de políticas neoliberales se hizo más evidente a partir de las administraciones de Nixon y Carter. Reagan recogió la copia demócrata de la agenda neoliberal y le sacó provecho, reemplazando la retórica del capitalismo con rostro humano por la verborrea arrogante y farisaica del individualismo acentuado, según la cual son la codicia y el interés propio los valores que hay que alimentar. El presidente Clinton acrecentó las políticas económicas neoliberales de los años de Reagan. Tampoco los presidentes Bush, Obama ni Trump se alejaron un ápice de las políticas neoliberales y anti obreras acostumbradas.

Asimismo, ha habido una disminución de los dispositivos de regulación laboral social recogidos en los estatutos del trabajo o desregulación social de los mercados laborales, que corre pareja a la flexibilización de las labores productivas.1

La ley que rige la organización colectiva y la negociación entre los trabajadores tiene poco que ofrecer hoy día a quienes pretende proteger. Por varias razones, la ley actual ofrece pocas esperanzas de revertir la tendencia.

No obstante, según la Oficina de Estadísticas Laborales de los EE.UU., los estadounidenses que pertenecen a sindicatos en ese país ganan en promedio un 17 % más que sus colegas no sindicalizados, con una mediana de $1144 en ganancias semanales, en comparación con los $958 de los no sindicalizados. Tampoco son solo los salarios. Los sindicatos ofrecen aprendizaje y capacitación continua, una carrera sin deudas, una pensión, cierta seguridad en el lugar de trabajo y otras protecciones.

Por lo tanto, no sorprende que el interés por los sindicatos aumenta y la aprobación de los mismos sea la más alta desde 1965. Algunos legisladores han presentado proyectos de ley para empoderar a los trabajadores.

Y, sin embargo, a pesar de este hecho, los estadounidenses no se están inscribiendo para unirse a los sindicatos a un ritmo apreciable. Todo lo contrario: menos estadounidenses que nunca pertenecen a sindicatos, Muchos en Estados Unidos los han considerado una institución moribunda.

El porcentaje de trabajadores estadounidenses que tienen lo que podría llamarse un trabajo seguro, que trabajan al menos 30 horas a la semana y ganan $40,000 al año con beneficios de salud y un horario predecible, es menos de uno de cada tres, y para personas sin título universitario es sólo uno de cada cinco.

Los ingresos hora promedio, luego de ajustados con la inflación, se han mantenido estáticos, mientras que el costo de la vida ha aumentado por sobre el crecimiento nominal de los salarios.

Un efecto en la reducción de los niveles salariales es producido por el considerable arribo de inmigrantes y mano de obra barata, la alta afluencia de mujeres al mercado de trabajo, las debilidades del movimiento sindical y otras causas.

La economía generalmente se ha bifurcado en un mercado laboral que tiene trabajos relativamente mejor pagados y seguros en lo que llamaríamos industrias del conocimiento, que han tendido a experimentar expansión y crecimiento salarial, etc., y trabajos generalmente menos seguros en industrias en contracción o estancadas, donde es considerable el número de personas sin estudios de educación superior.

MUCHOS REVESES LUEGO DE UNA RICA HISTORIA DE LUCHAS OBRERAS.

Estados Unidos ha sido testigo de una muy temprana y copiosa historia de luchas de los obreros estadounidenses en condiciones muy adversas, miles de acciones combativas, sobre todo en el siglo XIX y primeras décadas del XX, o las llevadas a cabo posteriormente en condiciones del macartismo, de la guerra fría y de la globalización neoliberal, buena parte de las cuales no han sido reportadas por los medios de prensa.

La primera huelga que se registró en los EE. UU. tuvo lugar en 1768 cuando los jornaleros sastres protestaron por la reducción de su salario. Veintiséis años más tarde, en 1794, se formó The Federal Society of Journeymen Cordwainers, lo que marcó el comienzo de una labor sostenida de organización sindical entre los trabajadores estadounidenses.

Aun en la actualidad con un sindicalismo mermado, cada mes miles o decenas de miles van a la huelga sin que sea relejado en los medios.

Las reivindicaciones obtenidas y los avances logrados han sido significativos, como muchos han sido los reveses. No existe un record completo de los congresos, huelgas, motines, acciones de todo tipo, organizadas o espontaneas, violentas y no violentas que tuvieron lugar a lo largo del siglo XIX, en la medida que el país creía, y las ciudades devenían sobrepobladas y complejas, con malas condiciones de trabajo, condiciones de vida intolerables, con la economía en manos de banqueros, de especuladores, casatenientes, mercaderes, respaldados por jueces y militares.

Incluso, en determinadas encrucijadas se protagonizaron verdaderas batallas campales, como en el caso de los mineros y otros que, para defender sus reivindicaciones, han debido enfrentar, con armas e instrumentos de trabajo, a la guardia nacional y a todo el poder del Estado, no pocas veces pagando con sus vidas, cuando desde Washington enviaban tropas federales para controlar a los huelguistas, etc.

Es cierto que esas luchas, muy combativas en ciertas etapas, y el grado de conciencia obrera se han mantenido fundamentalmente en el plano de las demandas económicas y no han redundado en la conformación de un partido obrero, séase laborista o socialdemócrata de base obrera, ni el surgimiento propiamente de una conciencia política de clase. Las razones de eso son muy complejas.

Su desarrollo se había visto retrasado o desviado a raíz de distintas condiciones coyunturales, la existencia de fronteras internas abiertas en constante desplazamiento y con nuevas oportunidades, el continuo arribo de inmigrantes de distintos países, fragmentados por oficios y por las distintas lenguas que hablaban; vulnerables a su falta de status legal; y cuando ha existido la hegemonía internacional del capital estadounidense.

En la medida que el país se industrializaba la explotación de sucesivas oleadas de inmigrantes devino un factor crucial. Esas masas trabajadoras se formaron en un ambiente de vulnerabilidad y si acaso se organizaban lo hacían separadamente, en gremios, no solo por oficios, sino según sus idiomas o nacionalidades.

Paradójicamente, el país devenía marcado por la xenofobia, el temor al extranjero y las amenazas del pensamiento radical considerado de matriz europea, todo lo cual ha sido explotado con astucia por la clase burguesa. Esos temores eran alentados por la pluralidad étnica, la competencia entre distintos grupos de inmigrantes, la política patronal del divide y vencerás, y una profunda y casi obsesiva necesidad de los inmigrantes recién llegados de dar pruebas de su “americanismo”. En palabras de Howard Parson: “en el grado en que los norteamericanos no se han sentido seguros de su identidad nacional ellos han sido xenofóbicos”. 2

Repetidamente esas luchas se vieron afectadas por recelos y enfrentamientos entre trabajadores protestantes contra católicos, entre “nativistas” contra inmigrantes, etc. Nuevas y nuevas divisiones étnicas y raciales socavaban la unificación embrionaria de los trabajadores industriales sobre todo en el este del país. Por desgracia las esperanzas que incluso los clásicos del marxismo tuvieron de una transformación política cualitativa de la lucha de clases en Estados Unidos quedaron siempre frustradas.

Desde mediados del siglo XIX y aun antes y durante muchos decenios las agrupaciones obreras siempre fueron blanco de la actividad represiva, de leyes que prácticamente impiden el trabajo sindical organizativo y de un sistema judicial venal y pro corporativo. Ese es el país de las grandes huelgas del 1º de mayo de 1886 a lo largo del país y de los choques violentos subsiguientes y muertes en la plaza Haymarket de Chicago, de los que se derivó el juicio y ejecución de varios de los ocho mártires condenados. Es el país que electrocutó en 1927 a los obreros anarquistas de Boston, Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, después de siete años de prisión y una campaña mundial en su defensa.

Los éxitos organizativos en la década del ´30 y la movilización en tiempo de guerra fortalecieron temporalmente la posición de los trabajadores, pero en 1947, a instancias del empresariado el Congreso aprobó la Ley Taft-Hartley, que estableció barreras para la formación de sindicatos, expandió las prorrogativas de los patronos y permitió a los estados de la Unión poner en vigencia provisiones de “derecho al trabajo” que excluyen la presencia sindical de los centros laborales.

El movimiento laboral en su conjunto está afectado, además, sobre todo en los últimos setenta y cinco, por la existencia de una extensa aristocracia obrera, altos grados de corrupción en algunas dirigencias sindicales y con una filosofía de colaboración plena obrero-patronal que, en muchos casos, deviene en sindicalismo amarillo. La mayoría de los sindicatos son enormemente vulnerables a la presión de los políticos.

Al mismo tiempo, las décadas de 1950 y 1960 estuvieron marcadas por la complacencia entre muchos líderes y miembros sindicales. A cambio de garantías de disciplina industrial y estabilidad, muchos sindicatos ganaron aumentos salariales sustanciales con ajustes por costo de vida, pensiones y generosos beneficios de salud. Dispuestos a conformarse con un sistema de negociación privado y despolitizado.

El sistema bipartidista capitalista estadounidense también ha manipulado a las mil maravillas a las masas obreras y acentuado los cismas culturales existentes en su seno.

Varias de las aristas principales que históricamente han causado división en el movimiento obrero son consecuencia asimismo de esa pluralidad de formas de organizarse, de las cuales se derivan debilidades para defender derechos o lograr buenos contratos colectivos, diversas actitudes respecto a emprender o no el trabajo para organizar a los no afiliados, la inclusión o no los trabajadores temporales o de las minorías no blancas y, en general, hacia la solidaridad inter sindical.

En el marco del auge económico de la post guerra los temas laborales habían sido institucionalizados, en parte sobre la base de la colaboración sindical durante el esfuerzo bélico, la fusión en 1955 del CIO (Congreso de Organizaciones Industriales) con la AFL (Federación Americana del Trabajo), y la depuración McCartista de los comunistas.

Todo ello, junto a un sofisticado aparato de represión, cooptación de dirigentes y división en sus filas dieron al traste con la mayor parte del movimiento sindical independiente y progresista, que acabó siendo marginado por el extendido concepto de la identidad de intereses entre el trabajo y el capital.

Se imponía mayoritariamente lo que algunos denominan sindicalismo empresarial, así como una perspectiva corporativista, como base ideológica y funcional de una estrategia de compromiso de clase con el empresariado mediante la cual los sindicatos proveían paz social a cambio de una porción del ‘pastel económico’.

En ese contexto fue que el movimiento obrero organizado cedió el control de sus fondos de pensiones que son administrados por entidades privadas, lo que es un hecho revelador de la naturaleza, la gravitación y el dominio que ejerce el sector financiero. Muchos de esos fondos de pensiones y aquellos donde se administran los ahorros de millones de trabajadores tanto del sector privado como público – una inmensa cifra de dinero – han terminado siendo invertidos en su casi totalidad en acciones de las corporaciones capitalistas, y son una fuente clave del capital financiero y de las operaciones en la bolsa de valores..

Como ya mencionamos, la ofensiva patronal y conservadora contra el movimiento obrero, principalmente a partir de los años 80s del pasado siglo, la globalización, la deslocalización de los puestos de trabajo, la automatización y un complejo de factores han llevado a la situación actual cuando menos del 10% de los trabajadores están organizados en sindicatos. Pero aun así se abren horizontes y hoy día están produciendo desarrollos interesantes.

[cont…]

1 Alberto Rabilotta, Andrés Piqueras: “1917 – 2017: La revolución y nuestro mundo, 100 años después”, 4 de julio 2017. http://www.alainet.org/es/rticulo/186574
2 Ponencia transcrita en poder del autor.

Venezuela. Piar: la historia que nos habita y que nosotros también habitamos

 

Por Maryuris Soto. Resumen Latinoamericano, 29 de abril de 2022.

La nueva Angostura está de júbilo, un júbilo que trasciende la historia y que viene a convertirse en una suerte de bálsamo a la herida viva que el pueblo guayanés, y también monaguense quizás en menor medida, ha llevado sobre su historia desde el fusilamiento de quien fuera su General en Jefe más querido: Manuel Carlos Piar.

En la Plaza Mayor, hoy Plaza Bolívar de Ciudad Bolívar, el lugar más visitado por propios y extraños es el lugar donde cayó Piar. Al rededor, girando 180 grados sobre nuestros pies, las estructuras físicas que hoy todavía conservan gran parte de la fachada original, nos dan una idea bastante cercana a cómo pudo haber lucido el escenario, el resto lo hicieron los historiadores y algunos cronistas: «Luego del ajusticiamiento de Manuel Piar, un manto de aletargada y silenciosa tristeza cayó sobre Angostura».

En esa misma cuadra, la Casa Prisión de Piar aún conserva el calabozo donde permaneció sus últimos días, la energía que arropa el lugar no es fácil de describir, tampoco el pesar que uno siente al tratar de imaginar y recordar lo que nos han contado de aquel momento.

El 23 de junio de 2021, Diego Sequera, escritor y columnista de esta tribuna, junto a su amigo, también escritor, Gonzalo Ramírez Quintero, conversaron sobre los Significados Esenciales de la Batalla de Carabobo y dedicaron un apartado a la noticia que días antes había anunciado el gobierno del presidente Nicolás Maduro: Piar sería llevado al Panteón Nacional. El tono de esta conversación, la exposición de datos y anécdotas está marcado también por el júbilo de aquel momento, que junto al de hoy, declaración de Piar como Héroe Patrio, es el que sin duda quiero destacar al compartir esta transcripción adaptada de dicha conversación.

Para nuestra memoria, para la memoria de mis nietos, con el gran orgullo que supone ser angostureña, celebro y agradezco estas palabras.

«Guayana es la llave de los llanos, es la fortaleza de Venezuela, Guayana ha sido el centro y refugio de los enemigos, ha sido la fuente que ha derramado la esclavitud en la República. Ella por su posición está en contacto con los países extranjeros y con todo el interior, ella está cubierta y defendida por un muro más fuerte que el bronce; por el Orinoco. Ella, en fin, es el único país de Venezuela que exento de las calamidades de la guerra anterior, nos ofrece recursos para proveernos de lo necesario, el único punto de defensa que podemos elegir, así para establecer nuestros almacenes, como para tener asilo seguro si la suerte nos reduce a último término. La ocupación de Guayana debe ser pues, con preferencia, el objeto de nuestro esfuerzo. Sus ventajas son incalculables, y los males que produciría dejarla a nuestra espalda son conocidas por todo venezolano»: General en Jefe Manuel Carlos Piar al General José Antonio Páez. 1916.

En carta del General en Jefe Manuel Carlos Piar al Libertador Simón Bolívar, fechada en 1917, dice:

«Yo espero que siendo mi proyecto, el de Guayana, tan conforme al bien de la patria, de las intenciones y planes de vuestra excelencia (El Libertador Simón Bolívar ) merecerá su aprobación y la colaboración que pido en las fuerzas marítimas.

«Las ventajas que nos ofrece esta provincia son incalculables, los inmensos caudales de los españoles en ella nos proporcionan los medios para adquirir de los extranjeros elementos militares. Su situación nos da asilo seguro, y la moral pura de sus habitantes, no corrompida todavía, nos permite la organización de un ejército fuerte y valeroso, capaz de libertar la República si Vuestra Excelencia viene a Guayana. Todos estos recursos, manejados por su sabia dirección, adquirirán un nuevo mérito y producirán efectos más grandes. Los enemigos internos y externos temblarán. Los pueblos conseguirán la esperanza de ver restablecida la libertad al contemplar nuestra situación militar y todos los negocios tomarán un paso firme y regular».

Creo que es imperativo que traigamos todo el significado de la decisión reciente de traer al General Piar al Panteón en este momento. Creo que, sin duda alguna, el Presidente sabe lo que hace, pero creo que tenemos que hacer aún más énfasis en por qué ese acto, que mucha gente, por cierto, de esa provincia de la octava estrella, del estado Bolívar, de la nueva Guayana, pudieran tomarlo y lo han tomado de hecho como un desagravio a la historia, a su historia en particular y que somete a examen uno de los momentos más difíciles del nacimiento de la Tercera República y que es la base de todo lo que la nacionalidad ofreció después.

Uno podría decirlo de esta manera: «Sin San Félix, no hay Carabobo», porque todo lo que representó la liberación de Guayana, la convirtió en la base fundamental de los esfuerzos para completar la independencia de Venezuela. Recordemos el 11 de abril de 1817. Cuatro años después se consigue la liberación definitiva de Venezuela en Carabobo.

Esto le produce a uno un dolor, porque podríamos llegar a entender la decisión que tomó El Libertador de llevarlo a proceso, es decir, fracturar la unidad de mando en guerra…

Es importantísimo reconocer los méritos indiscutibles que tiene Piar. Un personaje de Acosta García decía: «Si Piar hubiera sido uno de los jefes de división en la Campaña del Centro, la Campaña del Centro no se convierte en ese descalabro que fue». Ese personaje acepta tácitamente que la jefatura le correspondía a Bolívar.

San Félix es una batalla en toda la regla, antes de Carabobo, y como lo ha remarcado siempre el historiador carabobeño Asdrúbal González: «San Félix es una batalla perfectamente planificada». Era el terreno para batir a los españoles donde él quería batirlos, es un descalabro de un tercio de Morillo, no olvidemos que quien comanda a los realistas en San Félix va a ser un derrotado en Carabobo también: De la Torre, un estupendo jefe militar, contrario a lo que dicen algunas apreciaciones realistas.

Pero Piar, como jefe militar, antes de San Félix tiene las batallas de El Juncal y de Maturín. Son muchos lauros los que tiene el General en Jefe. Además, tenía una visión geoestratégica, sabía lo que significaba Guayana, era un magnífico conductor de tropas, adorado por sus soldados.

Hay un militar de la Cuarta República al que le tocó estar en varias unidades de patrullaje por esa zona de las llanuras del estado Bolívar. Él contó que paró en una casa muy modesta en plena sabana y le ofrecen café, estando ahí le preguntaron cómo estaba la situación; por aquellos tiempos era la época de las guerrillas en oriente; él contestó estar pendiente de todo. Le dijeron: «No se preocupe, Capitán, usted acaba de tomar café donde tomó el General Piar, a usted no le va a pasar nada». Ese lugar en la historia empalma tantas cosas que están guardadas en zonas que merecen ser iluminadas.

Existen muchas justificaciones desde una perspectiva de clase, por lo general, sobre la decisión del fusilamiento del General Piar, pero demos un paso antes del fusilamiento. Se habla mucho del defensor de Piar en ese momento: Galindo, quien no era simpatizante de Piar, y se ajusta tanto a derecho que casi gana el caso.

Un libro que sobre este caso trae mucha información, un «libro maldito», el de Bartolomé Tavera Acosta sobre la historia de Guayana, recoge todo el proceso de juicio. La defensa que hizo Galindo es un poema, y él era un mantuano defendiendo a Piar.

Quien lo sirve todos los días hasta las horas previas a su muerte fue Juan José Conde, quien luego comanda un batallón en Carabobo, y no era amigo de Piar. Todo era más complejo de lo que parece. Esa terrible decisión que tomó El Libertador en aquel momento tiene que ver con aquel momento de la guerra: no te puedes saltar la unidad de mando; sin unidad de mando, ¿cómo ganas una guerra?

Alfredo Maneiro decía: «En la guerra unidad de mando, en la paz todo se discute». Ahí hay algo profundamente cierto.

En cómo procesamos el dolor por Piar también tendrá que ver su entrada en el Panteón Nacional, con toda justicia. Si uno lo pone en la balanza, Piar merece estar ahí.

Esa historia nos habita y nosotros habitamos en ella también.

Foto: Estatua del General Manuel Piar en San Félix

Fuente: Misión Verdad


Venezuela. 2024: ¿misión imposible para la oposición?

 

Por Marcos Salgado. Resumen Latinoamericano, 29 de abril de 2022.

Después del estrepitoso fracaso de la estrategia golpista de los halcones de Donald Trump para ahogar «en tres meses» al gobierno de Nicolás Maduro la oposición venezolana no da señales de vida.

2024, la fecha según calendario electoral para las presidenciales en Venezuela está lejos, pero no tanto si se tiene en cuenta la ciclópea tarea que la oposición venezolana tiene por delante: repolarizar a los suyos tras una candidatura única. Si no, hoy parece muy difícil que puedan vencer a un candidato del oficialismo. (¿El mismo presidente Maduro?)

Es que los tiempos de la política en Venezuela los pone el gobierno, eso quedó claro luego del agitado 2019, donde en tropel se sucedió la autojuramentación de Juan Guaidó, el intento de irrupción desde Colombia, y un intento de golpe de Estado, con puesta en escena frente a una base militar en Caracas, todos con Guaidó como protagonista.

Desde aquel momento comenzó un declive sin pausa de la figura del «autoproclamado» con momento cúlmine en la salida de Donald Trump de la Casa Blanca. Un ocaso que fue leído convenientemente por los países que se sumaron a la estrategia destituyente, especialmente varios de América Latina, lo que derivó (con algunos cambios de gobierno mediante) en la muerte por inanición del Grupo de Lima y ahora en la convocatoria del presidente argentino y pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), Alberto Fernández, quien tras un encuentro con el presidente ecuatoriano Guillermo Lasso (aliado «ejemplar» de los Estados Unidos, según lo definen públicamente en Washington), pidió incorporar a Venezuela a la región y adelantó que retomará un «vínculo diplomático pleno» con Caracas.

La respuesta de Venezuela al anuncio de Fernández fue de bajo perfil, solo se pronunciaron a favor voceros de terceras líneas y no del Palacio de Miraflores. El que sí respondió rápido para oponerse, desde su escenario habitual para la política, la red Twitter, fue Juan Guaidó, quien enfatizó que la situación no mejora en Venezuela tal como Fernández señala.

En la misma línea salieron los medios cartelizados del continente, pero amagues tímidos, concentrados como están en azuzar el demonio Putin en Ucrania.

Más allá de los resultados concretos que el llamado de Alberto Fernández pueda acercar en los próximos meses, quedó clara la evidente falta de interés que hay en la región en seguir con la presión sobre Caracas. Así, de no mediar una movida fuerte de la administración Biden atada a la reconfiguración mundial que supone la crisis en Ucrania, las miradas deberían posarse dentro de Venezuela, y en 2024.

Guaidó ¿candidato?

Lo primero que tiene que hacer la oposición, está claro, es encontrar una figura candidateable. Es difícil, en una oposición que pasó demasiadas veces de ese ejercicio saludable de disputar elecciones, ocupada como estaba en asaltar el poder como sea y rápido. Un candidato o candidata, más que un instrumento electoral o consigna es lo que parece necesitar una oposición que demasiadas veces engañó a los suyos con espejitos de colores.

Por ahora solo aparecen, tímidamente, algunos instrumentos, como «Salvemos Venezuela», una especie de movimiento que tiene a Guaidó como personaje importante, y que hasta ahora no conmueve. Por ejemplo, en Twitter solo tiene 1655 seguidores, aunque la cuenta se creó en enero de este año. No postulamos aquí que la política se mida en redes sociales, ni mucho menos, pero tan exiguo interés dentro de un sector que suele estructurarse en redes, es al menos una señal de desgano. Tampoco logran movilizar en la vida real.

¿Será «Salvemos Venezuela» un experimento en ese sentido? Puede ser, o no. Las esmirriadas convocatorias iniciales de este grupo no ayudan. Pero en la medida que la oposición no cambie de paradigma y se enfoque en la construcción de una alternativa, está claro que Miraflores seguirá siendo misión imposible, y mucho más en el demasiado cercano 2024.

Periodista argentino del equipo fundacional de Telesur. Corresponsal de HispanTv en Venezuel, editor de Questiondigital.com. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

Fuente: Rebelión


La “izquierda” está de ofertas

 

Guajirita Soy


Posted: 29 Apr 2022 05:42 AM PDT


Lic. José A. Amesty R.

abril, 2022 

Desde un tiempo acá, por lo menos, y durante este año, hemos sido invadidos por centenares de cartas para adherirse, de parte de personas y grupos de “izquierda”, en contra de la Cuba heroica y en contra de cualquier país que les parezca “familiarmente” revolucionario.

Son personas y grupos de variada índole, presentando sus argumentos de su posición increíblemente banales. Son “izquierdas” no solo de América Latina, sino de otros continentes.

“Izquierdas” de extrema derecha, de centroizquierda y de extrema izquierda. Hay para todos los gustos, como si se tratara de estar ofertando una posición, que a todas luces es irreconciliable, de lo que es una verdadera izquierda. Son “Izquierdas” que se ofrecen, ofrecen sin el más mínimo pudor, con argumentos, que ellos creen que las personas los entienden, pecando de cinismo, falta de modestia o ingenuidad. 

El escritor cubano Enrique Ubieta Gómez, en su artículo “las palabras y los actos”, al referirse a estos seres y al bloqueo contra Cuba, señala: “No basta con que nos declaremos contrarios al bloqueo, si nuestras acciones han sido diseñadas para justificar su recrudecimiento o incluso, para justificar una invasión armada”.

Agrega el ensayista e investigador cubano, “También los hay en el patio (Cuba): utilizan el lenguaje de la izquierda, hablan desde un centro supuestamente equidistante de todas las militancias, y actúan según el guion imperialista”.

Finalmente, enfatiza, “Pero estos izquierdosos amigos del imperialismo (los juzgo por sus actos, no por sus palabras), no ejercen la democracia que predican. Están molestos con la emergencia de una nueva generación de jóvenes revolucionarios, audaces e inteligentes, que tiene su propio lenguaje, sus códigos de conducta, que asume la continuidad no de las formas, ni de las metas alcanzadas; sino del esfuerzo colectivo por conquistar nuevos cotos de justicia y dignidad, que son los principios básicos que sostienen la Revolución. Jóvenes que saben que sin la Revolución en el poder nada podría hacerse”.

A su vez, el abogado y autor cubano, Michel E. Torres Corona, agrega, “... existen enemigos mucho más peligrosos que se esconden dentro de las filas revolucionarias, aparentando ser aliados para sabotear en secreto o preparar golpes arteros... donde el oportunismo es su signo fundamental”.

Enfatizando además que, “pero lo reaccionario no existe solo “fuera” de los revolucionarios, sino también dentro de cada uno de ellos, de nosotros. El conservadurismo, los prejuicios, las maneras arcaicas de asumir los procesos políticos, son también formas en las que la reacción pervive aún con las mejores intenciones. Un revolucionario puede transformarse en elemento reaccionario si no avanza a la par de su tiempo, si no tiene “sentido del momento histórico”, si se ve sobrepasado por otros más revolucionarios, a los que comience a ver como enemigos”.

Finalmente, señala, esta “izquierda”, “toda la vasta pluralidad de métodos, conductas y recursos de la reacción, (reaccionarios) se subordina siempre a un único objetivo, consciente o no: la erosión de lo revolucionario”.

De igual modo, según el escritor, filósofo y politólogo brasileño, Emir Sader, “Se puede decir que hay dos izquierdas en América Latina y que ambas están en crisis, cada una a su manera. Una de ellas es la que logró acceder al poder y ha puesto en marcha unos procesos de democratización de las sociedades, así como alternativas al modelo neoliberal y que hoy se enfrentan a dificultades (de distinto orden; algunas provenientes del exterior, otras del interior) para dar continuidad a dichos procesos. La otra es la que, aun viviendo en países con continuados gobiernos neoliberales, no es capaz de constituir fuerzas capaces de ganar elecciones, llegar al gobierno y empezar a superar el neoliberalismo”.

Si somos más rigurosos en la observación, debemos decir que hay otros tipos de “izquierdas”.

“Izquierdas” que están y conviven con experiencias revolucionarias, pero que son timoratas a la hora de las decisiones de carácter revolucionario, privando más sus postulados conservadores, que los cambios en el contexto actual.

“Izquierdas”, que subordinan sus posiciones revolucionarias al encanto del capitalismo, vendiéndose al mismo.

“Izquierdas”, que creyendo ser auténticos, van adquiriendo un ropaje de “neutralidad” que no existe en política y menos en estrategia revolucionaria.

“Izquierdas”, que nunca fueron de avanzada, y que conviven en el espacio revolucionario, solo para vivir de él.

“Izquierdas”, trasnochadas que no se ubican en el actual escenario nacional, internacional y mundial, tomando posiciones increíbles y desfasadas.

“Izquierdas” que estando en gobiernos de sus países, han mantenido intactos los desequilibrios estructurales en su economía, y así no se puede avanzar hacia él quiebre de los oligopolios, por ejemplo. Algunos especialistas llaman a esto, una “variante conservadora de neo desarrollismo o una versión regulada del neoliberalismo”.

“Izquierdas”, que piensan que pueden existir áreas de convergencia con la centroizquierda, olvidando que la confrontación con los reaccionarios, es un requisito de la acción política popular revolucionaria.

Otro tipo de “Izquierda”, es el de una organización llamada Anticapitalistas, que en su remitido señala: “Desde Anticapitalistas, hemos mostrado con claridad nuestra postura desde el inicio de la agresión rusa contra Ucrania: exigimos a régimen de Putin la retirada de las tropas rusas, nos posicionamos contra el intervencionismo de la OTAN y en solidaridad con el pueblo ucraniano. Nos hemos movilizado contra esta guerra desde el punto de vista del internacionalismo socialista”.

Queriendo estar bien con todos los actores del conflicto Ucrania-Rusia, atacándolos a todos, pero tratando a la vez, ser benignos y consecuentes con las supuestas víctimas.

Al respecto, el escritor Ramón Pedregal Casanova, en su artículo “Acerca de la cultura rusofóbica: “Intelectuales de izquierda occidental” (II), y haciendo algunos apuntes de su vez, artículo de James Petras, “Los intelectuales y la guerra: de la retirada a la rendición”, explica lo siguiente: “el desarrollo de la decadencia izquierdista de occidente comenzando por Afganistán, aunque advierte que se venía dando desde los años 60 del siglo XX, pues ante la guerra de Vietnam se observó cómo había intelectuales que apoyaban al aparato militar estadounidense, aunque, eso sí, hasta que se vio que podían perder la guerra, entonces se dieron la vuelta. En la década siguiente se observó que las relaciones de algunos sectores de la intelectualidad dejaban su comunicación con las organizaciones sociales que estaban en la calle contra la guerra y el racismo y se establecían en torno al Partido Demócrata y su dirección liberal, citando a G. MacGovern.

Después “descubrieron” las “virtudes” del imperialismo con Carter. Fue cuando el antiimperialismo derrotó las dictaduras pro estadounidenses de Etiopía, Nicaragua e Irán, más Afganistán, Angola, Mozambique y Guinea Bissau. Entonces el régimen estadounidense se lazó a la guerra de desgaste contra los gobiernos antiimperialistas, ¿el argumento?: eran “guerras humanitarias”, y por eso armaban a la reacción: Savimbi en Angola, “contras” en Nicaragua, Renimo en Mozambique, y los señores de la guerra en Afganistán.

Brzezinski, (ucraniano seguidor del nazismo) Consejero de Carter, se jactaba diciendo: “la intervención militar de EEUU comenzó seis meses antes del ingreso de tropas soviéticas en Afganistán, y fue preparada para debilitar al régimen de Kabul y obligar a pedir con urgencia la presencia de tropas terrestres soviéticas”. Cuánto se parece a lo que han hecho con el golpe de Estado en Ucrania, y luego el entrenamiento y la integración en su ejército de las organizaciones nazis para llevar la guerra a las Repúblicas de Donetsk y Lugansk. ¿Decían algo contra ese golpe de Estado y las matanzas que sus empleados realizaban en las Repúblicas?

Entonces, dice James Petras, los “intelectuales de la izquierda occidental” se pusieron de parte de EEUU contra la “intervención soviética”, (¿no les suena la misma música estratégica ahora con la guerra en Ucrania?)”.

En fin, como anotamos arriba, “Izquierdas” para todos los gustos y colores, que lamentablemente han errado el camino, conscientes o no, jugando (parcializados) a su enemigo el capitalismo. Por supuesto, hay otros tipos de “Izquierdas”, que no las anotamos para no hacer más extenso el artículo.

Finalizamos, refrendando lo que enfatiza el escritor y economista argentino Claudio Katz, en su escrito “Desenlaces del ciclo progresista”, “La izquierda del siglo XXI se define por su perfil anticapitalista. Batallar por los ideales comunistas de igualdad, democracia y justicia es la mejor forma de contribuir a un desemboque positivo del ciclo progresista”.

De igual modo, el comandante Hugo Chávez, alguna vez enfatizó lo siguiente, refiriéndose a estas “Izquierdas”, “es una entelequia, una galimatía, son socialmente de izquierda, económicamente de derecha y políticamente nacionalistasHay que ser verdaderamente de izquierda, socialistas y revolucionarios, antiimperialistas, bolivarianos y comprometidos con el pueblo más sufrido”.

 


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