Cervantes

Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté.

MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha.

22 de mayo de 2011

En la mente del terrorista

 

Jorge Volpi
22 May. 11

Como antes a Hitler, a Osama bin Laden se le ha negado cualquier sombra de humanidad. Así ha ocurrido desde la prehistoria: impensable que un rival tan feroz y escurridizo sea idéntico a nosotros

¿Podemos imaginarlo allí, detrás de esas gruesas paredes, día y noche fren- te a la computadora y un rústico televisor? ¿Cinco años sin salir a la calle, sin ser consultado o venerado, cada vez más viejo y achacoso, la barba rala, las ojeras negrísimas, las severas arrugas en la frente? Cuando sus perseguidores se propusieron exponer su rutina, sugirieron que su existencia debió estar marcada por el hastío. ¿Puede aburrirse un terrorista?

Durante un decenio, no sólo fue el delincuente más buscado de todos los tiempos -en la retórica de western de sus enemigos-, sino que se convirtió en emblema absoluto del mal, el demonio en la Tierra. Como antes a Hitler, a Osama bin Laden se le ha negado cualquier sombra de humanidad. Así ha ocurrido desde la prehistoria: impensable que un rival tan feroz y escurridizo sea idéntico a nosotros. Como si al demonizar sus actos nos resultasen, si no menos atroces, tal vez más tolerables.

¿Resulta imposible -o deleznable- colocarse por unos segundos en el cuerpo y en la mente del líder de Al Qaeda? Devolverle su condición humana a un criminal no equivale a justificarlo. Recuerdo la estéril polémica en torno a la película alemana La caída: a muchos les pareció intolerable que el Führer acariciase el lomo de sus perros o le sonriese a su secretaria, convencidos de que semejantes resabios de bondad eran incompatibles con el monstruo que ordenó la muerte de millones.

Pero Hitler o Bin Laden eran tan humanos como nosotros: justo ello los vuelve tan terribles. Que a ratos hubiesen sido afables o cariñosos (o se entretuviesen con un soft porno paquistaní) no les resta perversidad. Al contrario: atrevernos a mirarlos de cerca, a rastrear sus flaquezas o dobleces, nos previene contra ese mal que está al alcance de cualquiera. Ambos estaban poseídos, sí, pero no por una perversidad ultraterrena, sino por algo más ponzoñoso: sus ideas. Como si un virus invisible -el racismo, la fe en un dios cruel, el paraíso a cualquier costo- hubiese carcomido sus cerebros.

Pese a las declaraciones de Barack Obama, la misión de los Navy Seals no contemplaba capturar a Bin Laden con vida: en el confuso relato de su muerte, los estadounidenses, siempre cándidos, confesaron que el líder islamista no portaba armas. Los intentos por dibujarlo no sólo siniestro, sino vil -la versión según la cual se escudó detrás de alguna esposa-, fueron pronto desmentidos. ¿Y entonces? Resultaba mejor muerto que vivo. Y su cuerpo arrojado al mar casi en secreto no cae en el terreno de la justicia moderna, sino en el del exorcismo medieval: de Satanás no ha de conservarse ni un vestigio.

La imaginación bélica de Occidente se inicia con la ira de Aquiles ante la muerte de Patroclo: furibundo, éste persigue a Héctor hasta cobrarse su vida y arrastra su cadáver por la arena sin darle sepultura. La administración Obama quiso lo contrario: antes de arrojar a Bin Laden al océano -a la nada-, recibió las exequias dictadas por la tradición islámica. Burda maniobra: se le asesina a mansalva pero, eso sí, respetando sus creencias fúnebres. La decisión de no mostrar la fotografía de su rostro -el hueco en medio de su rostro- obedece a un atavismo paralelo: de haber podido, habrían proscrito hasta su nombre.

En 1945, los aliados no dudaron en enjuiciar a los jerarcas nazis: se sabían dueños de la legalidad y querían demostrar su superioridad ética. La jugada no salió demasiado bien en términos mediáticos (los únicos que ahora cuentan): Gö- ring se suicidó antes de ser ahorcado. Ahora ni siquiera se barajó esta posibilidad. Enjuiciar a Bin Laden hubiese representado un quebradero de cabeza, pero ello sólo prueba cómo se ha degradado nuestra idea de la justicia desde entonces. Uno comprende que las masas celebren la ejecución del terrorista; no que jefes de Estado y el secretario general de la ONU los imiten.

Introducirse en la mente de un terrorista no es sencillo: un novelista tan dotado como John Updike lo intentó con resultados lamentables. Imaginar el interior de Bin Laden es aún más arriesgado. Y, sin embargo, necesario para estudiar las raíces del fanatismo. Durante los años que vivió en Abbottabad, el fundador de Al Qaeda quizás no se aburría. Quizás le bastaba recordar el derrumbe de las Torres para sentirse confortado. O quizás tenía miedo. Un miedo adelgazado por la rutina. Imagino que, cuando escuchó los gritos de su esposa, no debió sorprenderse demasiado. Imposible asumirlo arrepentido. Falta mucho para comprenderlo -y atisbar las razones de su furia-, pero debemos esforzarnos. Sólo así estaremos más cerca de impedir que su ejemplo se propague.

 
Twitter: @jvolpi

Alerta Venezuela

No dejen de ver este conmovedor video

LatinoAmérica Calle 13

The American Dream

Facebook, Israel y la CIA











La Revolucion de la Clase Media


Descontento en el corazon del capitalismo: el Reino Unido

Descontento en el corazon del capitalismo: el Reino Unido

La Ola se extiende por todo el mundo arabe : Bahrein

La Caida de un Mercenario

La Revolucion no sera transmitida (I)

(II) La revolucion so sera transmitida

(III) La Revolucion no sera transmitida

(IV) La Revolucion no sera transmitida

(V) La Revolucion no sera transmitida

(VI) La Revolucion no sera transmitida

(VII) La revolucion no sera transmitida

(VIII) La Revolucion no sera transmitida

Narcotrafico SA

La otra cara del capitalismo...

Manuel Rosales mantenia a la oposicion con el presupuesto de la Gobernacion del Zulia...

El petroleo como arma segun Soros

Lastima que se agacho...

El terrorismo del imperio

Promocional DMG

Uribe y DMG