A finales del siglo XIX, el capitalismo experimentó un gran avance en el mundo. Fue la fase del imperialismo, fue la fase del crecimiento de las grandes organizaciones monopólicas en Estados Unidos y Europa. Fue la fase del sistema del capitalismo financiero. Fue lo que se llamó la belle époque. La idea era que la humanidad estaba entrando en una fase en la que tenía grandes conquistas por delante. Y, de hecho, lo logró, si se mide por el crecimiento tecnológico. También se creía que las relaciones capitalistas garantizarían a la humanidad un crecimiento permanente. Pero durante muchos años, las fuerzas conservadoras que habían derrotado a Napoleón mantuvieron el control de la situación económica.
Dentro del movimiento socialista, Berstein escribió un libro clave de crítica o “revisionismo” del marxismo, señalando que Marx se equivocaba cuando decía que el desarrollo del capitalismo conduciría a contradicciones mayores y a un choque entre los elementos del engranaje capitalista. El colonialismo también era un dato positivo del capitalismo, ya que llevaba la civilización a los pueblos primitivos. En el fondo, el imperialismo era una forma positiva, pues llevaba la civilización a los pueblos atrasados.
Pero a fines del siglo XIX, el consenso era que el capitalismo no había logrado vencer sus crecientes contradicciones y sus crisis internas. Y, contrariamente a la postulación revisionista, el movimiento socialista mundial advertía que se iba a llegar a una guerra mundial, fenómeno que la humanidad aun no conocía. El capitalismo, al crear una economía mundial, estaban generando también las condiciones para una guerra mundial, porque las contradicciones del sistema llevarían a un choque entre las grandes potencias. Si se examina el periodo solo hasta 1913, puede decirse que Berstein estaba en lo cierto. Y si se entra en el año 1914, el año de la Primera Guerra Mundial, si se llega a la Revolución Rusa, a la postguerra y a todo el movimiento revolucionario europeo hasta 1926, se constata una recuperación que no se mantiene, y en 1929 se instala en el mundo entero la crisis que lleva a la generalización del desempleo y al cierre de las economías nacionales.
Todo esto se acaba con la Segunda Guerra Mundial, al cabo de unos treinta años de confrontaciones terribles, a lo que se agrega que el motor de la recuperación del capitalismo mundial, durante un cierto periodo, a mediados de los años veinte, fue el fascismo italiano y, en los años treinta, el nazismo alemán. ¿Quiénes fueron los líderes de la economía nazi? Fueron liberales económicos. Hjalmar Schacht fue el más importante de ellos, porque fue el ministro de la economía de Hitler, durante todo su gobierno. Era lo que hoy se llama un neoliberal. ¿Hasta dónde llego el nazismo? Llevo el trabajo esclavizado a su forma más terrible, porque los esclavos eran explotados hasta su muerte y sus cuerpos eran aprovechados para fabricar jabón y su piel para fabricar artículos de cuero... Hoy, sabemos en parte la dimensión que el trabajo esclavizado ha asumido durante el nazismo, siendo que la propia Iglesia católica reconoció su complicidad con empresas que utilizaron el trabajo esclavizado, y todas la empresas alemanas están pagando una pensión a los judíos ex esclavos –identificados- como indemnización por su trabajo esclavizado durante aquella época.
Se observa cómo es posible retroceder desde el punto de vista social. Todas las conquistas logradas por los trabajadores durante el siglo XIX fueron descartadas por la economía de esclavismo más cruel del mundo. Schacht fue el ideólogo de todo aquel proceso. Hay un libro de su autoría en el que se defiende de todas estas acusaciones. En la edición en portugués hay un prologo de Gustavo Franco reconociendo el papel positivo de Schacht, inspirador de gran parte de su política económica.
Que no se piense, pues, que la identificación entre neoliberalismo y esas formas brutales de retroceso en el proceso laboral, de retroceso en las conquistas de los trabajadores, y de defensa de las formas brutales de trabajo, es algo ocasional. Todo esto está completamente integrado. Cuando Margaret Thatcher se erigió en líder mundial del neoliberalismo, destruyó el movimiento sindical ingles de la manera más violenta posible, enviando tropas contra los trabajadores mineros.
Para concluir, podría decirse que los elementos positivos de la creación de una economía mundial, del desarrollo de una civilización planetaria, no deben ser condenados. Son sumamente efectivos. Pero si hay que condenar –y hay que saber organizarse a fin de prevenir- la utilización de ese potencial para mantener las relaciones arcaicas, los procesos de explotación; la concentración de riquezas en pro de una minoría violenta y dura con la humanidad, riquezas que debieron haber sido utilizadas para su progreso.
Theotonio dos Santos
Del terror a la esperanza. Auge y caída del neoliberalismo.
Monte Ávila Editores Latinoamericana y banco Central de Venezuela. 2006. Págs. 345-347