Un proyecto social creíble: Venezuela nos enseña
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Después
de derrotar dos golpes (uno militar y otro petrolero), un cáncer y
una de las campañas de intoxicación mediática más virulenta y
global, Hugo Chávez consiguió su cuarta reelección consecutiva.
A
pesar de que el ejercicio del poder desgasta, y más si son 13 años,
el proyecto que lidera el Presidente Chávez ha conseguido el apoyo
de un 55% del electorado venezolano.
Estas
cifras hay que valorarlas de manera cualitativa más que cuantitativa
ya que han sido obtenidas en un escenario extremadamente complicado,
en lo político y lo humano, que pocas personalidades hubieran
soportado con la entereza del mandatario venezolano.
Queda
refrendado que la Revolución Bolivariana ha mudado la piel de
Venezuela en todos los sentidos pero, sobre todo, ha empoderado a ese
pueblo excluido y vilipendiado que era maltratado por la burguesía
rentista de la riqueza petrolera.
No
solo se han atendido las necesidades de la población, mejorando
todos los estándares de vida (educación, sanidad, descenso de la
pobreza y de la delincuencia, erradicación del analfabetismo...),
sino que además se ha impulsado un proyecto total de soberanía para
ir construyendo una Venezuela libre y soberana.
El
fortalecimiento de los sectores estratégicos y la diversificación
en la industria, la agricultura, las comunicaciones, la energía o la
defensa, enmarcado todo en un mejor reparto de la riqueza, han
logrado que el pueblo entienda esa soberanía como suya, lo cual es
parte esencial en la fortaleza del proyecto socialista venezolano.
Por
eso la participación electoral masiva de las dos clases en
conflicto, por eso la movilización en los barrios populares, por eso
la felicidad del pueblo en la victoria. Es el sentimiento real de
formar parte de un esfuerzo colectivo y sobre todo inclusivo, donde
los olvidados por el anterior sistema neoliberal son hoy
protagónicos, no solo en el esfuerzo, también en los beneficios.
La
victoria en Venezuela la hemos vivimos intensamente desde la
izquierda del sur de Europa, al igual que con ilusión seguimos en
las elecciones griegas la esperanza de Syriza o nos emocionamos con
las palabras de Melenchon, candidato del Front de Gauche.
Este
sentimiento es el deseo compartido de un mundo mejor y la
necesidad de victorias reales que nos inspiren tras años de derrotas
consecutivas que nos arrebataron incluso la necesaria fe en el
futuro. No olvidemos nunca que solo lo que se piensa puede ser
realizado. Estábamos derrotados. Y por ello un día como hoy
crecemos junto a la victoria del pueblo de Venezuela y nos
empoderamos un poco, asistiendo, aunque sea en la distancia, a la
derrota de los planes neoliberales que aquí nos llevan de la pobreza
a la miseria con destino final en el nuevo feudalismo.
En
el caso español, este lunes, hemos sabido por el Barómetro de Metroscopia que continúa el descenso sostenido del bipartidismo,
auténtica crisis de régimen en el que los dos partidos que se
alternan van perdiendo intención de voto. Sirva como ejemplo
ilustrativo que ni concurriendo unidos el PP y el PSOE (53,8%)
lograrían vencer al PSUV (55%) en unas hipotéticas elecciones.
Lo
malo es que la izquierda real no crece lo que debería. No recoge el malestar ciudadano y popular para empezar a ser
una alternativa social y de gobierno. La encuesta da un escuchimizado
12,6% cuando se debería estar rondando el 20%, necesario trampolín
para aspirar a disputar la hegemonía.
Algo
hay que cambiar, eso está claro, pero no sabemos muy bien qué.
Nadie ha dado con la tecla para poner en marcha el proyecto que lleve
a la victoria. No se trata de copiar modelos y trasplantarlos en una
realidad diferente, eso siempre fracasa, pero sí la necesidad de un
relato, un proyecto social creíble que ponga freno al neoliberalismo
del PPSOE, una convergencia con la calle del “no nos representan”
y mucha unidad en base a una propuesta clara de recuperación de la
soberanía, sea en una nueva Europa o junto a los países del Sur.
Quizás
nos haga falta una figura que aglutine, que con su poderío pueda
limar las asperezas y ser pasta para rellenar las grietas que si se
dejan crecer acaban siendo abismos. Alguien generoso que sepa
equilibrar, que encarne un proyecto de futuro, que enamore.
Sé
que estamos en ello, que no vamos a dejar que nos lleven como
corderitos al matadero neoliberal pero, mientras tanto, creamos que
es posible y hagámoslo.
Venezuela
nos enseña.