Por: Garikai Chengu*
Traducción: Enrique Prudencio, para Zona Izquierda
Al contrario de la extendida creencia,
Libia, a la que los medios de información occidentales describían como
“La dictadura militar de Gadafi”, era en realidad uno los Estados más
democráticos del mundo.
En 1977 el pueblo libio proclamó la
Jamahiriya o “gobierno de las masas populares por ellas mismas y para
ellas mismas”. La Jamahiriya era una forma superior de democracia
directa con el “Pueblo como Presidente”. Se disolvieron y abolieron las
instituciones tradicionales de gobierno y el poder pasó al pueblo
directamente a través de varios comités y congresos.
El Estado nación de Libia fue dividido
entre varias pequeñas comunidades que eran esencialmente “mini Estados
autónomos”. Estos Estados autónomos ejercían el control sobre sus
distritos y podían decidir sobre toda una gama de asuntos, entre otros,
cómo repartir los beneficios del petróleo y los fondos presupuestarios.
Entre estos Estados semiautónomos, los tres principales órganos de la
democracia Libia eran los Comités locales, los Congresos del Pueblo y
los Comités Ejecutivos Revolucionarios.
En 2009, Gadafi invitó al New York Times a
pasar dos días en Libia conociendo la democracia directa de la nación.
Incluso el New York Times, que siempre había sido muy crítico con el
Coronel Gadafi admitió que la intención en Libia era que “todo el mundo
tomara parte en todas las decisiones… Cientos de miles de personas toman
parte en las reuniones de los comités locales para debatir los temas y
votar sobre todo, desde tratados internacionales a la construcción de
escuelas”. El propósito de las reuniones de estos comités era construir
una amplia base de consenso nacional.
Los Congresos Populares estaban un paso
por encima de los Comités Locales. Los representantes elegidos en los
800 comités locales de todo el país se reunían varias veces al año en
los Congresos Populares, en Sirte, ciudad natal de Gadafi, para aprobar
las leyes basadas en los acuerdos tomados por la gente en las reuniones
populares. Estos congresos contaban con poder legislativo para redactar
nuevas leyes, formular las líneas económicas y las política públicas y
ratificar tratados y acuerdos.
Todos los libios podían tomar parte en
las reuniones de los comités locales y a veces se criticaba al Coronel
Gadafi. De hecho, en muchas ocasiones se rechazaban sus propuestas con
el voto popular y quedaba aprobada la contraria como propuesta
legislativa.
En numerosas ocasiones, por ejemplo,
Gadafi propuso la abolición de la pena capital y la iniciativa de la
escolarización en el hogar en vez de en la escuela tradicional. Sin
embargo, los congresos populares deseaban mantener la pena de muerte y
la escuela clásica, por lo que en última instancia prevaleció la
voluntad expresada y votada en los Congresos Populares. De manera
similar, en 2009, el Coronel Gadafi presentó una propuesta que
esencialmente trataba de abolir el gobierno central completamente y dar
todo el dinero procedente del petróleo directamente a cada familia. Los
Congresos Populares también rechazaron esta idea.
Un paso por delante de los Congresos
Populares estaban los Consejos Revolucionarios Ejecutivos. Estos
Consejos Revolucionarios eran elegidos por los Congresos Populares y
tenían a su cargo la implementación de las políticas propuestas por la
gente. Los Consejos Revolucionarios eran de la sola responsabilidad de
las personas comunes que podían cambiarlos o convocarlos en cualquier
momento. Como consecuencia, las decisiones tomadas por los Congresos
Populares e implementadas por los Consejos Ejecutivos Revolucionarios
reflejaban fielmente la voluntad soberana de todo el pueblo, no
meramente la de cualquiera de las clases, facción, tribu o individuo en
particular.
El sistema de democracia directa de
Libia utilizaba la palabra “elevación” en lugar de “elección” y evitaba
las campañas políticas que son una característica de los partidos
políticos tradicionales que solo favorecen a la burguesía adinerada y
acomodada.
Al contrario que en Occidente, los
libios no votaban una vez cada cuatro años para elegir al Presidente y a
los parlamentarios locales para que tomen todas las decisiones por sí
mismos. El común de los libios tomaba decisiones relacionadas con
política exterior, Doméstica y Económica por sí mismos.
Algunos comentaristas occidentales han
señalado legítimamente que el único sistema de Jamahiriya ciertamente
tiene ciertos inconvenientes, entre otros los relacionados con la
asistencia, iniciativa, expresarse con claridad e insuficiente
supervisión. No obstante está claro que Libia conceptualiza la soberanía
y la democracia de una forma diferente y progresiva.
La democracia no es solo cosa de
elecciones o partidos políticos. La democracia real es también cosa de
derechos humanos. Durante los bombardeos de la OTAN sobre Libia, los
medios occidentales olvidaron convenientemente mencionar que Naciones
Unidas acababa de preparar un voluminoso dossier elogiando los logros
conseguidos por Gadafi en derechos humanos. El informe de Naciones
Unidas elogiaba a Libia por la mejora de la protección legal” de los
ciudadanos, haciendo una “prioridad” de los derechos humanos, mejorando
los derechos de la mujer, las oportunidades educativas y el acceso a la
vivienda. Durante la era Gadafi la vivienda era considerada uno de los
derechos humanos. En consecuencia no existía virtualmente nadie sin
hogar ni libios viviendo bajo los puentes. ¿Cuántas viviendas y puentes
fueron destruidos por la OTAN?
Uno de los logros de Gadafi que el
Consejo de los Derechos Humanos de Naciones Unidas más elogió fue el
avance en los derechos humanos de la mujer. Al contrario que muchas
naciones del mundo árabe, las mujeres en Libia tenían derecho a la
educación, tenían empleo, derecho al divorcio, propiedades a su nombre y
uno ingresos vitalicios. Cuando Gadafi llegó al poder en 1969, eran muy
pocas las mujeres que iban a la Universidad. Hoy día más de la mitad de
los estudiantes universitarios son mujeres. Una de las primeras leyes
que se aprobaron en 1970 fue la de igual salario por igual trabajo, unos
años después fue aprobada en Estados Unidos una ley similar. De hecho
las madres trabajadoras libias disfrutan de una serie de ventajas que
incluyen bonos en efectivo por los niños que tengan, guarderías
gratuitas, centros de salud gratuitos y jubilación a los 55 años.
La democracia no es meramente una
cuestión de celebrar elecciones simplemente para elegir qué
representantes de la élite económico-social deben gobernar a las masas.
La auténtica democracia trata sobre la democratización de la economía y
de darle el poder económico a la mayoría.
El hecho es que Occidente ha demostrado
que el libre mercado irrestricto y las elecciones genuinamente libres
sencillamente no pueden coexistir. La codicia organizada siempre derrota
a la democracia desorganizada. ¿Cómo pueden coexistir capitalismo y
democracia si el primero concentra la riqueza y el poder en las manos de
unos cuantos y la segunda busca repartir el poder y la riqueza entre
muchos? La Yamahiriya de Gadafi, sin embargo trató de extender el poder
económico entre los muchos oprimidos y no solo entre los pocos
privilegiados.
Antes de que tomara el poder el Coronel,
el Rey Idris había dejado en manos de Estándar Oil la redacción de las
leyes del petróleo de Libia. Gadafi acabó con esa situación. El dinero
procedente de la venta del petróleo se empezó a depositar directamente
en la cuenta corriente de cada uno los ciudadanos libios. ¿Continuarán
Exxon Mobil y British Petroleum la misma práctica en la nueva Libia
democratizada mediante los bombardeos de la OTAN?
La democracia no consiste solo en
elecciones y partidos políticos. La democracia real tiene mucho que ver
con la igualdad de oportunidades mediante la educación y el derecho a la
vida mediante el acceso a la sanidad. Por tanto, ¿no es una ironía que
Estados Unidos bombardearan Libia para democratizarla, supuestamente,
mientras en Estados Unidos la educación se está convirtiendo en un
privilegio y no en un derecho y en última instancia en una sentencia de
débito. Si un niño brillante y con talento de la nación más rica del
mundo no puede permitirse ir a una buena escuela, la sociedad le está
fallando a ese niño. De hecho, la educación es un pasaporte a la
libertad para todos los jóvenes de todo el mundo. La nación que obliga a
pagar para conseguir ese pasaporte es libre solo para los ricos, no
para los pobres.
Con Gadafi, la educación era un derecho
humano y como tal era gratis para todo el mundo. Si un libio no podía
encontrar trabajo después de graduarse el estado le pagaba el salario
medio de la profesión que había estudiado.
Millones de norteamericanos ven también
como la sanidad se está convirtiendo igualmente en un privilegio y no en
un derecho. Un reciente estudio de la Escuela de Medina de Harvard
estima que la falta de seguro sanitario causa 44.789 muertes anuales en
Estados Unidos que podrían haberse evitado. Cuando gobernaba Gadafi la
sanidad era un derecho humano y era por tanto gratuita para todos los
libios. Así pues, con respecto a sanidad, educación, justicia social y
económica, ¿está Estados Unidos en posición de exportar democracia a
Libia o deberían haber tomado una hoja del libro de Libia?
Mohamar el Gadafi heredó una de las
naciones más pobres de África. Sin embargo, para cuando fue asesinado
Libia era incuestionablemente la nación más próspera de África. Libia
contaba con el mayor PIB por persona, la esperanza de vida más alta de
África y vivían menos personas por debajo del nivel de la pobreza que en
Holanda. Los libios no solo disfrutaban de sanidad y educación
universal gratuitas, sino que además disfrutaban de electricidad
gratuita y préstamos sin interés. El precio del petróleo era de unos
0,14 dólares el litro y 40 lonchas de pan costaban exactamente 0,14
dólares. En consecuencia, las Naciones Unidas designaron a Libia en el
puesto 53 más alto del mundo en desarrollo humano.
La diferencia fundamental entre los
sistemas democráticos de Occidente y la democracia directa de la
Jamahiriya, consiste en que en Libia a los ciudadanos se les ha dado la
oportunidad de contribuir directamente al proceso de toma de decisiones,
no meramente a través de representantes. Por lo tanto todos los libios
tenían el derecho a exponer sus puntos de vista directamente de viva voz
– no en un parlamento a través de unos cientos de políticos
profesionales –, sino en cientos de comités a los que asistían decenas
de miles de ciudadanos comunes. Muy lejos de ser una dictadura militar,
Libia era con Gadafi la democracia más próspera de África.