Comuneros se levantan en armas y toman municipio de Aguililla. Primera Parte
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Záyin Dáleth Villavicencio / @ZayinDaleth3_0
(25 de julio, 2013).- Aguililla es un
municipio que durante décadas fue clave para el cultivo, trasiego y
venta de enervantes. Por su ubicación, enclavado en la sierra de
Michoacán, fue cuna del cártel Milenio Nueva Generación y luego sede por
más de ocho años de la organización delictiva denominada Los Caballeros
Templarios. Hoy, es territorio del pueblo armado y organizado, de la
Policía Comunitaria.
Alojado en el corazón de la Tierra
Caliente, Aguililla alberga al poblado de El Aguaje, considerado como
una de las localidades más peligrosas de Michoacán. Ahí, sólo en los
últimos 10 días, se han registrado constantes bajas, resultado de
múltiples ataques perpetrados desde los cerros en contra de elementos de
la Policía Federal (PF).
A decir de los pobladores, los ataques
son el resultado del Operativo Integral que la Comisión Nacional de
Seguridad desplegó en Michoacán desde el pasado 18 de mayo, así como de
la reacción de Los Caballeros Templarios al ser desplazados de su
territorio por el levantamiento armado de una nueva Policía Comunitaria
el 26 de junio pasado.
Desde esa fecha, grupos de hombres, en
su mayoría jóvenes fuertemente armados, resguardan los accesos del
municipio. Usando radios de distintos tipos y teléfonos celulares,
dirigen patrullajes en camionetas de lujo con números telefónicos para
casos de emergencia y calcomanías con la leyenda “Aguililla libre”.
Las brigadas y patrullajes de la Policía
Comunitaria cuentan tanto con armas largas como cortas. Nadie entra ni
sale del municipio sin ser antes identificado e investigado con
minuciosidad.
El camino que dirige a Aguililla, de
brechas angostas y curvas que pasan en medio del cerro, constituye ya
por si solo un riesgo. Pero ahora que los Templarios han sido
desplazados a los cerros, donde preparan estratégicamente emboscadas, la
carretera se ha convertido en un camino casi desierto por el que pocos
se atreven a transitar.
En El Aguaje, por ejemplo, luego de dos
días de enfrentamientos violentos, sólo cuatro patrullas de la Federal
se alojaban en el Zócalo de la localidad de poco más de dos mil
habitantes. Un pueblo fantasma; calles desiertas, familias replegadas en
sus casas y ni uno de sus negocios abiertos.
¿Por qué nos organizamos?
En entrevista, Jorge Vázquez, uno de los
líderes y pioneros del movimiento, contextualizó el levantamiento
armado de la población de Aguililla en la que advirtió participan
cientos de hombres y mujeres altamente armados que forman parte de la
organización del pueblo para defender su territorio y que participan de
manera visible o no en las actividades comunitarias.
“Primero, me gustaría decir que está es
una de las zonas pioneras en Michoacán en el cultivo y tráfico de drogas
desde medio siglo atrás. Aquí surge el cártel del Milenio, uno de los
más poderosos económicamente en el mundo. Así que siempre vivimos entre
grupos de narcotraficantes y hasta hace poco se veía como algo normal,
en aquel tiempo era un orgullo ser compadre de uno de ellos”.
“Había la anuencia de las autoridades,
lo sabemos, en aquellos tiempos recibían un soborno. Pero cuando los
cárteles se hacen más peligrosos es a partir de que Los Caballeros
Templarios ganan la plaza de Aguililla a sangre y fuego”.
“Al inicio todo parecía estar bien
porque llegaron con la bandera de acabar con los robos y los delitos del
fuero común. Pero más tarde, ante un vació de poder se convirtieron en
nuestro gobierno y desde ese entonces el gobierno del estado no tiene el
poder en Aguililla”.
El pueblo estaba aparentemente
tranquilo, pero un día empezaron a cobrar cuotas y ahí inició el
descontento popular. Después comenzaron a darse violaciones de niñas y
jóvenes, pero no se sabía nada porque las familias eran obligadas a
guardar silencio o se les expulsaba de la comunidad.
“Eso empezó a complicar más las cosas y
cuando nos dimos cuenta de eso y de que se cobraban cuotas por las
cosechas y se controlaban las actividades productivas, para nosotros fue
hora de hacer este movimiento, de liberarnos de ese yugo”.
Jorge ejemplifica la situación:
“Cobraban 50 centavos por caja de limón cortada a los productores, y
ahí, cuando comenzaron a cobrar por actividades productivas y cuando
comenzaron a molestar económicamente a la gente más pobre en la región,
iniciaron las protestas, siempre calladas, en las esquinas”.
“Así, fue degradándose igual que en el
resto del país, se convirtieron en grupos armados que comenzaron a
controlar territorios, que en un principio sólo se supeditaba al tráfico
de drogas, luego pasaron a controlar los cultivos, los precios y el
mercado”.
“Y eso derivó en un cártel que no sólo
controlaba el trasiego, cultivo y venta de enervantes sino que se
dedicaron al cobro de cuotas. Aquí en Agililla comenzaron con los
aserraderos como a los dueños de los montes, luego controlaron el precio
del ganado, al productor y a los carniceros. También comenzaron a
cobrar cuotas con los mineros”.
“A los dueños de aserraderos les
cobraban 100 pesos por metro cubico de madera, a los productores de
ganado 3.50 pesos por kilo, cuota que también incluía a los carniceros. A
los ganaderos les fijaron un precio por debajo de lo que se manejaba en
otros estados y de ése nadie podía pagar más porque sólo se les podía
vender a ellos, igual que el maíz”.
Los otros como ejemplo
Sin embargo, “la razón última por la que
comenzamos a organizarnos fue porque se hablaba de que los
levantamientos de las comunidades vecinas y municipios vecinos [entre
éstos, Tepalcatepec, Buenavista, Coalcomán y Chinicuila], eran una
maniobra del cártel Jalisco Nueva Generación, y teníamos nuestras
dudas”.
“Por lo cual –continuó– decidimos hacer
nuestro grupo de autodefensa para protegernos. Fue complicado, fue
difícil, nos descubrieron antes del levantamiento y hubo el intento de
asesinar a algunos de nosotros, pero estábamos escondidos”.
“Nos levantamos el 26 de junio. Lo que
teníamos aquí era un grupo armado con rifles, lanza granadas y andaban
con ellos en la calle como si fuera el Ejército. Y no podemos negarlo,
hubo varios accidentes”.
“Pero hay una polémica, la gente se
pregunta ¿cómo de repente un grupo de ciudadanos normalitos nos
levantamos en armas contra un cártel? y se cuestionan ¿cómo traemos
armas y de dónde sacamos el dinero para comprarlas?”, aseguró el
profesor normalista.
“Lo que sucede es que al ser una
comunidad pequeña, se sabía dónde tenían las armas y entonces en el
levantamiento abrimos esas casas y encontramos armas y municiones y de
ahí empezamos a armarnos. Aunque los artefactos más peligrosos como
lanza granadas y misiles se le han entregado al Ejército, porque no
sabemos utilizar ese tipo de armamento”.