Foto: EPA
Hablando
objetivamente, trescientos mil wons no es mucho dinero, aproximadamente
treinta o cuarenta dólares según el cambio actual del mercado. Sin
embargo, para lo habitual en Corea del Norte, esto es una gran cantidad,
sobre todo si se tiene en cuenta que hasta ahora el salario oficial era
de solo tres o cuatro mil wons al mes. Esto alcanza solo para uno o dos
kilogramos de arroz en el mercado, por eso, la mayoría de los
trabajadores sobreviven a costa de trabajar en el mercado y en el sector
privado. De esta manera, los trabajadores de la mina de Musansk y otras
empresas privilegiadas, por primera vez en veinte años, han cobrado un
salario con el cual se puede realmente vivir.
Este
aumento de salarios parece una acción extremadamente problemática. El
principal problema, por supuesto, será la inflación. Cuando los
trabajadores de las empresas exportadoras vayan al mercado con los
bolsillos repletos de dinero, inevitablemente comenzarán a crecer los
precios. No se excluye que la inflación se logre mantener bajo control,
sin embargo, solo en el caso de que el aumento se limite a unas pocas
empresas. Pero esto significaría que en una misma ciudad, por el mismo
trabajo, los trabajadores de distintas empresas cobrarían un salario que
se diferencia en aproximadamente cincuenta o cien veces, lo que
conllevaría a varios problemas políticos y económicos. A pesar de todo
esto, un empeoramiento de la inflación parece el resultado más probable
de todos.
No
se excluye que la dirección norcoreana piense mantener la situación
bajo control por la vía de variadas prohibiciones, en concreto, a los
favorecidos trabajadores de estas empresas ya les han comunicado que
tienen prohibido, a partir de ahora, hacer uso de los servicios del
mercado.
¿Serán
útiles estas prohibiciones? La respuesta a esta pregunta es evidente:
no servirán de nada. Esto se demuestra con la experiencia de la reforma
monetaria del año 2009, cuando el Gobierno norcoreano también anunció un
aumento en cien veces del salario y, se topó con un aumento desmedido
de los precios, entonces, trató de estabilizar la situación usando
innumerables prohibiciones administrativas. Estos esfuerzos fueron
inútiles.
Parece
que la dirección norcoreana decidió, una vez más, desafiar la ley de la
oferta y la demanda. Se puede inferir que este llamamiento terminará
igual que todos los anteriores.
Sin
embargo, lo interesante es otra cosa: las medidas tomadas ahora en
Pyongyang demuestran que la dirección de la República Popular
Democrática de Corea se han concienciado de que a la economía le son
necesarios los cambios. Incluso si la actual experiencia termina en un
completo fracaso, se puede suponer que tras él, vendrán otros y no se
excluye que se preparen mejor y terminen exitosamente.
Sin
embargo, el principal problema de los reformistas norcoreanos no radica
en el campo de la economía: las reformas del tipo chinas en Corea del
Norte son muy peligrosas políticamente, pues podrían llevar a la
desestabilización política interna. El fallecido Kim Jong Il comprendía
esto perfectamente y precisamente por eso es que siempre se negó a hacer
reformas.
Lo
más probable es que el máximo líder, el mariscal Kim Jong-un, no lo
tenga tan claro. Sin embargo, si así fuera igual la situación no
cambiaría nada; Kim Jong-un está obligado a ir hacia las reformas, a
pesar de que hacerlo esté lleno de peligros.
ovm/lj/sm
Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.