La guerra secreta en España (I)
Al terminar
la Segunda Guerra Mundial, Washington y Londres, que no habían tenido el
menor escrúpulo en permitir que el general Franco acabara con la
República Española, tampoco tuvieron el menor reparo en establecer una
alianza con el Caudillo. Madrid se convirtió en la base de retaguardia
de diversas organizaciones criminales y en Las Palmas incluso se abrió
un centro de entrenamiento para la guerra secreta. Como la dictadura
franquista se mantenía en el poder únicamente gracias al apoyo de los
anglosajones, todos los miembros de su gobierno provenían del Gladio. Al
morir el Caudillo, la condición previa del tránsito hacia la democracia
fue que se mantuvieran las bases militares estadounidenses en España y
que el país se incorporara a la OTAN. El Gladio pasó entonces a la
clandestinidad, sin abandonar por el poder.
En el caso de
España, la guerra de la derecha contra la izquierda y los comunistas no
se desarrolló en forma de guerra secreta. Fue una guerra abierta y
brutal que duró 3 años y dejó 600 000 víctimas en total, tantas como la
Guerra de Secesión en Estados Unidos. El historiador Víctor Kiernan
observa con bastante agudeza que un «ejército, supuestamente encargado
de garantizar la seguridad de la nación, puede comportarse a veces como
un perro guardián que muerde a la gente que debería proteger». Pudiera
pensarse que ese análisis se inspira en los ejércitos secretos
stay-behind. Con esa frase. Kiernan describía sin embargo el principio
de la Guerra Civil española, que comenzó el 17 de julio de 1936, cuando
un pequeño grupo de militares conspiradores trataron de tomar el poder.
Cierto es que «los generales españoles tienen, al igual que sus primos
de Sudamérica, la mala costumbre de meterse en política» [1].
El golpe de Estado militar del general Franco y sus cómplices se produjo
después de que la izquierda reformadora de Manuel Azada ganara las
elecciones del 16 de febrero de 1936 y aplicara numerosos programas a
favor de las capas más desfavorecidas de la sociedad. Para la poderosa y
mal controlada casta militar española, España estaba entonces a punto
de caer en manos de los socialistas, los comunistas, los anarquistas y
otros izquierdistas anticlericales. Muchos, en las filas del ejército
español, estaban convencidos de que tenían que salvar el país de la
amenaza roja del comunismo que provocaba purgas y asesinatos masivos en
la URSS de Stalin. Algunos historiadores, entre ellos el propio Kiernan,
son menos indulgentes cuando analizan las causas de la guerra de
España. Estiman que «los culpables no podían estar más a la vista (…) El
caso de España es muy sencillo. Un gobierno democráticamente electo fue
derrocado por el ejército. No era difícil tomar partido. De un lado,
los pobres. Del otro, los fascistas, los poderosos, los grandes
terratenientes y la Iglesia.» [2]
A pesar del apoyo de las Brigadas Internacionales, los socialistas y
comunistas españoles no lograron impedir el golpe de Estado de Franco ya
que este último tuvo el respaldo de Mussolini y de Hitler, además de
beneficiarse con la decisión de no intervenir que tomaron los gobiernos
de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos. Estimando que el comunismo
español era para ellos más peligroso que un dictador fascista, los
mencionados gobiernos asistieron impávidos a la muerte de la República
Española. En el contexto de los primeros momentos de la Segunda Guerra
Mundial, mucho se escribió sobre el fracaso de los primeros ministros
del Reino Unido y Francia –Chamberlain y Daladier– en detener a Hitler y
Mussolini en septiembre de 1938. Pero hubo bastante menos comentarios
sobre el silencioso respaldo de Londres y París al anticomunismo
italiano y alemán. Mientras la Unión Soviética armaba a los defensores
de la República española, Hitler y Mussolini enviaron a España más de 90
000 soldados armados y entrenados. La aviación alemana fue además
responsable de verdaderas masacres, como el bombardeo contra la aldea de
Guernica, inmortalizado por Picasso. Como resultado, el gobierno
británico enterró definitivamente la República Española, el 27 de
febrero de 1939, al otorgar su definitivo reconocimiento al régimen de
Franco. Al garantizar la neutralidad de España en la futura guerra,
Hitler y Mussolini garantizaban también la seguridad de su flanco oeste.
Mientras la lucha contra el comunismo seguía desarrollándose a escala
europea con los repetidos intentos hitlerianos de invasión contra la
Unión Soviética –intentos fracasados, pero al precio de un considerable
número de víctimas–, el dictador Franco devolvió el favor a las
potencias del Eje enviando su División Azul a Rusia a luchar junto a la
Wehrmacht.El general Francisco Franco (al centro) con el general Emilio
Mola (a la derecha).
Después de la Segunda Guerra Mundial, los enemigos comunistas internos
en Europa Occidental eran comúnmente llamados «Quintas Columnas». Aquel
término había sido utilizado originariamente para designar los ejércitos
secretos fascistas durante la guerra civil española y el primero en
utilizarlo fue el general franquista Emilio Mola. Como en octubre de
1936 –3 meses después del golpe de Estado de Franco– Madrid seguía en
manos de los republicanos y de las Brigadas Internacionales, Franco
ordenó a Mola tomar la capital combinando la astucia y la fuerza bruta.
Horas antes del asalto, en una manipulación que se hizo legendaria, Mola
anunció a la prensa que disponía de 4 columnas, en espera fuera de la
ciudad, y que una «quinta columna» de partidarios de Franco ya se
encontraba dentro de Madrid. Al no portar uniformes ni insignias y ser
así capaces de moverse sin problemas entre los enemigos de Franco, los
miembros de aquella «quinta columna» infiltrada eran, según Mola, los
más temibles de todos sus combatientes.
Aquella estrategia resultó eficaz ya que sembró el miedo y la confusión
entre los comunistas y los socialistas que defendían Madrid. «La policía
emprendió en la noche de ayer un registro sistemático en todos los
inmuebles de Madrid en busca de rebeldes [franquistas]», reportó el New
York Times al día siguiente de la declaración de Mola. Aquellas órdenes
eran resultado «aparentemente de un reciente anuncio del general Emilio
Mola a través de la emisora radial de los rebeldes. Afirmó que contaba
con 4 columnas de tropas posicionadas fuera de la ciudad y con una
quinta columna que esperaba la entrada [de las anteriores], escondida
dentro de la capital.» [4] A pesar de que el asalto dirigido por el
general Mola resultó en definitiva un fracaso, el temor a la famosa
quinta columna de hombres de la extrema derecha persistió a lo largo de
toda la guerra. Mike Economides, un comandante chipriota de las Brigadas
Internacionales, acostumbraba a informarle a los nuevos reclutas que la
guerra de España se estaba librando en dos frentes, con «el enemigo
delante y la quinta columna detrás» [5].
El término «quinta columna» sobrevivió a la guerra civil española y
sirvió desde entonces para designar a los ejércitos secretos o grupos
subversivos armados que operan clandestinamente dentro de la zona de
influencia de su enemigo. Durante la Segunda Guerra Mundial, Hitler creó
quintas columnas nazis encargadas de preparar el terreno, en Noruega y
en otros países, para facilitar la invasión por parte del ejército
regular alemán. Después de derrotar a Alemania, el bloque occidental y
la OTAN se adueñaron de la expresión y la adaptaron al contexto de la
guerra fría. El término «quinta columna» se empleó entonces para
designar los ejércitos secretos comunistas. Muy pronto los especialistas
en operaciones de guerra clandestina denunciaron «la rapidez del “mundo
libre” en permitir que proliferaran en su territorio las quintas
columnas comunistas» [6]. No fue hasta 1990 que finalmente se supo que
probablemente la mayor red de quintas columnas de la historia era la red
stay-behind de la OTAN.
Franco gobernó España con mano de hierro. Desde 1936 hasta su muerte, en
1975, no se organizó ni una elección libre en España. Entre los
arrestos arbitrarios, los simulacros de juicios, la tortura y los
asesinatos, era mínimo el peligro de que los comunistas o los
socialistas lograran ganar influencia. Es por ello que al ser
interrogado sobre la existencia de Gladio en España, Calvo-Sotelo, quien
había sido primer ministro entre febrero de 1981 y diciembre de 1982,
respondió con una mezcla de ironía y amargura que bajo la dictadura de
Franco «Gladio era el gobierno». Alberto Oliart, ministro de Defensa del
gobierno de Calvo-Sotelo, hizo una observación similar al calificar de
«pueril» el hecho de preguntarse si la España franquista también había
tenido un ejército secreto de extrema derecha ya que «aquí, Gladio era
el gobierno» [7].
Daniele Ganser
Historiador y Profesor en la Universidad de Basilea (Suiza)
1] En su prefacio del libro de Ian Mac Dougall, Voices from the Spanish Civil War. Personal Recollections of Scottish Volunteers in Republican Spain, 1936–1939 (Polygon, Edimburgo, 1986).
[2] Paul Vallely, «Romancing the past:
Sixty years ago, thousands of men and women went to fight in the
Spanish Civil War. Are there any ideals for which we would take up arms
today?», publicado en el diario británico The Independent el 22 de julio de 1996.
[3] Brian Catchcart, «They kept the
red flag flying: It is 60 years since General Franco launched his
assault on the Spanish Republic and thousands of young Britons joined
the International Brigades to defend it. What drove them to leave homes,
jobs and families, risking their lives? And what did they find when
they returned?», publicado en el semario británico The Independent on Sunday el 21 de julio de 1996.
[4] Diario estadounidense The New York Times, edición del 16 de octubre de 1936.
[5] James Hopkins, Into the Heart of Fire. The British in the Spanish Civil War(Stanford University Press, Stanford, 1998), p.294.
[6] Ejemplo encontrado en el diario británico The New Statesman, edición del 26 de abril de 1958.
[7] «Calvo-Sotelo asegura que España
no fue informada, cuando entró en la OTAN, de la existencia de Gladio.
Morán sostiene que no oyó hablar de la red clandestina mientras fue
ministro de Exteriores», publicado en el diario español El País el 21 de noviembre de 1990.
Fuente: www.voltairenet.org