Cervantes

Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté.

MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha.

27 de febrero de 2014

La Holguinocracia


En Colombia, desde antes de que hubiese nación y desde luego burguesía; de antes de aparecer el actual país –tras la muerte de Bolívar– han existido unas familias dinásticas que hundiendo sus raíces en los enriquecidos de la Colonia se convirtieron en los usufructuarios y usurpadores de las victorias populares desde la Guerra de Independencia hasta nuestros días.
Son comunes e invariables apellidos como los López, Gómez, Ospina, Mosquera, Lleras, Mallarino, Lozano, Samper… una fila de unas cincuenta familias, con ínfulas de abolengo nobiliario, que se atrevieron hasta a comprar títulos de conde o marqués; y dentro de ellas descuella una especial: los Holguín, encargada, como por herencia, de las relaciones internacionales de Colombia. Con justeza los textos de derecho internacional de años atrás llamaron a esa aberración política, la ‘Holguinocracia’

Uno de sus primeros exponentes se remonta a los años del decenio de 1880: Carlos Holguín Mallarino, quien so pretexto de restablecer las relaciones con España, rotas por la justa Guerra de la Independencia, a espaldas del país, e importándole un bledo (aunque en Santander diríamos ‘un tafanario’) pactó con la reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena la “exposición” del Tesoro Quimbaya: 123 piezas de oro de alta filigrana de esa extraordinaria cultura indígena, que luego fue ‘donado’ a la corona española con el gracioso argumento de celebrar los cuatro siglos del ‘descubrimiento’. ¿El castigo a ese canciller? ¡Presidencia de la República de inmediato! Dicho ciudadano benemérito inicia la dinastía al encargar a su dilecto hijo, Hernando Holguín y Caro, como Ministro plenipotenciario para la aplicación del laudo de límites con Venezuela, laudo que fijo la reina de marras, en pago por tan espléndido regalo: el oro que no alcanzaron a robarse sus arcabuceros y encomenderos.

Otro que lo sigue en la línea dinástica es el hermano de aquél, Jorge Holguín Mallarino (presidente en corto tiempo entre 1921 y 1922) que también había sido canciller, y quien en su presidencia firmó el tratado Urrutia-Thompson con los gringos para fijar límites de la República de Panamá, obviamente a espaldas de los istmeños; y el tratado Lozano-Salomón de límites con el Perú (tratado secreto de marzo/22) que entregó buena parte del territorio.

Varios Holguín más fueron cancilleres, hasta cuando otro de esa misma ralea, Juan Uribe Holguín, canciller del gobierno de Urdaneta (que reemplazaba el del ‘monstruo’ Laureano Gómez) intercambió notas de Cancillería con Venezuela, y mediante documento GM 542 del 22 de noviembre de 1952, le reconoció a Venezuela la “soberanía de los islotes de Los Monjes”, a condición de que el gobierno del hermano país –hermanado en la guerra fría y el anticomunismo– extraditara al guerrillero liberal Eliseo ‘Cheíto’ Velásquez, quien retornado al país fue ametrallado en Arauca por la policía. Desde luego, un primo del señor Canciller, Francisco Urrutia Holguín, embajador en Caracas fue uno de los pactantes de la soberanía y el crimen.

Enrique Santos Montejo, ‘Calibán’, abuelo del actual Presidente Juan Manuel Santos, escribió en esos años en El Tiempo en ‘La danza de las horas’: “No convirtamos el caso del islote de Los Monjes en controversia internacional. Vale mucho más la cordialidad con Venezuela... cedamos en nuestros derechos... Y demostremos que apreciamos en mucho más su amistad que la posesión de pedazos de tierra o de roca”. ‘Calibán’, como sus primos, era del partido liberal, el mismo que ayudó a lanzar a la lucha guerrillera contra la exclusión y el crimen a ‘Cheíto’ Velásquez, y que no dijo nada por el crimen del ‘chusmero’ campesino.

Hoy tenemos nueva miembro de la ‘Holguinocracia’ al frente de las relaciones internacionales: María Ángela Holguín, que en su cargo se ha dedicado los últimos dos días a cuestionar al Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, quien ha acusado con sobradas razones a Álvaro Uribe Vélez por intervenir en los asuntos del hermano país, instigando incluso a paramilitares en las fronteras.

Para la señora canciller es delicado que el Gobierno de Maduro acuse a su congénere de clase (y tal vez aspirante a ser de la dinastía) de intervenir; pero cuando AUV lanza babas pero también pestilencias contra el ‘Castro-Chavismo’, refiriéndose a los gobiernos de dos países con los que el nuestro tiene “cordiales relaciones” (según Santos, jefe de la canciller) la doña no dice nada; como no dice nada cuando el energúmeno y casi orate expresidente señala a un gobierno elegido por el voto popular de dictadura tiránica. ¡Ay! Definitivamente nuestros internacionalistas del siglo XX tenían razón al señalar la ‘Holguinocracia' como una aberración política.

En la imagen, María Ángela Holguín y Carlos Holguín Mallarino

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