Escrito por Francesco Merli
Lunes 14 de Abril de 2014
El presidente ucraniano Oleksandr
Turchynov declaró ayer en un discurso televisado en vivo que pondrá en
marcha una operación militar a gran escala para recuperar el control
sobre el este de Ucrania. Tanto si se trata de un farol o de una amenaza
real, aún está por verse que el gobierno ucraniano tenga la voluntad y
los medios para hacer cumplir su amenaza. Pero hoy, el mismo Turchynov
ha declarado que el gobierno de Kiev no está en contra de la celebración
de un referéndum en el este de Ucrania y establece una fecha para el 25
de mayo. Mientras tanto, en Kiev se habla de solicitar fuerzas de paz a
la ONU. Todo esto muestra el lío insoluble en el que se han metido las
autoridades ucranianas.
Un ultimátum a los milicianos pro-rusos
para que abandonen los edificios gubernamentales y las comisarías de
policía ocupados, que tomaron a principios de la semana pasada en una
serie de ciudades, ha expirado esta mañana sin ningún efecto. En
Sloviansk, las fuerzas de seguridad ucranianas han retomado los
edificios gubernamentales ocupados por los insurgentes con fuertes
enfrentamientos y pérdidas en ambos lados, pero la insurgencia se está
extendiendo a otras ciudades en el momento de escribir este artículo. La
última es Gorlovka, con una población de 290.000 - un centro industrial
minero y químico.
Si el ejército fuera desplegado para
suprimir la insurgencia pro-rusa, que abarca desde Donetsk a Kramatorsk,
Sloviansk y muchas más ciudades, esto simplemente representaría un
intento desesperado por parte del gobierno de Ucrania de recuperar el
control sobre la región. Sin embargo, podría ser la excusa perfecta para
que Putin ordenara la intervención militar del ejército ruso, que debe
estar listo para actuar, después de haber acumulado fuerzas a lo largo
de la frontera con Ucrania durante varias semanas. Esto sería
justificado oficialmente por Rusia como un acto en defensa de la
subsistencia de la población, principalmente rusa o pro-rusa, amenazada
por Ucrania, gran parte de la cual es también de ciudadanía rusa.
Un conflicto abierto entre las fuerzas
armadas de Rusia y Ucrania se haría inevitable en esas circunstancias.
Pero ¿cuál es la situación real sobre el terreno?
Una vez más, parece que los rusos han
estado preparándose para la posibilidad de un conflicto, mientras que
los discursos beligerantes de Turchynov tienen pocos medios de ser
llevados a cabo en la práctica por las muy desmoralizadas, debilitadas y
desestabilizadas fuerzas armadas ucranianas. Las potencias occidentales
están apoyando de palabra al gobierno de Kiev. Pero, a pesar de todo el
ruido, se mantienen a una distancia segura de una posible implicación
directa. En la práctica, han abandonado a su suerte a Turchynov en el
momento de la verdad. Por otra parte, Rusia cuenta con el apoyo activo
de una parte decisiva de la población de estas regiones. El resultado de
esta confrontación, por desgracia para Turchynov, no puede ser otro que
favorable para Rusia.
La crisis de Ucrania está escapando a
todo control con rapidez y seguridad conforme los acontecimientos están
generando una lógica propia. Nosotros explicamos en artículos anteriores
que la ocupación rusa del este de Ucrania no sería tan indolora y
pacífica como resultó la anexión de Crimea. Una parte considerable de la
población del este de Ucrania (incluyendo muchos ucranianos étnicos) se
inclina a aceptar una intervención rusa como favorable para sus propios
intereses o, al menos, la considerarían un mal menor. Pero también hay
una parte de la población, nada despreciable, que se siente amenazada
por la posibilidad de una ocupación rusa y se opondrá a ella por todos
los medios. Un goteo de cientos de milicianos armados pertenecientes a
la extrema derecha, y a grupos neo-nazis y nacionalistas ucranianos
están moviéndose a la región para luchar contra una posible invasión
rusa. Hay informes de ciudadanos nacionalistas ucranianos que están
organizados en milicias armadas en varias de las ciudades del Este.
Sangrientos enfrentamientos entre nacionalistas ucranianos y partidarios
anti-Maidan ya han tenido lugar en Jarkov.
Las necesidades estratégicas del
imperialismo ruso no se pueden resolver con la partición de Ucrania. A
mediano plazo, Putin necesita reafirmar la influencia rusa en el
conjunto del país vecino; a largo plazo, la ocupación de Ucrania sería
insostenible para Rusia. Moscú no tiene fuerzas militares lo
suficientemente poderosas como para disuadir a Turchynov de que siga
agravando el conflicto. Pero sí tiene influencia económica bastante
importante contra el gobierno de Ucrania, que actualmente está llevando a
cabo medidas de austeridad muy severas impuestas por el FMI a cambio
del rescate de Ucrania. Estas medidas tienen el riesgo de desestabilizar
aún más al gobierno de Kiev, minando su apoyo popular en los próximos
meses. Putin ha anunciado cifras que demuestran la extrema dependencia
de la economía ucraniana de los suministros de gas subsidiado
procedentes de Rusia, y ahora está procediendo a vender gas a precios
del mercado internacional.
Por estas razones, las intenciones
originales de Putin podrían haber sido utilizar una combinación de
presiones económicas y la insurgencia pro-rusa en el este como un medio
para ejercer presión sobre el gobierno de Kiev a fin de retomar de nuevo
su influencia en todo el país en un plazo de tiempo razonable. Pero
cualquiera que sean las intenciones de Putin, las cosas están
desatándose bastante rápidas en dirección a una intervención rusa,
mientras que las reacciones extremadamente débiles y confusas del
gobierno de Kiev al enfrentarse a la creciente crisis en el este de
Ucrania podrían haber convencido a Putin de aumentar la presión.
¿Un complot ruso?
Los medios de comunicación
internacionales de Occidente están presentando a la insurgencia pro-rusa
como si estuviera formada por fuerzas especiales rusas disfrazadas,
simples provocadores y matones enviados desde el exterior por el Kremlin
con el fin de provocar un conflicto. Los principales canales de
noticias y medios repiten obsesivamente que los hombres armados que
están ocupando los edificios del gobierno y las comisarías de policía en
una ciudad tras otra están organizados, entrenados y bien equipados con
armas rusas, pero no llevan identificación. Por lo tanto, insinúan que
tienen que ser fuerzas especiales rusas encubiertas.
No dudamos de que el Kremlin tiene
muchos agentes operando en el este de Ucrania. Sin embargo, esto no
agota la cuestión de lo que representa la insurgencia. Todo lo
contrario.
De hecho, Moscú no necesita enviar a
nadie Hay un montón de fuerzas organizadas en Ucrania, que están
bastante dispuestas a apoyar a Rusia desde dentro. La policía especial
ucraniana, la Berkut, fue disuelta por el nuevo gobierno de Kiev el 24
de febrero, pero sus unidades no se han disuelto y sus estructuras
permanecen en gran parte todavía en su lugar en una serie de regiones,
fuera del control gubernamental. Además, hay personal del ejército, de
la policía y sectores de los servicios secretos que están en contra del
nuevo gobierno y podrían proporcionar algún apoyo a los insurgentes por
razones propias.
Muchos informes de periodistas
independientes, que han encontrado poco eco a nivel internacional,
pintan un cuadro bastante diferente al de los principales medios del
mundo. Las milicias pro-rusas que han estado reuniéndose y empezando a
tomar forma en el curso de los acontecimientos muestran a cientos y
miles de hombres y mujeres de todas las edades y sectores de la
población en un esfuerzo de auto-organización auténtica, en una
situación en la que la insurgencia tiene un apoyo masivo. Sólo para dar
un ejemplo, los periodistas en Sloviansk mostraron una foto de un hombre
de mediana edad con uniforme militar que abría su chaqueta para mostrar
una medalla del Ejército Rojo por su papel de combatiente en Kandahar.
La imagen fue utilizada para "demostrar" la presencia de soldados rusos
en la ciudad; pero, por supuesto, en el momento de la guerra de
Afganistán, Ucrania era parte del ejército soviético y hay una gran
cantidad de este tipo de hombres de mediana edad que son veteranos de la
guerra de Afganistán.
Lo que ha sido objeto de burla en los
medios de comunicación, al describir el ambiente casi como un arrebato
de nostalgia soviética, tiene profundas raíces en la masa de la
población del este de Ucrania. El uso generalizado de banderas rojas y
las referencias a la Unión Soviética en la insurgencia también se
corresponde con el rechazo masivo a lo que trajo la desintegración de la
URSS y la restauración capitalista. La realidad post-soviética es una
miríada de estados capitalistas mafiosos débiles, donde las condiciones
de vida de la mayoría de la población se han convertido en una
pesadilla, mientras que un puñado de oligarcas han acumulado una enorme
riqueza mediante el saqueo de los bienes públicos de estos países. Este
sentimiento es particularmente fuerte en la clase obrera del este de
Ucrania, e incluso podría tomar un giro peligroso para los poderosos
oligarcas y ricos como Ajmetov, el hombre más rico del país, que
nominalmente simpatiza con la insurgencia y ahora se presenta y se hace
pasar por un mediador con el gobierno de Kiev, en un intento de
mantenerla bajo control.
La nostalgia por la Unión Soviética, del
tiempo anterior al colapso social terrible que trajo la desintegración
de la URSS, también contiene algunos elementos progresistas, y esto se
refleja en la declaración inicial de la República Popular de Donetsk
[como ha denominado la insurgencia a la provincia ucraniana de Donetsk
bajo su control], que contiene referencias a la propiedad colectiva y
contra la explotación laboral. Lo que es más, la primera demanda de los
insurgentes de todas estas ciudades no es la anexión a Rusia, sino más
bien un referéndum sobre la federalización; es decir, un mayor grado de
autonomía dentro de una Ucrania unida. Sin embargo, estos elementos
progresistas también se mezclan con los demás, el nacionalismo ruso y el
apoyo a Putin - que por supuesto es reaccionario - e incluso las
banderas y los símbolos imperiales rusos.
Lo que los medios occidentales a menudo
se olvidan convenientemente de decir es que en Ucrania ha habido una
buena cantidad de intromisión extranjera, pero no sólo de Rusia, sino de
todas partes. De hecho, el eco de la lucha de poder entre los EE.UU. y
la UE por un lado, y Rusia por el otro ha sido una característica
central de la política ucraniana en las últimas dos décadas, y estaba en
el centro mismo del movimiento Euro-Maidan. La intromisión extranjera
no es la causa en sí misma de la crisis, pero ha acelerado su estallido.
De hecho, Rusia en los últimos 20 años se ha visto desafiada
constantemente en su esfera tradicional de influencia en las antiguas
repúblicas soviéticas, especialmente por los EE.UU., pero también por
Alemania y las principales potencias europeas. Lo nuevo es que ahora
Moscú se encuentra en la posición de lanzar una contraofensiva y
recuperar algo del terreno que había perdido.
La infame Subsecretaria de Estado de
EE.UU., Victoria Nuland, se jactó en diciembre durante una conferencia
de negocios internacional de que los EE.UU. habían invertido 5.000
millones de dólares en la promoción de la "sociedad civil y una buena
forma de gobierno" desde la declaración de la independencia de Ucrania
en 1991. En palabras llanas, los EE.UU. han gastado enormes cantidades
de dinero en efectivo con el fin de arrastrar a Ucrania lejos de la
influencia de Rusia, por cualquier medio posible. La naturaleza de esta
"sociedad civil" que han estado promoviendo se ha hecho evidente en los
últimos meses con el surgimiento de organizaciones nacionalistas
ucranianas de extrema derecha, incluyendo bandas de neo-nazis.
Fue el brutal nacionalismo ucraniano del
nuevo gobierno que llegó al poder después del derrocamiento de
Yanukovich el que provocó la insurrección autonomista en el este de
Ucrania, donde se concentra el grueso de la población de etnia y habla
rusa. No olvidemos que la primera ley que el nuevo gobierno en Kiev
intentó aprobar fue la prohibición del ruso como lengua co-oficial, una
medida destinada a apaciguar a los nacionalistas ucranianos, pero que
envió un mensaje claro a la masa de la población del este de Ucrania,
donde se concentra el grueso de la clase obrera industrial del país.
Este movimiento está desatando fuerzas
que son mucho más peligrosas para la oligarquía capitalista corrupta de
Ucrania, de todas las ex repúblicas soviéticas y, por último pero no
menos importante de todo, de Rusia.
Desde el punto de vista de la clase
obrera, lo que se necesita es una posición independiente tanto del
nacionalismo ucraniano como del nacionalismo ruso, y traer los problemas
de la clase a la palestra. En el este piensan que el camino a seguir
desde el colapso económico que trajo el acercamiento a la UE y el
rescate del FMI está en la vuelta de la URSS. Pero la URSS, por
supuesto, no existe y el capitalismo ruso no está interesado en
apuntalar viejas industrias oxidadas en el este de Ucrania, que
competirían con las suyas. En la parte occidental piensan que el camino a
seguir es una integración más estrecha con la UE para poder emigrar y
encontrar puestos de trabajo y, tal vez, conseguir algo de inversión
extranjera. Ambas "soluciones" son una ilusión. Ya es hora de que una
solución de clase sea presentada a los trabajadores ucranianos,
enraizada en la lucha contra el nacionalismo reaccionario de ambos lados
y contra los ladrones oligarcas reaccionarios que están utilizando el
nacionalismo para avanzar en sus propios intereses privados de acumular
dinero.