por Rafael Cid
Lunes, 02 de Junio de 2014
Juró los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional (el
partido único franquista) para alcanzar el poder. Se autoproclamó Jefe
de Estado y de las Fuerzas Armadas de la sedicente democracia dentro del
“paquete” que sometía a referéndum la Constitución (que Juan Carlos
nunca juró).
Metió bajo siete llaves la
documentación secreta que revelaba su papel en el golpe de Estado del
23-F. Y ahora dimite de penalti sin que exista siquiera la Ley Orgánica
que regula la abdicación para evitar cumplir con el trámite de
ratificación popular exigido para reformar el Título II de la C.E.
Y encima pretenden tomarnos por tontos
hablando de que se trata de una decisión muy meditada y que estaba en la
programación de La Zarzuela. ¡Gañanes!. Ocultan que en el mensaje del
pasado Fin de Año el Rey confirmó su permanencia en el puesto; que este
mismo lunes 2 de julio de 2014 en que se hecho pública la abdicación
Juan Carlos tenía previsto inaugurar un congreso en Barcelona; que la
Reina Sofía ha mantenido en su agenda un viaje para mañana martes a
Nueva York; que al Príncipe Felipe le ha sorprendido el gatillazo papal
regresando de un acto oficial en El Salvador, y que en las últimas
semanas el propio monarca había relanzado su imagen de Rey Campeador con
giras chanchullo a las monarquías del Golfo para hacer caja para la
Marca España y una majestuosa presencia en el palco de honor de la final
de la Liga de Campeones.
Por no hablar del esperpento de esa
corte, la del trágala dinástico gobernante PP-PSOE, encarnado por el dúo
sacapuntas Rajoy-Rubalcaba, que con su habitual babosería se ha
coronado de sandeces impasible el ademán. Mendacidad sin igual, que
recuerda a aquella otra “abdicación” que defenestró a Adolfo Suarez, y
cuya comunicación real a todos los españoles a través de la televisión
ha sufrido parecido “retraso técnico” a la del mensaje del Rey para
“salvar la democracia” aquella noche de los tricornios de 1981. Juan
Carlos abdica por el sindicato de las prisas en la misma mañana en que
el primer partido de la oposición estaba reunido en cónclave para
decidir si hacían primarias para elegir a un nuevo líder, y a semejante
zafarrancho lo llaman gesto de estabilidad institucional. ¡Unos linces!
La inmaculada transición se va al
garete. Aunque de momento hagan como si no pasara nada y la mayoría
borbónica que okupa el Parlamento apruebe ceder el testigo a Felipe como
sucesor a título de Rey con las mismas tretas como se hereda una finca
cuando el dueño está gagá. Sin importarles que las elecciones europeas
hayan demostrado que con menos del 50% de respaldo popular carecen de
legitimidad para decidir por todos los españoles como reclama el
artículo 92 de la vigente Constitución (“Las decisiones políticas de
especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de
todos los ciudadanos”). Sin reformar previamente la Constitución para
zanjar la feminicida discriminación de género en la trasmisión de la
corona. Manteniendo el esperpento que permite condensar en la figura de
un rey jurídicamente irresponsable la jefatura del Estado y la de las
Fuerzas Armadas.
No saben que con ello, desde este mismo
momento, pavimentan la campaña electoral para que las elecciones que
deben celebrarse el próximo año 2015 (locales, autonómicas y generales)
se conviertan en un rotundo plebiscito contra la monarquía, como ya
sucedió en abril de 1931. Por cierto, la patronal CEOE ha colgado en su
web (luego la retiró) una nota sobre la abdicación del Rey Juan Carlos
“agradeciéndole los servicios prestados”. Más transparencia, imposible.