Los
enfrentamientos y los muertos en el conflicto ruso-ucraniano pueden
desembocar en una guerra regular e incluso en el uso de armas nucleares
tácticas por parte de Moscú y la OTAN.
En
la estremecedora película El día después, estrenada en 1983 por la
cadena de televisión ABC, se muestra como una concentración de tropas
rusas en Europa Oriental –que Moscú afirmó inicialmente que era un
ejercicio militar–, y luego gradualmente escaló a un punto en el que el
Kremlin y la Casa Blamca lanzaron sus misiles nucleares por temor a
perderlos en un ataque preventivo. La situación parece hoy repetirse en
la frontera rusoucraniana: Moscú no sólo ha reforzado la maquinaria
bélica que movilizó en lo que inicialmente se consideraba una
demostración de fuerza, sino que ahora el Ministerio de Defensa de Rusia
ha ordenado a las brigadas de equipos médicos militares que se
desplieguen con urgencia a la frontera con Ucrania, una inequívoca señal
de que Moscú se prepara para la guerra después de que decenas de miles
de soldados fueron enviados a la región fronteriza para ejercicios
militares.
Si
bien los estadounidenses no han pensado en escenarios semejantes desde
el fin de la Guerra Fría, porque la rivalidad ideológica entre
Washington y Moscú se había dejado de lado, la crisis en Ucrania es un
recuerdo de que Rusia sigue siendo una superpotencia nuclear, y que las
fuentes geopolíticas de sus preocupaciones de seguridad no han
desaparecido. De hecho, Moscú tiene mayores motivos para preocuparse
actualmente, porque ha perdido la barrera de aliados que la aislaba de
un ataque occidental durante la Guerra Fría, y ahora tiene su capital a
sólo unos pocos minutos de la frontera oriental de Ucrania en jet (menos
por misil). Si se conoce la historia de la región, es fácil ver por qué
Moscú podría temer una agresión.
Después
de fomentar la revuelta en Ucrania oriental, como respuesta al golpe de
Estado orquestado en Kiev por la Casa Blanca, Moscú alega que puede
verse obligada a ayudar a rusos étnicos en esa zona (por eso ha reunido
40.000 soldados al otro lado de la frontera, en lo que fue calificado de
maniobras). Mientras tanto, Estados Unidos ha aumentado su propia
presencia militar en la zona, reiterando garantías de seguridad a los
miembros locales de la OTAN. De modo que poco a poco, las tensiones se
intensifican.
Según
Loren Thompson, jefa de operaciones del Lexington Institute sin fines
de lucro y Directora Ejecutiva de Source Associates, un aspecto
siniestro del equilibrio militar regional es la presencia de armas
nucleares no estratégicas en ambos lados. Las armas nucleares tácticas,
esos misiles, bombas y otros artefactos fueron comprados durante la
Guerra Fría para compensar cualquier déficit en poder de fuego
convencional durante un conflicto. Según Amy Woolf, del Servicio de
Investigación del Congreso, Estados Unidos tiene unas 200 armas de ese
tipo en Europa, algunas de las cuales están disponibles para ser
utilizadas por aliados locales en una guerra. Woolf dice que Rusia tiene
unas 2.000 ojivas nucleares no estratégicas en su arsenal activo
–muchas de ellas a una distancia de ataque de Ucrania– y que sucesivas
revisiones de la estrategia militar rusa parecen “depender más de armas
nucleares” como contrapeso para la ventaja de Estados Unidos en armas
convencionales de alta tecnología.
Un
estudio hecho en 2011 por la respetada RAND Corporation llegó a la
misma conclusión, señalando que la doctrina rusa reconoce explícitamente
la posibilidad de usar armas nucleares en respuesta a una agresión
convencional. Moscú no sólo ve el uso nuclear como una potencial opción
de escalada en una guerra regional, sino también prevé el uso de armas
nucleares para desescalar un conflicto. No se trata sólo de ruido de
sables ruso. Estados Unidos y sus socios de la OTAN también prevén la
posibilidad de usar armas nucleares en una guerra europea. El gobierno
de Obama tuvo la oportunidad de apartarse de una idea semejante en un
Estudio de Postura Nuclear de 2010, y en su lugar decidió que
conservaría armas nucleares desplegadas en Europa bajo una doctrina
conocida como disuasión extendida. Naciones europeas orientales que se
unieron a la OTAN después del colapso soviético han apoyado
especialmente el que haya armas nucleares de Estados Unidos próximas a
ellas.
Por
improbable que parezca, a ambos lados existen doctrinas y capacidades
que podrían conducir al uso nuclear en una confrontación con Ucrania.
Durante
la crisis de los misiles de 1962, la Armada de Estados Unidos casi
provocó el uso de un torpedo nuclear por un submarino ruso durante el
bloqueo porque malinterpretó la probable reacción del enemigo al ser
amenazado. En aquel momento, el mundo estuvo al borde de una guerra
nuclear por un error de interpretación. Lo mismo ocurre ahora: la
malinterpretación de señales puede convertirse en un proceso recíproco
que envíe a ambos lados rápidamente por el “camino de la escalada”, a un
punto en el cual el uso nuclear parezca ser el siguiente paso lógico.
Según
Thompson, si la confrontación militar entre Rusia y la OTAN lleva a un
conflicto convencional, un lado o el otro podría llegar a enfrentar la
derrota. Rusia tiene una clara ventaja numérica en el área alrededor de
Ucrania, pero sus fuerzas armadas consisten sobre todo de conscriptos y
está mediocremente equipada en comparación con sus contrapartes
occidentales. Sea cual sea el lado que estuviera perdiendo tendría que
sopesar las desventajas de perder en comparación con las de escalar al
uso de armas nucleares tácticas. Moscú tendría que considerar la
posibilidad de una permanente presencia enemiga cerca del corazón de su
territorio, mientras que Washington podría enfrentar el colapso de la
OTAN, su alianza más importante. En semejantes circunstancias, el uso de
“sólo” una o dos ojivas tácticas nucleares para prevenir un resultado
con consecuencias tan trascendentales podría parece razonable
–especialmente, en vista de la existencia de capacidades relevantes y
doctrinas de apoyo moral en ambos lados.
La
política de Estados Unidos incluso prevé que se deje que aliados
utilicen ojivas tácticas contra objetivos enemigos. Moscú probablemente
no confía en sus aliados hasta ese punto, pero con más armas nucleares
tácticas en más sitios, existe una mayor probabilidad de que comandantes
rusos locales puedan tener la libertad de iniciar el uso de armas
nucleares en el caos de la batalla. La doctrina rusa apoya el uso de
armas nucleares como reacción ante una agresión convencional que amenace
el territorio nacional, y los obstáculos a la iniciativa local
frecuentemente desaparecen una vez que las hostilidades comienzan.
Cuando
se consideran todos los errores, fallas y malos entendidosque ocurren
en tiempos de guerra –inteligencia mediocre, comunicaciones perturbadas,
reveses en el campo de batalla, fallas del comando y una multitud de
otras influencias–, parece razonable considerar que una confrontación
entre la OTAN y Rusia podría escalar de alguna manera fuera de control,
incluso hasta el punto de utilizar armas nucleares. Y porque Ucrania
está a escasos 400 kilómetros de Moscú, no hay manera de prever lo que
podría ocurrir una vez que se cruce la “línea de fuego” nuclear.