2 de junio de 2014

Proceso a Juan Carlos de Borbón y Borbón


LA Constitución redactada a su medida y aprobada en 1978 dice en su artículo 56:3 que “La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”. Mientras siga siendo el rey su palabra será la ley, como canta la ranchera de José Alfredo Jiménez, pero al dejar de serlo pierde la inviolabilidad y se vuelve responsable de sus actos. El pueblo español tiene derecho a pedirle cuentas de sus actuaciones incontroladas al individuo Juan Carlos de Borbón y de Borbón..
   El rey Juan Carlos I ha anunciado este 2 de junio que renuncia a serlo, y el Gobierno debe preparar su abdicación oficial, porque en todo este tiempo, desde que entró en vigor la Constitución de 1978, no se ha cumplido con lo preceptuado en el artículo 57:5, respecto a la elaboración de una ley orgánica que resuelva sobre las abdicaciones y renuncias. En este reino de la chapuza nada está hecho, y así llega el anuncio de la renuncia sin que una ley regule cómo se debe actuar en el caso.
   Juan Carlos I ha querido una vez más dejar en ridículo a su mujer. Es que no lo puede evitar, la detesta tanto que no pierde oportunidad de poner en evidencia su ignorancia. En el panfleto tituladoLa reina, mal escrito por la periodista opusdeísta Pilarurbano y editado por Plaza & Janés en 1996, página 283, aseguró Sofía: “¿Abdicar? ¡Nunca! El Rey no abdicará jamás. […] Se da por sobreentendido que reinará hasta la muerte. A un rey sólo debe jubilarle la muerte”, y tres páginas después insistió: “El Rey no abdicará jamás, hasta que la muerte lo licencie”. Pues no ha sido así, y de nuevo el marido legal le ha propinado un papirotazo, a los que está muy acostumbrada.
 
Motivos de la renuncia
 
   Parece ser que el individuo Juan Carlos de Borbón desea reanudar la relación con la que se autodefine como su “amiga entrañable”, la presunta princesa Corina zu Sayn—Wittgenstein, hasta que la muerte los separe, y los hijos no estaban de acuerdo, por los escándalos que ya ha proporcionado para el desprestigio de la monarquía, de por sí desprestigiada desde los reyes godos, que eran unos salvajes criminales.
   Otro motivo para la retirada es, se dice, el inminente procesamiento de su hija Cristina, por los delitos continuados a la Hacienda Pública del reino, cometidos con la complicidad de su marido y socio, ya procesado, pendiente de un fallo que sin la menor duda los va a condenar, so pena de una revolución popular, porque está archidemostrado que nos robaron a los vasallos de su padre y suegro, basándose precisamente en el parentesco familiar.
   Ahora el individuo Juan Carlos de Borbón y Borbón puede ser procesado, como lo fue su abuelo Alfonso de Borbón cuando se le cayó el XIII de su nombre. Las Cortes Constituyentes legal y legítimamente establecidas, en uso de su soberanía, aprobaron el 20 de noviembre de 1931 el acta acusatoria contra Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena, declarándole solemnemente fuera de la Ley, privado de paz jurídica, degradado de todas sus dignidades, derechos y títulos, sin que pudiera reivindicarlos jamás para él ni para sus sucesores.
 
Los juramentos de Juan Carlos
 
   Un exgeneral rebelde, y por tanto sin legitimidad, derogó esa sentencia legítima, a la que concedió validez por haber derrotado al pueblo español en la guerra que él mismo dirigió, con la aprobación y el dinero del exiliado Alfonso de Borbón y la complicidad de su hijo Juan, quien por dos veces intentó enrolarse en el ejército rebelde para matar a los españoles leales. Convertido el exgeneral en dictadorísimo, decidió nombrar sucesor a título de rey al nieto de Alfonso e hijo de Juan, los borbones sentenciados por las Cortes legítimas, llamado Juan Carlos, para que continuara su régimen genocida.
   El 22 de julio de 1969 por la mañana Juan Carlos de Borbón aceptó la designación, y por la tarde juró en el simulacro de Cortes de la dictadura lealtad a la persona del dictadorísimo y fidelidad a sus leyes genocidas. En su discurso de aceptación afirmó: “Quiero expresar, en primer lugar, que recibo de su excelencia el jefe del Estado y generalísimo Franco, la legitimidad política surgida el 18 de julio de 1936”, es decir, el día en que se produjo la sublevación militar contra la legalidad republicana.
   Desde ese momento asumió los crímenes de la dictadura, al convertirse en el delfín del dictadorísimo, al que además sustituyó al frente del Estado por motivos de enfermedad en dos ocasiones. Iba tras él en todos los actos oficiales. Y el 22 de noviembre de 1975, muerto su exaltador, volvió a repetir su juramento de fidelidad a las leyes ilegales de la dictadura, y su compromiso de continuar la política de su promotor.
 
Un proceso sin impunidad
 
   En el reino de España no ha sido posible hasta ahora exigir responsabilidades a los servidores de la dictadura. Una jueza argentina se está encargando de intentar procesar a los asesinos de españoles en el cumplimiento de las leyes ilegales de la dictadura. Juan Carlos de Borbón es el mayor responsable, puesto que refrendó todos los actos del dictadorísimo desde su designación como sucesor a título de rey.
   Además, el pueblo español debe exigirle cuentas por la acumulación de una inmensa fortuna de unos 1.800 millones de euros, convenientemente guardada en bancos suizos, sin que sea conocido su origen, a todas luces ilegal. Y también por la de su hija Cristina y su yerno Urdangarin, robada al pueblo español, y asimismo colocada en los llamados paraísos fiscales. Y sobre la construcción del inútil pabellón de caza y cama pagado por el Patrimonio Nacional. Y sobre las colecciones de automóviles, motocicletas, rifles y relojes de lujo que atesora. Y sobre su complicidad en las actividades delictivas de Manuel de Prado, Mario Conde, Javier de la Rosa y los primos Albertos, condenados por sus trapicheos económicos. Y sobre los pagos a sus barraganas para que no mostraran los vídeos que le grabaron en actitudes lujuriosas, sin que él lo advirtiese.
   Ahora es el momento de exigir a Bárbara Rey que haga públicos los vídeos, para diversión del pueblo que le ha pagado millones por su silencio, y también de contarnos cuánto ha cobrado del Presupuesto Nazional como sobornos. Y lo mismo debemos hacer con algunas otras de las 1.500 amantes que le ha calculado Andrew Moorton, pagadas con nuestros impuestos, que debieron tener más útil y mejor aplicación.
   El individuo Juan Carlos de Borbón ha de comparecer ante la Justicia, que es igual para todos en este reino, según él mismo tuvo la desfachatez de asegurar en su mitin nochebuenero de 2011. A ver si es verdad.
ARTURO DEL VILLAR
PRESIDENTE DEL COLECTIVO REPUBLICANO TERCER MILENIO