Cervantes

Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobretodo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia dondequiera que esté.

MIGUEL DE CERVANTES
Don Quijote de la Mancha.

30 de junio de 2014

Se salvó taxista de morir en San Félix porque el Jefe de banda lo perdonó

Seguramente este fue un milagro del Siervo de Dios José Gregorio Hernández quien este domingo cumple años de nacido
Seguramente este fue un milagro del Siervo de Dios José Gregorio Hernández quien 
este domingo cumple años de nacido

Dios existe y eso lo sabe Wilfredo Solano quien el viernes en la noche siguió en este mundo por la magnanimidad del jefe de una banda de delincuentes que integrada por menores de edad, varones y hembras, solicita los servicios de los taxistas y luego los secuestran, los torturan y los matan. Eso seguramente deben saberlo los funcionarios de los cuerpos de seguridad porque esa es otra cosa que debe tener claro el ciudadano. Los delincuentes y los uniformados tienen conexiones. Por acción, por omisión o por labores de inteligencia. Me explico. En determinados sitios de la ciudad y a ciertas horas actúan ciertos delincuentes. Roban carros, piezas de carros, distribuyen drogas, comercian con carne fresca de niñas y niños, adolescentes, homosexuales, hombres y mujeres. Otros se dedican al negocio del sicariato y al robo con violencia. Otros al hurto. Otros a actuar en niveles de gobierno, municipal, regional y nacional. Y los funcionarios de seguridad del Estado hacen su mapa delictual para saber si se asocian (que son los menos) o si los persiguen. Bueno, Solano es un trabajador de las empresas básicas que para redondearse el sueldo trabaja de taxista. El viernes en la noche vivió una experiencia tan espeluznante que no cree que vuelva a trabajar en ese ramo del comercio. Pero leamos su historia de primera mano. En su cama del centro de salud donde se recupera accedió a contarla. “A las siete de la noche del día viernes me encontraba trabajando de taxista por los alrededores del semáforo del Gallo en San Félix y un joven de 16 años y me pidió una carrera hasta la panadería El Sol”. Al subirse al carro, el joven venía acompañado de tres personas más, sin embargo el chofer no se percató de su presencia al instante, sino unos segundos después. “Todo por no bajar los seguros de atrás”, dijo. En la parte de atrás venían un muchacho y dos muchachas, todos contemporáneos con la persona que iba sentada en el puesto del copiloto. Preocupado por la situación los llevó, (eran más que él) él seguía todas las indicaciones. “Me decían cruce por aquí, doble por allá y cuando me di cuenta estaba en La Santa Cruz, que es un callejón muy famoso, porque el que se mete por allí está atracado”. Solano comenta que efectivamente al llegar al final del camino, uno de los que estaba atrás lo encañonó y lo obligó a pasarse a la parte de atrás del carro. Allí lo hicieron acostarse y lo tenían pisado. La persona que estaba de copiloto, comenzó a manejar el carro. “Iban a exceso de velocidad, rodamos y me tuvieron así desde esa hora hasta las once de la noche que me bajaron en un campo abierto, pero antes de llegar bajaron a las 2 muchachas y se montaron 2 muchachos más”. En aquel campo los jóvenes comenzaron a torturar a Solano. Con su propia correa intentaron ahorcarlo. Lo mismo quisieron hacerle con alambre de púa y con una bolsa. “Me iban a disparar con una pistola con un silenciador y con el desespero logré tumbarles el silenciador, fue un forcejeo por un largo tiempo y con un pico de botella me cortaron por la muñeca”, recuerda. Entre los nervios y la desesperación Wilfredo logra levantarse y gritar: “Dios mío ayúdame”. En ese momento lo volvieron a lanzar al suelo y lo dejaron allí tendido. La víctima asegura que “les decía que iba a cooperar con ellos, que no me mataran, yo tengo mis hijos y los quiero ver crecer”. Una de las personas que estaba allí dijo que ya yo me estaba desangrando que me terminaran de matar, rememora Solano. Lograron levantarlo, le colocaron un vendaje en los ojos y lo llevaron a otro sitio, al pie de un árbol, mandándolo a arrodillar mientras lo apuntaban con una bácula. “Pensé que me iban a matar, lo que hice fue llorar y rogar por mi vida, les decía que no me mataran que iba a cooperar con ellos”. Tras los ruegos y las suplicas, su captor guardó la bácula y se sentó junto a él. En ese momento siente Wilfredo se le apareció Dios a ese otro. “Me dijo que no me iba a matar, que él no sabía por qué, que además todo el que llega allí ellos lo roban y lo matan, lo último que escuché de él fue que me iba a dar la oportunidad de que viviera”. Allí mismo le dieron un poco de agua. “Tenía mucha sed, estaba mareado y me estaba desangrando. Ese hombre que habló conmigo debe ser el jefe porque él dio la orden para que me sacaran de allí y los muchachos le decían que no, que no me dejara ir que me mataran para emparejar los muertos, como si eso fuese un deporte. Y es que dos de ellos estaban disputándose quién tenía más muertos”, recuerda con cierto horror. Me taparon los ojos con una capucha y me hicieron caminar por un lugar lleno de monte. Me decían que si corría o gritaba me matarían. Cuando Wilfredo a través de la venda se percató de que había más claridad se la quitaron y le dijeron que siguiera ese camino. “Caminé y caminé y fui a parar a un Mercal, yo ni siquiera sabía dónde estaba, allí había unas personas que me auxiliaron y me llevaron al CDI, en ese lugar me cosieron en la muñeca donde tenía la herida más grande”. “Pregunté en dónde estaba y me dijeron que estaba en La Victoria, allí llamaron a mis familiares y ellos llegaron. De una vez coloqué la denuncia de que me habían robado el carro, un Chevy Corsa del 2008, el policía me dijo para acercarnos al sitio y yo le dije que no, que esas personas estaban más armadas y que ellos me habían dado una oportunidad de vivir”. “Les dije que colocaría la denuncia por si acaso se cometía algún delito con el carro y que no me fueran a culpar a mi o a alguno de mis familiares, lo hice para salvaguardarme, pero yo no voy a buscar venganza ni nada contra esos niños, solo les deseo que Dios les ilumine el camino”, finalizó. Wilfredo comenta que en los últimos meses la labor de trabajar con un taxi se ha vuelto muy peligrosa. “Nadie está a salvo. En estos días escuché que habían agarrado a otro taxista con el mismo modo de actuar y ése también salió ileso”.

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