“Unificación cambiaria debe comenzar por fusionar tasas Cencoex y Sicad en torno a 50 Bs/$”
El régimen de cambios múltiples luce como una lechosa madura a 
punto de caer. Ante el colapso de los precios del petróleo, el déficit 
fiscal se agrava. En 2015, la brecha entre ingresos y gastos se calcula 
en 18 % del PIB. El último dato oficial indica que el PIB 2013 fue de $ 
438.200 millones. Esto quiere decir que 1 punto/PIB equivale a $ 4.382 
millones. Por lo tanto, un déficit de 18 puntos/PIB asciende a $ 78 
millardos. ¿De dónde saldrá el equivalente en bolívares de semejante 
brecha fiscal?
El sacrificio fiscal que implica
 vender dólares a 6,30 o 12 Bs/$ cuando el Gobierno está urgido de 
recursos para financiar los programas sociales que eviten una debacle en
 las elecciones parlamentarias, terminará siendo la estocada final del 
régimen de cambios múltiples. Como siempre ha ocurrido en la Venezuela 
rentista, la devaluación con fines fiscales es la manera más rápida de 
corregir un déficit fiscal que resulta difícil de cerrar a través de la 
reducción del gasto público o del aumento de impuestos en un contexto de
 contracción económica. El remedio sería peor que la enfermedad al 
profundizar la contracción económica y disparar el desempleo en pleno 
año electoral. 
En efecto, por cada millardo de
 dólares que se venda en el Simadi, se obtendrían ingresos por 173 
millardos de bolívares, en comparación con los 6,3 millardos que se 
obtienen con la tasa Cencoex o los 12 millardos que reporta la tasa 
Sicad. A pesar de lo tentador que puede resultar vender el escaso 
ingreso en divisas a la tasa más cara del Simadi, la unificación 
cambiaria debe comenzar por fusionar las tasas Cencoex y Sicad en torno a
 50 Bs/$, que es el tipo de cambio de equilibrio. Así, en lugar de 
recibir Bs 6.3 millardos por cada millardo de dólares, se recibirá Bs 50
 millardos, además de lo que resulte de vender otra proporción en el 
Simadi. 
Agotado el control de cambios 
Sin
 lugar a dudas, el control de cambios luce totalmente agotado. Los 
propios datos oficiales revelan que no se pudieron lograr los objetivos 
que hace doce años el gobierno se propuso alcanzar al implantar el 
control de cambios: 
El nivel de reservas 
internacionales es muy crítico y amenaza la actividad económica y el 
cumplimiento de los compromisos internacionales. 
El
 dólar Cadivi/Cencoex desplazó la producción nacional y ahora que ya no 
hay divisas para importar, el país no está en capacidad de producir, lo 
cual explica la escasez. 
La sobrevaluación 
castigó la competitividad de las exportaciones no tradicionales, se 
perdieron los pocos mercados externos que se habían conquistado, y esto 
ha hecho al país más dependientes de la renta petrolera. 
El
 poder de compra del bolívar se disolvió aceleradamente y estimuló una 
creciente compra de divisas para proteger los ahorros. Esto ejerce 
fuertes presiones sobre el dólar paralelo e induce la fuga de capitales.
Para
 unificar y estabilizar la tasa de cambio, erradicar los incentivos 
perversos a la especulación cambiaria y la corrupción, recuperar el 
poder de compra del bolívar y fortalecer las reservas internacionales es
 necesario fijar una nueva tasa de cambio oficial que exprese la 
verdadera productividad del aparato productivo nacional, eliminando la 
discrecionalidad y falta de transparencia que prevalecen a la hora de 
tener acceso a las divisas de Cencoex o Sicad.
Aunque
 la propia unificación cambiaria permitirá recoger buena parte del 
exceso de liquidez que presiona la inflación y el paralelo, una 
condición básica para estabilizar la unificación cambiaria pasa por 
corregir el desequilibrio monetario. En un contexto de abundante 
liquidez, pero tasas de interés por debajo de la inflación, las personas
 y empresas protegen el poder de compra de sus ahorros y recursos 
comprando bienes o divisas, lo cual presiona la inflación y genera una 
fuerte demanda de dólares escasos que amplía la brecha entre la tasa 
oficial y el paralelo. La disciplina monetaria es clave para la 
credibilidad y estabilidad de una nueva tasa de cambio que debe ser 
libre y flotante.
Hay que prohibir el 
financiamiento monetario del déficit de Pdvsa y demás empresas públicas.
 De nada sirven los intentos del BCV por absorber el exceso de liquidez a
 través de aumentos del encaje legal, si el mismo instituto emisor no 
erradica el financiamiento del déficit fiscal a través de emisiones de 
dinero sin respaldo. Se impone estabilizar la relación entre liquidez 
monetaria y reservas internacionales para asegurar que los bolívares en 
circulación cuenten con su debido respaldo en reservas internacionales. 
Las desmesuradas emisiones de dinero inorgánico con un nivel constante o
 menor de reservas internacionales deterioran el respaldo en divisas de 
la moneda nacional y le restan credibilidad a la tasa de cambio. 
A
 medida que se abatan las presiones inflacionarias, será posible fijar 
tasas de interés reales positivas que incentiven el ahorro en bolívares.
 De esta forma no solo se desalentará el consumo inflacionario de bienes
 sino que también se contribuirá a bajar la demanda de dólares. Corregir
 la brecha de inflación entre Venezuela y sus principales socios 
comerciales es la clave para evitar la sobrevaluación del poder de 
compra externo del bolívar y erradicar la tendencia a comprar en el 
resto del mundo lo que se puede producir internamente. 
Al
 alcanzar una nueva tasa de cambio que exprese la verdadera 
productividad de la agricultura e industria será posible sustituir 
importaciones, aumentar las exportaciones no petroleras, ahorrar y 
generar divisas y, sobre esta base, mejorar las cuentas externas de 
Venezuela que este año se verán muy castigadas por el derrumbe del 
ingreso petrolero. Solo así será posible estabilizar la tasa de cambio, 
evitar la fuga de divisas, fortalecer las reservas internacionales y 
defender el poder de compra del bolívar, objetivos que no fueron 
logrados luego de 12 años de control de cambios.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
