La actual situación económica de
nuestro país, episodio más de la crisis permanente del capitalismo que se
impuso en estas latitudes, ha desnudado comportamientos de clase producto de su
formación histórica, pero que habían permanecido latentes por ausencia de
coyuntura para mostrarse en todo su esplendor.
O quizá, patentizados estaban, pero los parámetros de discusión política
eran otros, los efectos de la situaciones caían en una sociedad destacadamente
distinta, y las soluciones administrativas aplicadas difieren esencialmente de
cualquier decisión gubernamental de otra época.
Y en esta llamada crisis (en los de la lengua y en los diccionarios
especializados “crisis” tiene significados para todos los gustos e intereses) entre
otras evidencias impúdicas, advertimos de nuevo la falacia histórica de la
existencia de la burguesía en la estructura de clases del país, mentira
sostenida sobre la base de groseras complicidades analíticas.
Una de las manifestaciones más
evidentes de la apropiación indebida por parte de una clase social del
apelativo “burguesía”, es que quienes dicen serlo, no producen nada, sino que
se han comportado históricamente como dípteros de la renta y, como en ese orden
de insectos, al succionar inoculan gérmenes que infectan la economía en su
conjunto. De su necesidad de mimetizarse
proviene la exigencia de que se les denomine y se les trate como burguesía,
bastardeando la historia económica para explicar su presencia; por eso nos
proponemos, en grandes trancos, de memoria, y usando uno de los caminos para
hacerlo, negar su nacimiento en los momentos cuando la industria aparece o
desaparece del panorama económico del país.
¿Importa? ¡Me parece! Aceptar su simulación ha entorpecido el
análisis y, por tanto, el diseño de políticas económicas, el tratamiento
respecto al derecho que dicen tener sobre las divisas generadas por el sector
público, en ese sempiterno papel de país productor de dólares que deben
retornar lo más rápidamente posible a los circuitos financieros del mundo
capitalista. La aceptación de su
existencia ha servido hasta para plantear alianzas con ella, en esa necedad de
seguir rigurosamente los esquemas del materialismo histórico y quemar las
etapas que se deben superar para alcanzar las condiciones objetivas para la
revolución.
Estudiar el “proceso” de
industrialización de los países colonizados, con las herramientas teóricas
utilizadas para hacerlo donde se dieron las revoluciones industriales –los países
colonizadores imperialistas– es una aberración que puede deberse a objetivos
ideológicos concretos, complicidad o ignorancia supina… y todas estas modalidades de análisis las
hemos sufrido. Hacerlo desde otra óptica
es posible cuando el objetivo político escogido es el otro lado de la tortilla,
y así nos lo proponemos, en unos pocos artículos de aparición semanal, cortos
para que sean más digeribles, donde se irá desmontando lo más chapucero de la
explicación del surgimiento de la burguesía en el proceso histórico y su
actuación como clase. No será un tratado,
sino un ensayo esquemático de la historia en función de la existencia o no de
la burguesía como clase, ejercicio libre de exposición histórica,
necesariamente esquemático, cualidad que puede disminuir si se produce
interactividad con los lectores. Las
opiniones diferentes o la necesidad de explicación o ampliación, pueden
establecer un diálogo que enriquezca el análisis y derrote el esquematismo
previsto; es decir, la dirección que tomará esta pequeña serie de artículos no
está definida rígidamente, y bien puede ser la que los lectores sugieran.
Para demostrar la necesidad y
utilidad de la participación, basta con enunciar aspectos del análisis
histórico cuya discusión no se ha hecho o se aplazó cuando una vez se tuvo mayor
interés en ello. Esta parálisis
analítica puede explicarse por la adopción de la “modernidad”, que atentó
contra la periodización de la historia de los países, banalizó las profundas
diferencias de los procesos históricos, creando un análisis “global”, en el
cual prevalecen las semejanzas, sin considerar tiempo, espacio,
particularidades ni objetivos del estudio.
Y como tenemos que iniciar el tema de
algún modo, afirmo que en la época de la primera revolución industrial, generadora por
antonomasia de burguesía, estábamos bajo el colonialismo de España, donde no se
dio tal revolución y, todo lo contrario, la afectó negativamente, entre otras cosas no
estructurales, por la disputa por las colonias planteada por las potencias
donde se daba la RI; en el caso de lo que sería Venezuela, sufrió la pérdida de
una provincia entera y lotes de otros territorios. Los modos de producción hegemónicos eran
precapitalistas, porque eso del “capitalismo colonial” fue un camelo histórico
para enderezar teorías a mandarriazos, sin considerar que al capitalismo en su
desarrollo le ha convenido la existencia de áreas subsidiarias bajo regímenes
de producción precapitalistas. Por muy
capitalista que fuera el mercado donde se realizaba el contrabando de introducción
y al que se destinaban los productos de exportación, la producción se realizaba
sobre relaciones de trabajo precapitalistas, con coherentes estructura de
clases e ideología. Así que, hablar de
existencia de burguesía en la época colonial es un exabrupto.
Nos veremos la próxima semana, mis
amigos.