Posted: 29 Jun 2015 12:02 PM PDT
Grecia contra los hombres de gris
Juan Carlos Monedero⎮Comiendo tierra⎮29 junio, 2015
Hay una incompatibilidad entre democracia, soberanía y economía financiera global.
Venía tiempo diciendo la academia que hay que escoger solamente dos de ellas. Pero era un análisis amable.
Lo
que sobra, en cualquier caso, es la democracia. Dicen los funcionarios
del FMI que no soportan la arrogancia de las autoridades griegas.
¿Qué es esa mierda de preguntarle al pueblo? ¿Queremos regresar a la URSS o qué?
Y echan de la sala de reuniones a Varufakis, que estaba representando a todo un pueblo. Hay sitios en donde si miras al carcelero a los ojos te ganas una paliza. O un tiro.
Los burócratas de la Troika se
caracterizan por ser implacables con los débiles y obsequiosos con los
fuertes. Les va en ello cambiar de corbata y subirse el sueldo.
Peor se pone el asunto si pensamos que el sueldo se lo pagamos nosotros.
¿Por
qué es posible exigir a cualquier trabajador que cumpla con sus
obligaciones menos a estos paniaguados de los organismos financieros
internacionales?
Insultan
al gobierno legítimo griego y las empresas de medios de comunicación
jalean el “intolerable mal comportamiento” del gobierno de Syriza.
Claro, si los bancos se ha hecho con el control de los medios. ¿Van a criticar a sus jefes?
Venimos, como siempre, de la historia. Alemania cedió su más preciada pertenencia, el deutsche Mark, en 1990 a cambio de que Francia le concediera la soberanía para la unificación. Nacía la moneda única.
La
Segunda Guerra Mundial terminó con una rendición incondicional del III
Reich, de manera que la unión de la RFA y la RDA tras la caída del Muro
de Berlín sólo era posible si las potencias ganadoras firmaban un
tratado de paz.
Eso
fue el Tratado Dos más Cuatro (las dos Alemanias y las cuatro potencias
vencedoras) firmado en septiembre de 1990. La primera respuesta de la
Alemania unificada fue forzar a la UE el reconocimiento de Eslovenia y
Croacia -ya empezaban a regresar al concepto de “patio trasero”-
adelantándose a hacerlo. Lo que pasó en Yugoslavia ya lo sabemos.
Alemania ahora intenta forzar la salida de Grecia de la Eurozona.
Esa
salida, inevitablemente, forzaría la salida de Portugal, que forzaría
la salida de Italia, que traería consigo la salida de España.
Al
final, otra vez, cuando Francia estuviera a solas con Alemania, Merkel
podría recuperar su moneda, reforzada durante todos estos años por un
mercado único a su servicio y una financiación de sus inversiones gratis
al haberla pagado el resto de Europa con la altísima prima de riesgo.
Y
todo el sueño europeo, que nos ha traído decenios de paz interna
después de la terrible primera mitad del siglo XX, regresará a la
angustia de los años treinta. No se trata de hacer oscuras predicciones.
Se trata de no volver a equivocarnos.
Que
Alemania se comporte como ha venido haciendo desde que derrotó a
Austria en la batalla de Sadowa a finales del XIX puede entrar dentro de
lo comprensible. Todos los países son deudores de su trayectoria (la
path dependence en términos de la ciencia política).
Europa
lo entendió y por eso la ancló en el proyecto comunitario desde la
creación en 1951, en el Tratado de París, de la Comunidad Europea del
Carbón y del Acero.
Ese
año, en la inmediata posguerra, comenzaría igualmente un acuerdo para
perdonarle a los alemanes sus deudas de guerra, que culminaría en el
Tratado de Londres de 1953. Lo incomprensible es que Europa vuelve ahora
a dejar suelta a Alemania.
Algo
que sólo se entiende por las características de la economía financiera
global, que convierte a nuestros países en protectorados de Alemania
guiados por un afán colaboracionista que sólo beneficia a las élites que
forman parte del 1% que está saqueando la despensa del 99%.
Es
el momento de los pueblos. Los que quieren recuperar la capacidad de
consumo para reactivar la economía, terminar con el desempleo y
reinventar una senda de crecimiento que tendrá que ser respetuosa con la
naturaleza.
Estar hoy con Grecia es estar con la democracia.
Es
momento de exigir que la democracia y los derechos humanos estén por
encima de la codicia financiera, para que no vuelva a caer la noche
sobre Europa.
En
el caso de España preocupa que los que ayudaron a echar el manto negro
sobre nuestro país sean vistos con indulgencia por quienes nos
gobiernan.
En
1936 Europa no estuvo a la altura y cuando reaccionó en 1939 ya era
tarde. Lo que está pasando con Grecia no es ninguna broma. Nos estamos
jugando la paz del continente.
Ayudemos a Grecia contra los hombres de negro que, en verdad, son los hombres vestidos de pardo y correajes de siempre.