Posted: 24 Jun 2015 06:20 PM PDT
El
1 de Enero de 2014 Myanmar conseguía al fin su tan deseado objetivo: la
presidencia de la ASEAN. Si echamos un breve vistazo al trasfondo
histórico de esta antigua colonia británica, el largo trayecto que ha
recorrido hasta alcanzar la silla directiva de las naciones del Sudeste
Asiático no puede sino sorprendernos. Hablamos de un país que arrastra
la guerra civil más longeva de nuestra época.
Tensiones étnicas
Una de las características principales de Myanmar es su enorme diversidad.
La
geografía del país y las penosas comunicaciones existentes entre la
periferia y las ricas tierras centrales fomentó núcleos étnicos y
culturales muy distintos entre ellos. Este fue el principal problema que
se encontraron los nacionalistas birmanos el 12 de Febrero de 1947.
La
Conferencia de Panglong declaró ese día la independencia total del país
y agrupó a los principales líderes políticos del momento, bajo el
liderazgo de Aung San. El debate entre el federalismo y el centralismo
amenazaba con desbordarse en una auténtica guerra civil.
Los
distintos grupos étnicos de la periferia, como los Shan o los Karen,
habían tenido un papel protagonista en la expulsión de los invasores
japoneses.
Desde
tiempos del mandato británico, estas minorías habían sido el punto de
apoyo de la administración y el ejército colonial. La promesa de poder
ver forjado un estado propio independiente llegó con la Segunda Guerra
Mundial.
Mientras
que la mayoría de los ideólogos birmanos, incluidos los comunistas,
tomaron parte con los japoneses y se apoyaron en ellos para lograr la
expulsión inglesa, las minorías desde un principio se mantuvieron con
los aliados pensando que cumplirían sus sueños independistas.
No
obstante, el final de la guerra desvaneció toda promesa de la
metrópolis con la llegada de un nuevo gobernador británico a la entonces
Birmania.
Las
manifestaciones y los tumultos lograrían en tan sólo dos años la
independencia efectiva, pero el debate entre la independencia de las
minorías se abrió. Negándose a deponer las armas y contando con tropas
curtidas en la lucha contra el ejército nipón, algunos de estos grupos
ni siquiera tuvieron representantes en la Conferencia de Panglong.
Aung
San, considerado héroe nacional y la única figura capaz de resolver la
situación, abogó por la creación de un estado federal. Su teoría no
contentaba a muchos de sus camaradas birmanos ni satisfacía los diversos
intereses de las minorías.
El
territorio de los Mon y los Rakhine se veía absorbido por la región de
la Birmania Ministerial, la zona central, ignorándose todas sus
demandas.
Los Pa-O, los Palaung y los Wa, quedaban dentro de los Estados Shan, rechazándose por igual su reclamación de autonomía.
La convocatoria para una Asamblea Constituyente sufrió consecuentemente un severo boicot por parte de estos grupos.
Los
Karen mostraron su rechazo paralizando las votaciones a las elecciones
en su territorio, pese a tener asientos reservados para ellos en el
parlamento.
Dentro
de los Mon, algunos grupos decidieron colaborar con el nuevo gobierno,
mientras que otros siguieron el ejemplo de los Karen obstruyendo las
votaciones.
Toda
posibilidad de reiniciar negociaciones con estos grupos y aliviar las
tensiones étnicas desaparecieron con el asesinato de Aung San,
probablemente perpetrado por el sector conservador birmano.
Los primeros años de una independencia sangrienta
La
responsabilidad de conducir la política del nuevo país cayó en manos de
Thakin Un, un líder socialista que formó un nuevo gabinete tras la
muerte de su predecesor.
El gobierno birmano nacía sumido en una guerra civil y rodeado de enemigos.
Por
un lado los comunistas permanecían divididos en dos facciones, pero
ambos tenían una propia insurgencia activa y tropas que desafiaban al
joven gobierno.
El
conflicto armado no obstante tenía su trasfondo más en motivos étnicos
que en políticos. Los distintos grupos étnicos habían formado sus
propios ejércitos y estaban dispuestos a derrumbar al gobierno central
con tal de cumplir sus aspiraciones de autonomía.
La
etnia Karen formó la Unión Nacional Karen, un grupo político cuyo brazo
armado, el Ejército Nacional de Liberación Karen causaría tremendos
problemas en la frontera tailandesa-birmana y desestabilizaría una gran
parte del país.
En
otras zonas, las aspiraciones étnicas se mezclaron con reclamaciones
religiosas, como se vio con la formación de los Muyahidines, las tropas
representantes de los arakeneses musulmanes, al noroeste del país.
Birmania
se veía totalmente colapsada por el surgimiento de decenas de grupos
rebeldes que desafiaban el mandato del recién electo gobierno.
Por
si fuera poco, la victoria comunista china en 1949, desplazó a las
zonas norteñas de Birmania a un gran número de las fuerzas del
Kuomintang. Los restos del ejército nacionalista chino, bajo el
liderazgo del General Li Mi, aprovecharon el vacío de poder para
establecer una base desde la que lanzar incursiones al nuevo régimen
comunista.
El
orgullo del Estado Birmano los había llevado a renegar de su admisión
dentro de la Commonwealth británica. La drástica independencia económica
también había trastocado las finanzas del país, el cual apenas había
disfrutado de un periodo de reconstrucción tras la Segunda Guerra
Mundial.
Hasta
1958, la autoridad del gobierno se limitó a las zonas centrales y
algunos estados del Este y el Norte. El continuo gasto militar para
mantener a raya a los grupos rebeldes impidió otras políticas del
gobierno, obcecado en la unidad nacional.
El desgaste político acabó haciendo que en 1958 el principal partido político, La Liga Antifascista por la Libertad de los pueblos, heredero de la diplomática de Aung San, se quebrase en dos grupos políticos.
Para
este momento, Birmania parecía haber quedado condenado a convertirse
permanentemente en el estado fallido que ya era de por sí.
La
única razón de la supervivencia nacional fueron las victorias militares
que se empezaron a lograr frente algunos grupos insurgentes, dirigidas
por una jerarquía militar con cada vez más poder y capacidad frente a la
incompetencia de los políticos.
El 2 de Marzo de 1962, intentando frenar la inestabilidad interna, el general Ne Win daba un golpe de estado.
El nacimiento de un Estado Militar
Siguiendo
el típico procedimiento de los golpes de estado, Ne Win se apresuró en
ilegalizar los partidos políticos y aplastar las manifestaciones que se
alzaron como protesta.
El
nuevo gobierno se estructuró alrededor de personas de su confianza,
casi todos militares. Se instauró un sistema de partido único, de
tendencia socialista, pero con claras singularidades regionales.
El Partido Birmano del Programa Socialista,
siguiendo la línea de las autarquías de la época comenzó centrándose en
el desarrollo industrial del país. Intentando lograr una independencia y
autosuficiencia absoluta, Birmania acabaría protagonizando su propio
aislamiento internacional.
La
marginación de sus relaciones exteriores y las medidas económicas
artificiales acabarían trastornando el sistema financiero nacional y
hundiría los intentos de modernización.
La
corrupción aumentó como consecuencia del partido de régimen único, y
una década después la inestabilidad del país se veía reflejada en la
fuerte inflación y la escasez de alimentos. Una vez más, el régimen se
mantenía exclusivamente mediante el uso del ejército para suprimir la
avalancha de manifestaciones y huelgas.
El
carácter racista de la dictadura descargó también su represión sobre la
población india y china del país que acabaron perdiendo sus derechos y
la ciudadanía. Este sector movía un importante volumen del comercio
nacional. Su exilio debilitó aún más la economía birmana.
Hasta la década de los ochenta el país no vería cambio alguno.
En
1988, tras las masacres de estudiantes en manos del ejército una vez
más en manifestaciones previas, se inició el Alzamiento 8888.
Dirigido
por la oposición y una rápida movilización ciudadana, la protesta se
extendió por toda la nación, representando el descontento general y la
búsqueda de una vía democrática.
Ne
Win resignaría de su cargo, pero la élite militar se mantuvo
férreamente en el poder, dando un nuevo golpe de estado el mismo día
para restablecer el orden. Miles de manifestantes fueron asesinados
durante la revuelta. El nuevo Estado de Ley y Consejo de Restauración
del Orden (SLORC) colocó al general Saw Maung como cabeza del país.
La Nueva Estrategia
A
finales de la década de los años ochenta y principios de los noventa el
mundo vivía una gran reconfiguración del panorama internacional. La
URSS se disolvía a pasos agigantados. Guerras étnicas estallaban en una
dividida Yugoslavia y EEUU, sin ningún actor internacional dispuesto a
frenarlo, invadía Iraq.
La
aristocracia birmana entendió rápido que el país necesitaba
reformularse tanto respecto a su política interior como exterior. El
Sudeste Asiático crecía bajo la bandera de la ASEAN y Birmania no podía
seguir aislada.
En
1989 se hizo una declaración de alto el fuego unilateral en todo el
país y se convocaron elecciones generales para el año siguiente. Fue
precisamente en este momento cuando Birmania pasó a llamarse Myanmar,
alejándose de las connotaciones étnicas que traía el antiguo nombre y
adoptando uno que no marginaba al resto de etnias.
Tres
grandes bloques se presentaron a las elecciones: el Partido de la
Unidad Nacional, que representaba a un sector del ejército, la Liga
Nacional Democrática (NLD), que representaba a la oposición y los grupos
étnicos no birmanos, como la Liga Nacional para la Democracia Shan.
Durante
esos meses, el panorama internacional cambió drásticamente. El
derrumbamiento de la URSS tuvo sus consecuencias en la nueva Myanmar. El
Partido Comunista Birmano que tanta presión había causado en el
noreste, se disolvía envuelto en luchas entre los Wa y los Kokang. Esto,
sumado al fin de los disturbios tras la convocatoria de las elecciones,
permitió al SLORC reorganizarse.
La victoria total en las elecciones del partido de la oposición, La Liga Nacional por la Democracia,
con cerca de un 80% de los votos obligaría a los militares a iniciar
otra campaña de represión para mantenerse en el poder. Tras las
votaciones de Mayo de 1990, ochenta parlamentarios fueron arrestados y
doce huirían al exilio. El SLORC se autoproclamaba gobierno provisional.
La ley marcial ponía una vez más fin al sueño democrático.
Rompiendo
el precedente la comunidad internacional decidió actuar contra la
represión, dirigiendo Estados Unidos un paquete de duras sanciones
económicas. La caída de la Guerra Fría estaba permitiendo a las grandes
potencias occidentales actuar con mayor libertad y ampliar su influencia
en una Asia cambiante.
La
Junta Militar de Myanmar comenzó una doble estrategia político-militar,
fruto de los exitosos resultados de 1989. El juego de la promesa
democrática lograba calmar la presión internacional y confundía a la
oposición interna.
Por
este motivo, los militares protagonizarían continuos lavados de cara a
lo largo desde inicios de la década de los noventa. Saw Maung, a quien
se identificaba con la brutal represión del 89, fue sustituido por otro
general birmano, Than Shwe. En 1997 el SLORC pasaba a llamarse Consejo
de Estado para la Paz y el Desarrollo (SPDC).
Entre
el año 2000 y 2001 diversos líderes políticos como Aung San Suu Kyi,
cabeza de la oposición e hija del difunto héroe nacional, eran liberados
de su encarcelamiento.
Se
abrió un diálogo de mediación con las Naciones Unidas y algunos de los
militares del ala más dura de la Junta eran detenidos o forzados a
dimitir.
En el ámbito militar, los militares comenzaron un colosal proyecto bélico.
El
Tatmadaw, como se conocen a las fuerzas gubernamentales, pasó de tener
un presupuesto de 20 millones de dólares en 1988 a los 120 millones en
1993. Su número de efectivos, unos 186.000 soldados, alcanzaría los
400.000 diez años después. En poco tiempo, Myanmar desarrolló un
ejército capaz no sólo de combatir a las guerrillas, sino incluso de
enfrentarse a una posible invasión militar.
Esta
medida disminuyó la amenaza que representaban algunos de sus vecinos y
consiguió convertirse en una potencia militar regional clave del Sudeste
Asiático.
Con este gigantesco aparato bélico a sus espaldas, la guerra contra la insurgencia se intensificó, obteniendo claras victorias.
Ante
la nueva fuerza militar del Tatmadaw, muchas guerrillas aceptaron
pactar un alto el fuego con el SPDC. El hecho de que los rebeldes
pudieran conservar sus armas e incluso que el gobierno central les
reconociera ciertos derechos económicos y territoriales fue interpretado
por algunos expertos como una “compra de la paz”.
Realmente,
esta relación permitió acercarse a los grupos rebeldes y establecer
vínculos con ellos, que en más de una ocasión evolucionaron en una
alianza para hacer frente a otros insurgentes. Al convertirse en un
socio económico, muchas de las fuerzas rebeldes empezaron a tener más
diferencias y conflictos con otros vecinos insurgentes o disensiones
dentro del propio bando que con el gobierno nacional.
Durante
décadas, las incursiones permanentes del gobierno birmano habían unido a
distintas guerrillas interétnicas en un frente común.
Ahora,
el SPDC estaba aprovechando esa heterogeneidad en su favor, dividiendo a
la oposición con concesiones que causaban choques de intereses dentro
de los grupos armados rebeldes.
El
Tatmadaw empezó a trazar una serie de alianzas temporales para
fragmentar a las guerrillas, logrando incluso que algunos de estos
ejércitos acabaran luchando de su parte.
Con
esta técnica, el gobierno se garantizaba mediante treguas la seguridad
en la mayoría del país, mientras centraba todos sus esfuerzos bélicos en
un área geográfica más limitada y contra un objetivo concreto.
Aislados, los grupos rebeldes se vieron más débiles que nunca.
El
30 de mayo de 2003 se producía la Matanza de Depayin, donde el convoy
electoral de Aung San, líder de la oposición fue asaltado por miles de
personas, matando a buena parte de su equipo. Ella misma fue arrestada
de nuevo junto a otros miembros de la Liga Nacional por la Democracia.
Una
vez más la comunidad internacional ejerció presión sobre Myanmar, así
como el SPDC volvía a jugar las mismas cartas para esquivar el golpe,
mostrando esa misma fachada de apertura cuidadosamente calculada. El
general Khin Nyunt propuso la famosa “Hoja de Ruta hacia la Democracia”,
una iniciativa del gobierno que intentaba revivir la antigua Convención
Nacional de tiempos de la independencia.
La doble táctica de Myanmar le reportó grandes beneficios en los años siguientes.
La
Junta Militar prosiguió con una política agresiva contra las minorías y
la oposición, jugando con la falsa carta democrática puntualmente
cuando quería algún éxito concreto en asuntos exteriores.
En
2006, la capital se trasladaba a Naipyidó a unos 320 kilómetros al
norte de Rangún. Probablemente para alejar a la administración y al
poder de las manifestaciones de la antigua capital.
Efectivamente, en 2007, el SPDC retiró sus subvenciones de los combustibles.
La
subida de precios correspondiente, que llegó a crecer un 66% en el caso
de la gasolina y cinco veces más de lo que era en el del gas natural.
Diversas
manifestaciones cubrieron las calles de Rangún. La represión fue
brutal. Las imágenes del Tatmadaw disolviendo violentamente los
disturbios dieron la vuelta al mundo. Decenas de monjes budistas que
protagonizaron las protestas fueron tiroteados o arrestados.
Ante
la oleada de críticas por su mala imagen, la Junta Militar retomó la
Hoja de Ruta para la Democracia. En Febrero de 2008 se anunciaba un
referéndum.
Como
era de esperar, la nueva constitución garantizaba un cuarto de las
sillas del parlamento y el Ministerio de Interior para los militares.
También se las arreglaron para que Aung San Suu Kyi, la principal líder
de la oposición que contaba con un gran apoyo popular, no se pudiera
presentar a las elecciones debido a su matrimonio con un extranjero.
La
baza democrática le permitió recibir más ayudas ante el desastre que el
Ciclón Nargis dejó en Mayo de 2008. La oposición no tardó en darse
cuenta del fraude que supuso el referéndum.
En
2010 llegaron las elecciones. El Partido de la Unión, Solidaridad y
Desarrollo, (USDP), representante de los militares, ganó con amplia
mayoría. Las denuncias de fraude electoral y votaciones forzosas no
faltaron. El 30 de Marzo de 2010, la Junta Militar se disolvía.
Myanmar como potencia regional
Entre
el 2011 y el 2012 una acelerada sucesión de reformas aperturistas
llegaba al país. Miles de prisioneros políticos eran liberados. En 2012
unas elecciones permitieron a Aung San obtener una victoria con la Liga
Nacional por la Democracia. El optimismo volvió al país.
Pese
a ello, Myanmar sigue siendo un estado opaco con continuas sacudidas de
autoritarismo. Las elecciones no fueron para un sistema democrático,
sino un sistema de poder compartido con la autoridad militar.
Además, el aparente fraude que se ejerció siguió dando fuerza al USDP.
Los militares siguen manejando con firmeza las líneas políticas principales del país.
La guerra contra la insurgencia permanece activa.
Aún
hay decenas de prisioneros políticos, y la capacidad de la oposición y
los partidos políticos para tomar verdaderas decisiones es reducida o
casi nula.
Las
promesas de libertad de prensa se han visto truncadas con la detención
de varios periodistas críticos con el gobierno del USDP.
Una
vez más, los supuestos avances democráticos cumplían según un estudiado
plan de la jerarquía militar. A lo largo de la década del 2000,
diversas empresas extranjeras empezaron a invertir en el país.
Entre el 2012 y el 2014, Myanmar recibió las visitas de varios líderes internacionales.
El
país del Sudeste Asiático lograba destruir de una vez por todas al
ostracismo en el que se había sumido las décadas anteriores.
El
hecho que lo consolidó de manera definitiva como un actor regional
importante fue la ambicionada silla presidencial de la ASEAN, obtenida
el 1 de Enero de 2014. Myanmar había pasado de ser un estado marginal
asiático a una nación con un importante papel en el panorama exterior.
Su fuerte relación con China o su liderazgo en el Sudeste Asiático
reflejaban una increíble evolución en menos de dos décadas.
La
verdadera pregunta es si estos avances democráticos conseguirán
consolidarse en el tiempo o si ha sido todo una carrera contra reloj por
parte de los militares para conseguir una situación tan ventajosa en
política exterior.
Desde
luego, parecen haber logrado asentarse sólidamente en el panorama
internacional, acallando cada vez más las denuncias por violaciones de
derechos humanos de los vecinos con los que han fortalecido relaciones.
Los
éxitos en la política interior han sido similares, llegando incluso la
oposición a pactar con la antigua Junta con esperanza de lograr cierto
poder político real y dejando atrás su postura de enfrentamiento al
gobierno.
Líderes
como Aung San han acabado cuestionados y perdiendo prestigio entre sus
seguidores al ver cómo tras años de luchas se ha decidido seguir esta
línea de colaboración con los militares.
A
día de hoy, la estrategia iniciada en los noventa por la jerarquía
militar ha tenido un éxito rotundo. Thein Sein, un destacado miembro del
SPDC y exmilitar, fue nombrado presidente de Myanmar en 2011.
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