Posted: 11 Jun 2015 08:44 AM PDT
La lógica que hay detrás de las políticas de austeridad en la zona Euro
El nexo entre crisis económica y austeridad
1.1 La austeridad como ahorro de costes en la estrategia capitalista
Tras
el estallido de la crisis económica mundial en el año 2008, políticas
extremas de austeridad empezaron a aplicarse en muchas partes del mundo
capitalista desarrollado, sobre todo en la Unión Europea y la zona Euro.
Se ha criticado las políticas de austeridad por ser irracionales, al
deteriorar aún más la crisis económica y crear un círculo vicioso entre
la caída efectiva de la demanda, recesión y sobreendeudamiento.
Sin
embargo, estas críticas difícilmente pueden explicar por qué tales
políticas irracionales persisten, a pesar de los fracasos (1).
En
realidad, las crisis económicas se expresan no solamente por la
ausencia de demanda, sino sobre todo por una reducción de la
rentabilidad de la clase capitalista.
La austeridad constituye una estrategia para aumentar las ganancias del Capital (2).
Las
políticas de austeridad constituyen la piedra angular de las políticas
neoliberales, funcionando como una estrategia para reducir los costes
empresariales, reducir los costes de la mano de obra en el sector
privado, aumentando los beneficios al reducirse el coste unitario.
Se
complementan economizando en el uso del capital material, y amparados
por los cambios institucionales, que por un lado favorecen la movilidad
del Capital y la competencia, y por otro fortalecen el poder de los
directivos de las Empresas y los accionistas de la sociedad.
En
cuanto a la consolidación fiscal, las políticas de austeridad dan
prioridad a recortes en los presupuestos sobre los ingresos, la
reducción de los impuestos sobre el Capital y las rentas más altas, y
reducción del Estado de Bienestar.
La austeridad como un proyecto de clase
Sin
embargo, el verdadero coste para la clase capitalista es el nivel de
vida de la mayoría de la clase trabajadora de la sociedad. Esto también
se puede aplicar para el Estado de bienestar, cuyos servicios pueden ser
considerados como una forma de salario social.
Queda
claro, por tanto, que la austeridad es sobre todo una política de
clase: promueve los intereses del Capital contra los de los
trabajadores, los jubilados, los desempleados y los grupos
económicamente más vulnerables.
A
largo plazo, su objetivo es la creación de un mercado de trabajo con
menos derechos y menos protección social, con bajos salarios y mayor
flexibilidad, y ausencia de cualquier poder de negociación por parte de
los asalariados.
La
austeridad profundiza la recesión. Sin embargo, la recesión obliga a
los empresarios, capitalistas o de la burguesía media, a reducir costes
para continuar en el camino de la plusvalía absoluta, es decir,
para tratar de consolidar sus márgenes de beneficio por medio de
recortes salariales, intensificando los procesos laborales, infringiendo
la normas y los derechos laborales, despidos masivos, etc (3).
Desde el punto de vista de los intereses del gran Capital, la recesión da nacimiento a un proceso de destrucción creativa.
Hay una redistribución de los ingresos y de poder en beneficio del
Capital, concentrándose la riqueza en unas pocas manos, pues las
pequeñas y medianas empresas están siendo liquidadas por las grandes
empresas y los centros comerciales.
Esta estrategia tiene su propia lógica, que no es obvia a primera vista.
Se percibe la crisis como una oportunidad
para un cambio histórico en las correlaciones de fuerzas en beneficio del poder Capitalista, sometiendo a las sociedades europeas a las condiciones de funcionamiento sin trabas de los mercados financieros,
tratando de que las consecuencias de la crisis capitalista recaigan sobre los hombros de los trabajadores.
Esta
es la razón por la cual, en una situación en la que intensifican los
antagonismos sociales, como ocurre hoy en día, un Gobierno que quiera
estar al lado de los trabajadores y de una mayoría social, no quiera
siquiera imaginar que tiene que sucumbir a las presiones para seguir
aplicando las políticas de austeridad.
1.2 Austeridad y financiarización
El
Neoliberalismo es una forma de mentalidad gobernada por el Capitalismo,
es decir, una organización del poder del Capital por encima de la clase
obrera y la mayoría social.
Se
basa por una parte en la austeridad, como ya se ha dicho anteriormente,
y por otro en el papel crucial de los mercados financieros mundiales.
La esfera financiera no es simplemente el reinado de la especulación, no
se trata de un casino, sino que es mucho más: un mecanismo de
supervisión.
En el análisis del Volumen 3 de El Capital,
Karl Marx señala que el capital social está siendo ocupado por dos
sujetos: el capitalista financiero y el capitalista como administrador.
En
el proceso de préstamo, el capitalista financiero se convierte en el
destinatario y propietario de un valor, es decir, de una promesa escrita
de pago por parte del capitalista administrador, el gerente.
En palabras del propio Marx: “En
el proceso de producción, el capitalista administrador representa al
capital en contra del salario de los trabajadores como propiedad de
otro; y el capitalista financiero participa en la explotación del
trabajo, representado por el capitalista administrador (4).
Las
contradicciones secundarias entre los gestores y los grandes inversores
financieros son de menor importancia en comparación con la
contradicción Capital-trabajo.
Toda Empresa ofrece dos caras: por una parte el aparato de producción per se, y por otro los mecanismos financieros, sus acciones y bonos, que se comercializan en los mercados financieros mundiales.
La
generación de plusvalía se ha convertido en un campo de batalla donde
ya se encuentran resistencias, lo cual quiere decir que el resultado
final no puede darse por sentado.
Las
técnicas de gestión de riesgos, que funcionan del mismo modo que los
mercados financieros desregulados, son un punto crítico en la gestión de
la resistencia ofrecida por el trabajo, y por lo tanto para el
mantenimiento y perpetuación de las políticas de austeridad.
Los
mercados financieros generan una estructura para supervisar la eficacia
de los capitales individuales, es decir, un tipo de supervisión del
movimiento de capitales.
La
solicitud mayores ganancias ejerce presión sobre los capitales
individuales (empresas) para una explotación más intensiva y más eficaz de la mano de obra, para una mayor rentabilidad. Esta presión se ejerce por muy diferentes canales.
Para
dar un ejemplo, cuando una empresa depende de los mercados financieros
para su financiación, cada sospecha de una disminución de su valor
aumenta el coste de financiación, reduciendo su capacidad de
financiación y produce una caída en el precio de sus acciones y bonos.
Ante
este clima, las fuerzas del trabajo, en el entorno politizado de la
Empresa, se enfrentan al dilema de si aceptan los términos desfavorables
que los empleadores les ofrecen, lo que implica una pérdida de su
propia disposición de negociación, o se enfrentan a la posibilidad de
perder el trabajo: aceptar las Leyes del Capital o vivir con inseguridad
o desempleado.
Esta presión afecta a toda la organización del proceso de producción.
Por
lo tanto, presupone no sólo un aumento del despotismo de los directivos
contra los trabajadores, sino también una flexibilización del mercado
laboral y alto desempleo. Por lo tanto, la disciplina de mercado se concibe como sinónimo dedisciplina de capital.
El
esbozo teórico que he presentado anteriormente habla del fenómeno de la
globalización capitalista y la financiarización como tecnologías
complejas del poder, siendo el aspecto principal el de la organización
de las relaciones de poder capitalistas.
Es
un tecnología de poder constituida por diferentes instituciones,
procedimientos, análisis y reflexiones, cálculos, tácticas y patrones de
integración que permiten el ejercicio de esta específica, aunque muy
compleja, organización de la eficiencia de las relaciones de poder
capitalistas a través del funcionamiento de los mercados financieros.
1.3 La Austeridad y la zona Euro
La
mayoría de las personas de los países capitalistas se oponen a unos
salarios reducidos y al empleo precario, a los recortes y degradación de
los servicios públicos, a la disminución de las aportaciones del Estado
en educación y asistencia sanitaria, en contra del debilitamiento de
las Instituciones democráticas , y en contra de mayores medidas
represivas.
Esa
mayoría concibe la crisis laboral ( es decir, desempleo, precariedad y
trabajos mal pagados, etc) como una enfermedad social que debe ser
abordada en sí misma, no como un efecto secundario del intento de
recuperación de beneficios.
Por
lo tanto, que continúen las medidas de austeridad es una cuestión de la
relación de las fuerzas sociales. Como Karl Marx comentó sobre los
límites de la jornada laboral:
“El
capitalista mantiene su derechos como comprador cuando intenta extender
lo máximo que puede la jornada laboral, y extraer, cuando ello le sea
posible, dos días laborales de uno sólo…
Por otro lado… el trabajador mantiene su derecho como vendedor cuando lo que pretende es reducir la jornada laboral a una de duración normal definida.
Por
tanto, aquí hay una antinomia, derecho contra derecho, ambos intentando
beneficiarse de la ley de intercambios por igual. Entre derechos
iguales sólo la fuerza es decisiva” (5).
Más allá de ciertos límites, el
sometimiento de todas las formas de vida social a un funcionamiento sin
trabas de los mercados y el dictado de la rentabilidad, puede tratarse
de un riesgo político para el establishment neoliberal, ya que puede
desencadenar fácilmente estallidos sociales incontrolables.
Franklin D. Roosevelt en su discurso en el Madison Square Garden de Nueva York, el 31 de octubre de 1936, presentó sus políticas del New Deal como un justo intermedio entre el dinero organizado y la mafia organizada. (6)
En
la Eurozona, el riesgo político esta siendo minimizado, supuestamente, a
través de la introducción de un marco institucional en el que las
políticas de austeridad se ven como la única manera de hacer frente a la
inestabilidad económica y financiera.
En
el entorno habitual de un Estado nación, una sola autoridad fiscal
nacional es la que se encuentra detrás del Banco Central. Pero como
sabemos que este no es el caso de la Eurozona: no existe una autoridad
fiscal sólida detrás del Banco Central Europeo (BCE).
Los
Estados miembros emiten deuda en una moneda que no controlan, en
términos de esa banca central ( no pueden imprimir euros o cualquier
otro tipo de moneda, al menos durante un período de tiempo
considerable).
Los
Estados miembros no siempre tendrán la liquidez necesaria para pagar a
los que dispongan de bonos y obligaciones del Estado. Por lo tanto, una
mengua en el Estado de Bienestar es una condición previa para la
solvencia financiera.
Las
élites europeas gobernantes se están sometiendo voluntariamente a un
elevado riesgo para llevar a cabo las políticas neoliberales. En otras
palabras, han decidido sacar provecho de la crisis para neoliberalizar
aún más la gobernabilidad del Estado. Los Estados miembro se enfrentan a
un dilema: austeridad-recortes y privatizaciones o los riesgos
asociados a su incumplimiento.
En
general, se trata de opciones proporcionales. Incluso en este último
caso, los Estados miembro podrían aceptar un rescate, pero eso les
llevaría de nuevo a austeridad-recortes y privatizaciones.
Esta
perspectiva conservadora califica de riesgo moral cualquier política
que apoye a la clase trabajadora, que amplíe el espacio público, que sea
compatible con el Estado de Bienestar y organice la sociedad más allá
de lo establecido por los mercados.
En
este marco, la cuestión estratégica para el neoliberalismo de la UE es
la de definir el nivel de austeridad, manteniendo un equilibrio entre el riesgo político y el riesgo moral.
En
términos generales, estos dos riesgos, el moral y el político, se
mueven en direcciones opuestas debido a sus consecuencias sobre la
coyuntura política.
Cuando aumenta el riesgo moral, disminuye el riesgo político y viceversa.
Por lo tanto, la tensión entre ambos riesgos se traduce en un adecuado equilibrio. Las autoridades independientes,
inmunizadas contra cualquier control democrático, especialmente en
temas relacionados con la Economía ( el mejor ejemplo es el de la
independencia del BCE), disponen de unos mecanismos para detectar el
equilibrio entre estos dos riesgos. Sin embargo, este mecanismo no deja
de ser insuficiente.
La lucha de clases siempre puede provocar acontecimientos imprevistos.
2. El caso griego: ¿Puede Syriza desafiar al neoliberalismo?
2.1. La brecha financiera del sector público griego
Después
de cinco años de políticas de austeridad en Grecia y de la
desfiguración del tradicional mapa político como solíamos conocerlo (
sobre todo por la ruptura del Partido Socialista (PASOK), que se
ha mantenido en el poder durante más de veinte años en las últimas tres
décadas), las elecciones del 25 de enero de 2015 dieron la victoria a la
Izquierda.
SYRIZA (Coalición de la Izquierda Radical), obtuve 149 escaños de los 300 del Parlamento griego, formando una coalición con ANEL (Griegos Independientes), un pequeño partido que está en contra de las políticas de austeridad, situado en el campo político conservador.
El
mandato dado al Gobierno por el electorado es doble: a) debe parar las
políticas de austeridad y b) asegurar un acuerdo con los prestamistas
oficiales (La UE, el BCE y el FMI, lo que se llamaba la Troika, y ahora se conocen como las Instituciones),
con la finalidad de cubrir las necesidades de financiación del sector
público griego. La brecha financiera del sector público griego hace
referencia principalmente a las responsabilidades contraídas en el marco
de los programas de rescate de años anteriores.
El
20 de febrero de 2015, el Gobierno griego llegó a un acuerdo intermedio
con los prestamistas, que incluye una prórroga de cuatro meses del “Acuerdo maestro de servicios de asistencia financiera” (MFFA), firmado por el anterior Gobierno, que se “sustenta en una serie de compromisos”.
Al
final de este período de transición, se firmará un nuevo acuerdo entre
Grecia y las Instituciones, que según el programa del Gobierno incluiría
un nuevo marco fiscal para los próximos 3-4 años y un nuevo plan
nacional de reformas.
El acuerdo del 20 de febrero fue una tregua, pero una tregua que de ninguna manera se puede considerar un empate. Dado que las Instituciones son
las que deciden si se han cumplido o no los compromisos por parte de
Grecia, este acuerdo se sustenta sobre un terreno resbaladizo.
Como
cada decisión que se tome necesita la aprobación de las Instituciones,
las cuotas programadas, tal como aparecen en el programa anterior, aún
están pendientes, y por tanto sujetas a la evaluación positiva de las
Instituciones.
El
acuerdo del 20 de febrero no está del todo cerrado en lo que se refiere
al aumento del riesgo moral, es decir, aquellos acuerdos que pueden
beneficiar a los intereses del Estado de Bienestar y de los
trabajadores.
Sin
embargo, el punto clave del acuerdo es que las Instituciones evaluarán,
supervisarán y dirán si cada reforma en particular no crea problemas a
las finanzas públicas y no pone en peligro el futuro del crecimiento
económico y la estabilidad y el buen funcionamiento del sistema
financiero.
Esta
evaluación, supone un serio impedimento para la ejecución de los
programas públicos y las transformaciones sociales que Syriza desea
hacer en primer lugar.
Si
bien la cuestión de cómo el Gobierno va a ser capaz de satisfacer sus
necesidades de financiación todavía no está resuelta, las declaraciones
del BCE y del FMI son prueba elocuente de que siguen evaluando si las reformas prometidas se pueden interpretar como sustitutos de los compromisos del acuerdo anterior.
2.2. La prioridad del frente interno
El
análisis anterior nos lleva a la conclusión de que existe una
correlación internacional de fuerzas que no solamente restringen
considerablemente la libertad de acción en las finanzas públicas, sino
que también lo hacen en otras áreas. Sin embargo, el resultado de la
negociación no estará determinado ni por movimientos tácticos ni por el
frente externo, sino por el frente interno de la sociedad griega.
La
situación actual sólo deja al Gobierno como una única salida del corsé
impuesto por la Europa neoliberal, la de dar un salto hacia adelante.
El
salto hacia adelante se haría en base a los compromisos del programa de
Syriza para redistribuir el poder y la riqueza a favor de los
trabajadores, refundar el Estado de Bienestar, la Democracia y la
participación colectiva en la toma de decisiones.
El
salto hacia adelante del Gobierno debiera ser una reforma radical del
Sistema Fiscal (de modo que el Capital y los sectores más ricos de la
sociedad soportasen la carga apropiada) y la lucha contra la corrupción
de las élites económicas de Grecia.
Una
serie de cambios institucionales radicales son necesarios con urgencia,
con el fin de construir una nueva base de las alianzas sociales con las
clases subordinadas. Lo que hace falta es un memorando nacional contra los ricos para mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora. El objetivo, tantas veces declarado por la Izquierda, es “que el Capital pague por la crisis”, por decirlo en pocas palabras.
Esta dinámica interna fortalecería la eficacia de las negociaciones con los prestamistas.
Es
un problema político. Puede salirse de la trampa neoliberal si el
Gobierno griego deja claro que si se le obliga, con el fin de no
incumplir el mandato conferido por el electorado, podría retrasar el
pago de la deuda hasta que llegase a un acuerdo con las Instituciones
(7).
Con
el fin de obtener éxito en esta dinámica interna, el Gobierno griego
debe continuar con las propuestas del programa de Syriza: la protección
de los intereses de una mayoría social frente a los intereses de la
Oligarquía Capitalista.
Esta
opción aparece a menudo en los discursos y declaraciones del Primer
Ministro, Alexis Tsipras (8), pero no en la agenda del Ministro de
Economía griego, Yanis Varoufakis. Poco después de las elecciones, dijo
públicamente que el cumplimiento del 70% del Memorando sería algo bueno
para Grecia.
El Gobierno de Syriza no llegó al poder diciendo que apoyaba el 70% del Memorando.
De
haberlo prometido así, probablemente no formaría parte del Parlamento,
ni jugaría el papel clave de hoy en día. Esto supone una redefinición
del mandato de Syriza y del intento de cambiar las alianzas sociales que
han apoyado una experiencia histórica de un Gobierno de Izquierdas en
Grecia.
Un intento similar fue lo que pretendió Yanis Varoufakis en su declaración en el Vigésimo Foro de la Unión de Banqueros Griegos el 22 de abril de 2015: “En
el año 2015, después de cinco años de una catastrófica recesión, casi
todo el mundo se ha convertido en víctima, excepto algunas personas que
se han beneficiado de esta crisis. La época en que un Gobierno de
Izquierdas era por definición contrario a las iniciativas empresariales
ha pasado. Si llega un momento en el que hay crecimiento, podremos
empezar a hablar de nuevo sobre el conflicto entre Capital y Trabajo.
Hoy estamos juntos” (9).
Además, es característico del Memorando que
se diga que el crecimiento económico depende de las exportaciones y que
cada aumento salarial se considera como una traba contra la
competitividad.