Bogotá D.C., julio 7 de 2015
Monseñor
LUIS AUGUSTO CASTRO
Presidente
CONFERENCIA EPISCOPAL DE COLOMBIA
Carrera 58 No. 80-87
Tel. 4375540
Bogotá, D.C.
Respetado Monseñor,
Con dolor le escuché anoche diciendo que el gobierno no puede aceptar el cese bilateral del fuego porque sería “dejar de cumplir su obligación de preservar el bien, la honra y los bienes de los ciudadanos”. Rechazaba Ud. así las alentadoras declaraciones del doctor Humberto De La Calle Lombana, en reportaje a Juan Gossaín, refiriéndose a que el gobierno está dispuesto “a aceptar un cese del fuego, aun antes de la firma de un acuerdo, en la medida en que sea serio, bilateral, definitivo y verificable…”
En sus declaraciones no mencionó para nada la preservación de la vida, que es el primer mandato que le ordena la Constitución Nacional al Estado colombiano diciendo: Las autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias, y demás derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares. Es lógico que Ud. no se refiriera a la vida porque continuar los diálogos en medio de la guerra es violar la protección a la vida.
Muchos colombianos se están dejando ganar por la guerra que se está librando en el campo de la deslegitimación, arma que con habilidad utilizó Goebbels para combatir a los aliados y para poder exterminar a los judíos y a los gitanos y que, ahora, se emplea en nuestra patria para derrotar a los adversarios y enemigos. Es un arma soterrada, que hace parte de la guerra de baja intensidad, pero no menos letal que el terrorismo.
El doctor De la Calle acertadamente afirma que no se puede hacer la guerra jugando estatua: esperando que el uno ataque y el otro se quede quieto. Eso es válido para el gobierno, pero también para las FARC. Ni Ud. ni nadie puede pensar que en medio del conflicto se ataque violentamente a una de las partes y la otra se mantenga inactiva. Y lo peor: los enfrentamientos ya no se limitarán a la estrategia de la guerra de guerrillas, sino que se incorporarán los actos de sabotaje que mundialmente, en estos últimos tiempos, han demostrado su eficacia en el combate. Así es la guerra.
Bajo el pontificado del papa Francisco la Iglesia Colombiana debe parar la incitación a la guerra. Yo estaba muy niña cuando conocí los llamados de la Iglesia Católica en los púlpitos colombianos diciendo que “matar gaitanistas no era pecado” (sic) y que matar liberales tampoco lo era. A pesar de mis pocos años, siendo estricta creyente y practicante de las enseñanzas cristianas, me estremecía de dolor y desconcierto al ver que la religión, en la cual creía, llamaba públicamente a exterminar a los seguidores de mi padre, Jorge Eliécer Gaitán.
Es por ello que me alienta que en ese mismo reportaje al doctor De la Calle él haya dicho que el Sumo Pontífice podría hacer parte de la Comisión de la Verdad, ya que puedo facilitarle al papa Francisco documentos originales, que se encuentran en el Archivo Gaitán que fuera de mi padre, que comprueban los delitos incitados por prelados y jerarcas de la Iglesia Católica colombiana e, incluso, cometidos personalmente por algunos de ellos. Es esta la razón por la cual, en carta que hace un tiempo le envié al papa, le ruego que pida perdón como representante de Jesús en la tierra, a nombre de la Iglesia Católica Colombiana, por haber ésta planificado el complot para asesinar al General Rafael Uribe Uribe y estar al inicio del genocidio al Movimiento Gaitanista, y por ende, ser parte del origen del conflicto que hoy padecemos. Porque sin verdad y sin memoria no hay paz. El propio Francisco lo ha dicho y recalcado: “Un cristiano sin memoria no es un verdadero cristiano: es un hombre o una mujer que prisionero de la coyuntura, del momento; no tiene historia. La tiene, pero no sabe cómo aferrar la historia”.
Le pido aceptar mis expresiones de respeto en su calidad de alta autoridad de la Iglesia Católica, que cuenta hoy en día con un papa que nos ha legitimado a quienes somos revolucionarios sin ser marxistas, lo que le abre paso a la conformación, en Colombia, de un gran movimiento popular que retomará las banderas de justicia, equidad y paz que esgrimió mi padre y que, en su tiempo, aglutinaron al País Nacional en marcha hacia una Colombia fraterna y justiciera.
Cordialmente y en espera de su comprensión cristiana, me suscribo de Ud. con consideración y aprecio,
GLORIA GAITÁN JARAMILLO
c.c. 20’144.757 de Bogotá
E-mail: gaitanjaramillogloria@yaho