José Manuel Martín Medem
A Venezuela la penetración del crimen organizado le llegó de Colombia y fue “de manera avasallante y supremamente rápida”. Es la conclusión de las investigaciones realizadas por la Corporación independiente colombiana Arco Iris (*), publicadas en el libro La frontera caliente entre Colombia y Venezuela que los grandes medios de comunicación ocultan desde hace tres años.
La penetración de los paramilitares y del narcotráfico contó con la complicidad de la oposición venezolana. La frontera entre Colombia y Venezuela ha estado dominada históricamente por el contrabando, sobre todo de gasolina, con la participación de la Policía colombiana y de la Guardia Nacional venezolana. Este tejido de ilegalidades facilitó la instalación en la zona de los paramilitares de Colombia y de las mafias de México que controlan el negocio del narcotráfico en América Latina.
En la frontera siempre ha habido trasiego de las guerrillas colombianas pero, en contra de lo que denuncia el ex presidente Álvaro Uribe, la presencia dominante, según el resultado de la investigación de Arco Iris, no es la de los insurgentes de las FARC sino la de los paramilitares.
Los narcotraficantes colombianos, que trabajan para las mafias de México, se instalaron en Venezuela desde 1997 para abrir nuevas rutas por Centroamérica y el Caribe hacia Estados Unidos, la Unión Europea y África. Después llegaron los delegados del cártel de Sinaloa y de los Zetas, las dos organizaciones más agresivas de los narcotraficantes mexicanos.
Los paramilitares colombianos, asociados con los narcotraficantes, penetraron en dos oleadas. Inicialmente fueron llamados por la oposición venezolana de las regiones fronterizas y después fueron convocados para organizar su retaguardia cuando aparentaron negociar una desmovilización con el gobierno del presidente Uribe.
Lo que se le vino encima al gobierno de Hugo Chávez fue el Estado mafioso de Colombia. Arco Iris ha comprobado la conspiración en Bogotá, cuando oficiales del ejército de Colombia, comandantes paramilitares, Jorge Noguera -director del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS)- y la policía política de Álvaro Uribe se reunieron con los dirigentes de la oposición venezolana Manuel Rosales y Pedro Carmona (exiliado después de encabezar la fracasada intentona golpista contra Hugo Chávez), para coordinar las operaciones.
Los planes incluían la formación de franquicias de los paramilitares en Venezuela, dirigidas por Carlos Castaño, el capo de los llamados “escuadrones de la muerte” en Colombia. Las pruebas están, asegura Arco Iris, en los archivos entregados a la fiscalía colombiana por uno de los ayudantes de Castaño.
La penetración de los paramilitares y de los narcotraficantes colombianos en las ciudades de Venezuela ha convertido la violencia y la inseguridad en una gran operación de desestabilización política y económica.
(*) La Corporación Arco Iris se propone “contribuir a la construcción de un nuevo orden social en el que prevalezcan la paz, el respeto a la diferencia, la equidad y la justicia social”.