El cantautor Silvio Rodríguez ha sumado a sus reclamos de libertad la causa
de Ana Belén Montes, una alta funcionaria del Pentágono que informó a Cuba
por 16 años.
Ana Belén Montes, de 54 años, cumple actualmente su condena en una prisión
federal de Fort Worth, Texas, una cárcel federal especial para los presos
con problemas de salud física o mental, aunque no tenía nada de eso en el
momento de su incarceration en este lugar.
Rodríguez abogó en el blog Segunda Cita por “un trato humano para Ana Belén
Montes” en vísperas de cumplirse el noveno aniversario de su condena a 25
años de cárcel por un tribunal federal de Washington DC.
“Posiblemente el próximo 16 de octubre voy a estar viajando. Por eso me
anticipo en esta entrada que tengo preparada desde hace días”, escribió el
famoso trovador en un comentario añadido en el foro.
Ana Belén Montes es de origen puertorriqueño. Estirpe de Betances la Señora,
parece encarnar el espíritu de Ramón Emeterio cuando dijo: “¡Cubanos y
puertorriqueños!, unid vuestros esfuerzos, trabajad de concierto, somos
hermanos, somos uno en la desgracia; seamos uno también en la Revolución y
en la Independencia de Cuba y Puerto Rico. Así podremos formar mañana la
confederación de las Antillas.”
El blog de Silvio publicó la declaración de Montes ante el tribunal, el 16
de octubre del 2002, en la que explica los motivos que la llevaron a
realizar labores de espionaje a favor del gobierno cubano.
La analista militar dijo entonces sentirse “moralmente obligada” a ayudar a
Cuba a defenderse de los esfuerzos de Estados Unidos para imponerle sus
valores y su sistema político.
Tras conocerse la sentencia de Montes, el entonces canciller Felipe Pérez
Roque dijo sentir por ella un “profundo respeto y admiración”, y opinó que
sus acciones fueron motivadas por “una actitud ética y un admirable sentido
de la justicia”.
Ana Belén Montes, de 54 años, cumple actualmente su condena en una prisión
federal de Fort Worth, Texas, una cárcel federal especial para los presos
con problemas de salud física o mental, aunque no tenía nada de eso en el
momento de su incarceration en este lugar.
La Sra. Montes no puede recibir cartas, llamadas telefónicas o visitas de
nadie, excepto de los miembros de su familia inmediata (padre militar y sus
hermanos del FBI) – ni siquiera un consejero espiritual o un médico
personal.
Graduada de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados en la
Universidad John Hopkins, en 1988, Montes era una pieza clave del tema de
Cuba en la Dirección de Inteligencia (DIA) del Departamento de Defensa,
donde comenzó a trabajar como analista en 1985. Según el expediente
criminal, desde esa fecha comenzó a espiar para la inteligencia cubana sin
recibir remuneración económica.
Las evidencias presentadas eran contundentes. Montes se declaró culpable de
espiar para Cuba alegando “motivaciones ideológicas”.
En su residencia en Washington, el FBI descubrió numerosos mensajes de sus
contactos cubanos y discos con información clasificada para ser enviada a la
isla.
Se trata de uno de los casos de espionaje más complejos en la historia
contemporánea de Estados Unidos.
Los documentos presentados en el tribunal señalan que Montes recibía
mensajes codificados de la inteligencia cubana y los almacenaba en una
computadora portátil que contaba con un programa de decodificación en
español.
…………………………………….
A continuación, la declaración de Ana Belén Montes ante un tribunal federal
de Washington DC, el 16 de octubre del 2002. Fue condenada a 25 años de
cárcel y cinco años adicionales de probatoria por entregar información
secreta al gobierno cubano.
Existe un proverbio italiano que quizás sea el que describe de la mejor
forma en lo que yo creo: Todo el Mundo es un solo país. En ese “país
mundial” el principio de amar al prójimo tanto como se ama a uno mismo
resulta una guía esencial para las relaciones armoniosas entre todos
nuestros “países vecinos”.
Este principio implica tolerancia y entendimiento para las diferentes formas
de actuar de los otros. El establece que nosotros tratemos a otras naciones
en la forma en que deseamos ser tratados- con respeto y consideración. Es un
principio que, desgraciadamente, yo considero nunca hemos aplicado a Cuba.
Honorable, yo me involucré en la actividad que me ha traído ante usted
porque obedecí mi conciencia más que obedecer la ley. Yo considero que la
política de nuestro gobierno hacia Cuba es cruel e injusta, profundamente
inamistosa, me consideré moralmente obligada de ayudar a la isla a
defenderse de nuestros esfuerzos de imponer en ella nuestros valores y
nuestro sistema político.
Nosotros hemos hecho gala de intolerancia y desprecio hacia Cuba durante las
últimas cuatro décadas. Nosotros nunca hemos respetado el derecho de Cuba a
definir su propio destino, sus propios ideales de igualdad y justicia. Yo no
entiendo como nosotros continuamos tratando de dictar como Cuba debe
seleccionar sus líderes, quienes no deben ser sus dirigentes y qué leyes son
las más adecuadas para dicha nación. ¿Por qué no los dejamos decidir la
forma en que desean conducir sus asuntos internos, como Estados Unidos ha
estado haciendo durante más de dos siglos?
Mi forma de responder a nuestra política hacia Cuba quizás no fue la más
adecuada moralmente. Es posible que el derecho a existir de Cuba, libre de
la coerción política y económica, no justifique el haber entregado a la isla
información clasificada para que pudiera defenderse. Yo solamente puedo
decir que hice lo que consideré más adecuado para contrarrestar una gran
injusticia.
Mi mayor deseo sería ver que surja una relación amistosa entre Estados
Unidos y Cuba. Espero que mi caso, en alguna manera, estimule a nuestro
gobierno para que abandone su hostilidad en relación con Cuba y trabaje
conjuntamente con La Habana, imbuido de un espíritu de tolerancia, respeto
mutuo y entendimiento.
Hoy vemos más claro que nunca que la intolerancia y el odio – por individuos
o gobiernos- lo único que disemina es dolor y sufrimiento. Yo espero que
Estados Unidos desarrolle una política con Cuba fundamentada en el amor al
vecino, una política que reconozca que Cuba, como cualquier otra nación
quiere ser tratada con dignidad y no con desprecio.
Una política como esa llevaría nuevamente a nuestro gobierno a estar en
armonía con la compasión y la generosidad del pueblo estadounidense. Ella
permitiría a los cubanos y estadounidenses el aprender como compartir unos
con los otros. Esto permitiría que Cuba abandone sus medidas defensivas y
experimente cambios más fácilmente. Y esto permitiría que los dos vecinos
trabajen conjuntamente y con otras naciones para promover la amistad y
cooperación en nuestro “país mundial” y en nuestra única “patria mundial”.
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