Mérida fue una de las ocho ciudades seleccionadas para la aplicación inmediata del plan de los cien días de agricultura urbana, y el programa se instaló el 28 de febrero, con un acto en la UPTM Cléver Ramírez. Mi asistencia a este acto y a otras actividades que responden al mismo llamado a reforzar la función de la ciudad como productora de alimentos, fue lo que motivó el presente escrito.
Del acto en sí,
poco me importa. La presencia de personajes
del gobierno siempre mueve a medios y a jerarcas políticos regionales con
actividad reposada, que se dejan ver cuando conviene; en este caso era muy
importante apersonarse, porque la estrella del día fue Mervin Maldonado, quien
además de ministro del gabinete es el encargado de poner orden al PSUV-Mérida,
cosa que todos esperamos cumpla con responsabilidad. En cuanto a los medios, muy numerosos,
seguramente lograron convertir el acto en noticia nacional, cosa harto difícil
en la práctica comunicacional regional, y quizá la mantuvieron caliente por el
resto del día y el siguiente, pero, como suele suceder, sin darle la continuidad
que se merece como motor de opinión estratégica. De las intervenciones, resaltó la de un
productor urbano, representante de una escuela granja de La Pueblita, muy claro
políticamente; expuso los logros obtenidos y solicitó el apoyo que tendrían que
recibir, haciendo valer para ello lo pautado en la Constitución. En otra intervención se puso de manifiesto la
existencia de “latifundio” en el estado, sobre todo en el Sur del Lago, a pesar
de los 15 años de lucha contra ese sistema de tenencia de la tierra; fue una especie
de confesión de parte, de una situación que produce desconcierto. Importante resaltar también la relación que
se hizo de los mecanismos de difusión de lo que tiene que ver con el plan que
se iniciaba, obviándose totalmente la estructura de comunicación del PSUV, poniendo
de manifiesto su inexistencia total, y eso que entre los merodeadores del acto
estaban integrantes de la muy inútil APC.
Ahora paso a
enfocar lo que realmente importa, que es contribuir a la conceptualización de
la agricultura urbana en Mérida, planteando las modalidades posibles, que por sus características
ameritan tratamiento diferenciado, no sin dejar claro que desde el punto de
vista económico pueden ser muy disímiles, pero que el conjunto y la
simultaneidad de su implementación crean la atmósfera necesaria para el éxito y
la permanencia de los objetivos trazados en el plan. Y esto, porque la agricultura urbana debe
convertirse en una práctica permanente y asimilarse como parte de la cultura
del habitante de la ciudad. Y no es que
estas prácticas agrícolas tendrán mucha significación cuantitativa en la independencia
de la renta petrolera, sino que nos ayudará a deslastrarnos de la cultura
rentística que guía nuestro comportamiento.
Despacho
inicialmente la de carácter pedagógico,
la practicada como motivación y enseñanza en los planteles de educación inicial
y media. La preocupación no es reciente,
y en casi todos los institutos urbanos el problema fundamental ha sido la falta
de espacios adecuados para los huertos escolares; los resultados han sido
óptimos, y la preocupación de sembrar y producir se ha inculcado en la
disposición de los niños, que se llevan la preocupación a sus hogares. Solucionar la limitación del espacio,
significaría aumentar los insumos de los comedores escolares y producir
plántulas para ser sembradas en los hogares, a los que se llevaría también la
experiencia en su totalidad.
11. Patios y
solares. Desde sus orígenes la
ciudad de Mérida se ha comportado como productora de alimentos, actividad que
se cumplió en el patio y el solar, espacios siempre presentes en la casa
tradicional urbana. La presión del modo
de urbanismo que se impuso desde los años cincuenta, liquidó la mayoría de
estos espacios productivos, pero se mantiene en áreas que aquel aún no ha
alcanzado y puede generalizarse en las urbanizaciones desarrolladas hasta los
años 90, que dejaron terreno de desahogo a las casas. Parte del solar se dedicaba a huerta, y se
cultivaba hierbas medicinales y aromáticas, sábila, cebollín, lechugas,
frijoles, tomates, maíz, ajíes, auyamas, chayotas… Los frutales más frecuentes
eran membrillo, cítricos (lima, limón, toronja, naranjas), granados, lechosos,
aguacates, cambures, higueras, achote y hasta “unas tres maticas de café”… Varios de estos productos (membrillo,
toronja, naranjas, higos) servían de insumos para dulces y granjerías. El gallinero proveía huevos, pollos y
gallinas. Además del consumo directo,
los productos generaban un tipo de intercambio y préstamo muy particulares y,
excepcionalmente, se llegaban a vender.
¿Cómo lograr la reactivación de esta actividad
productiva tradicional? Más que la
oferta de semillas o plántulas, se tendría que recurrir a establecer concursos
con premios y reconocimiento público a las mejores huertas y a los mejores
productos. Para vencer resistencias indiscutibles,
se recurriría para la organización y seguimiento a organizaciones que generen confianza
y no rechazo.
22. Terrazas,
balcones, azoteas y áreas comunes de residencias multifamiliares. Más que resultados cuantitativos –que se
pueden lograr, el uso de este tipo de espacios para siembra de alimentos
contribuye a formar opinión favorable sobre la importancia de la agricultura
urbana como parte de la solución para la soberanía alimentaria.
Es en esta modalidad de AU donde se debe aplicar recursos
ingeniosos de siembra y técnicas de cultivo muy controladas, que contribuyen al
ornato del hogar y a la reutilización de envases y otros productos
contaminantes. Una ventaja adicional de
esta modalidad, es la propagación acelerada del ejemplo.
El esfuerzo tendría que estar dirigido a la provisión de
plántulas y semillas, y a la enseñanza de las modalidades específicas de
siembra, con la ventaja de que están muy difundidas en Internet.
33. Terrenos en
engorde en el centro urbano y periferia inmediata. Una mirada aérea de la terraza de Mérida y la
Otrabanda, desmiente la fábula de la ocupación total y refrenda la presencia de
numerosos terrenos dedicados a futuros negocios inmobiliarios, es decir,
mantenidos en engorde. Generalmente son
terrenos enmontados, criaderos de alimañas y refugio de indeseables, cuyos
propietarios saben saltarse las ordenanzas municipales que los regula. ¿Cómo incorporar estas superficies a la AU
con cultivos de escaso cuidado como cambures y auyamas?
44. Espacios
residuales públicos o institucionales.
Originalmente planificados para ser ajardinados o engramados, pero que
generalmente se encuentran abandonados y enmontados. Hay ejemplos de su uso para AU, en ocasiones
cerca de otros desaprovechados, a pesar de haber sido diseñados para
experiencias del tipo (caso de los terrenos adyacentes a la Defensoría del Pueblo,
y las canteras que están un poco más arriba).
Se ajustan a los objetivos del plan de los cien días y sólo deben ser
dotados de semillas o plántulas.
55. Espacios
cedidos por consejos comunales u otros organismos para fines didácticos de las
misiones. Igualmente ajustados a los
objetivos del plan, gozan de las ventajas de la cantidad de personas dedicadas,
lo que supone un rendimiento considerable, y del efecto multiplicador de la
experiencia.
66. Arborización urbana. Cuando se
trata de arborizar lugares públicos, en Mérida casi siempre se ha optado por
especies exóticas, con desprecio absoluto por las autóctonas y los
frutales. Nadie puede negar las ventajas
de arborizar con aguacates pomarrosos, guayabos, cítricos…, antes que con acacias,
pinos, araucarias, cujíes…
Hasta aquí, la
modalidad de agricultura urbana propiamente dicha, según los parámetros
mundiales (espacios eminentemente urbanos, particulares o públicos, practicada
por individuos que no son agricultores en el sentido profesional del término,
bajo técnicas agroecológicas, para autoconsumo o mercados muy inmediatos). Esta modalidad de AU debe estar ser
acompañada en las etapas iniciales por bases para la producción de semillas,
plántulas, sustratos, abonos orgánicos (exclusión total de insumos químicos), que
de por sí son parte de esta actividad agrícola, así como por campañas de
promoción y asesoramiento, previsto todo en el proyecto anunciado. Pero en el caso merideño, no son estas las
modalidades de AU donde se deposita la esperanza del cumplimiento económico del
plan de los cien días (“abastecer el 20 % de los productos que consumen los
ciudadnos”), sino en la periurbana,
que debe ser tratada con otros criterios, pues en Mérida tiene singularidades
que deben ser tenidas en cuenta.
De repente, por la
demarcación de la poligonal del área metropolitana de Mérida, extensas áreas agrícolas
de la periferia merideña comenzaron a ser consideradas ciudad, y regidas por
ordenanzas del uso del suelo urbano. Se
trata de zonas de economía agropecuaria, con producción dirigida esencialmente
al consumo de la ciudad de Mérida, que habían pasado por todas las vicisitudes
de la crisis de la agricultura venezolana.
Y es en la reincorporación, en la reanimación de la producción en estas áreas,
con lo que se medirá el éxito del programa de los cien días; es lo que lo
convertirá en una solución económica a la crisis de abastecimiento.
Las zonas que se
enumeraran tienen en común haber sufrido golpes adicionales a los que apalearon
la economía agrícola en general, como son la invasión de un urbanismo
descontrolado, que gracias a su capacidad adquisitiva adquirió –es una manera
de expropiar– propiedades campesinas, erradicando las prácticas agrícolas; la
adquisición o conversión de grandes propiedades en áreas de engorde para proyectos
turísticos futuros, que nunca se concretan o completan; maltrato ambiental por
prácticas inadecuadas; el sometimiento a reglamentos de uso, con muchas
prohibiciones y ningún incentivo.
Golpeadas así, vivieron la disminución acelerada de las actividades
agrícolas, que ahora apenas subsisten.
No obstante, aún albergan una cultura campesina y, sobre todo, gente
dispuesta a retomar las actividades de sus antepasados. El conocimiento del aporte histórico de esas
zonas, es necesario para el tratamiento que se les de desde la óptica de la AU. Las zonas a que nos referimos,
fundamentalmente son La Pedregosa, las lomas del Oeste y valles transversales a
la Otrabanda, El Valle y el Vallecito y el valle bajo del Chama, de cuyas
particularidades haremos mención sucintamente en una segunda parte de este
escrito.
Cierro,
resaltando un aspecto del tratamiento mediático del plan de AU que se está
ejecutando. Ante deslices numéricos
extravagantes cometidos por periódicos y periodistas (o viceversa), siempre he
sospechado que no se trata de errores inocentes, sino que siempre esconden una
“intención”. En el caso del plan del
plan de AU, han sido frecuentes los errores; por ejemplo, sobre la capacidad inicial
de abastecer de verduras y hortalizas a Caracas que, según el medio o el
declarante, puede ser del 20, 25, 30, 40 o 65 % “del consumo de los ciudadanos”. Pero el encadenamiento del error de los 12
millones de k2 que afectará el plan, no tiene explicación; con variantes lo
reprodujo AVN, El Universal, aporrea… y se extendió como pólvora. Hasta el gobernador Alexis Ramírez lo publicó
en su feisbuc, en un evidente descuido de quien le administra sus cuentas en
las redes sociales. Si la imprecisión se
originó en una equivocación de un funcionario, es grave que los periodistas las
tomen literalmente, sin someterlas a su criterio profesional. Un periodista que reproduzca que se
producirán 30.000 toneladas en 1.200 hectáreas, con lo que se abastecerán 1.300
personas, debe ser devuelto a la universidad que lo tituló, al igual de quien
reportó inicialmente los 12 millones de k2… Y ni hablar de la responsabilidad
de los medios. De este pozo, sólo
reproduciré una infografía de “telesur”, todo un dechado de
inexactitudes, criterios disímiles y errores, exactamente lo contrario a lo que
se persigue con las “infografías”.