Todo el mundo sabe en este país, y los
“líderes” de la derecha más que nadie, que la renovación del Decreto
Obama no augura nada bueno. Y esto es especialmente cierto en materia
económica.
Y es que como lo fue en ocasión de su
dictamen el año pasado, es de suponer que la renovación es más que nada
la ratificación del salvoconducto dado entonces para que los agentes del
sabotaje económico y político vayan sin escrúpulos a lo suyo. O para
decirlo en términos más o menos keynesianos: una especie de feromona
para que los espíritus animales de la especulación externa e interna terminen de acabar con el país.
A propósito de esto, mucho se ha dicho
sobre las causas de lo que nos ocurre actualmente. El coro multicolor
del “pensamiento” económico convencional (a medias formados por
mercenarios de la “teoría” al servicio de las peores causas, y a medias
por aquellos que Chávez, citando a Galbraith, llamaba economistas del fraude inocente),
nos dice de que la inflación y al escasez son producto del fracaso del
modelo económica chavista. Depende de quien lo diga, se acompaña esta
sentencia unos u otros aderezos: y es que “el fracaso del modelo
económico chavista” va desde su presentación como “populismo” hasta la
“marxista-castro-comunista”, pasando por todas los variopintos
“diagnósticos” sobre colapso del capitalismo rentístico, etc., etc.
Por lo general, el método de estos
diagnósticos consiste en la sumatoria impune de peras con manzanas y la
repetición incesante de los lugares comunes de la ortodoxia económica
convencional. Se habla, por ejemplo, de la inflación y se asegura que es
el déficit fiscal y el exceso de liquidez monetaria lo que la causan.
Pero no solo nadie lo demuestra realmente, sino que la realidad empírica
de hecho no acompaña tales afirmaciones e incluso las contradice. Y a
si van…
En cambio, en días pasados en el programa
de Mario Silva se mostraron unas gráficas mucho más interesantes que
estas interesadas hipótesis convencionales. En las mismas (la principal
encabeza esta nota) destaca sobre manera el grado de sensibilidad -por
decirlo así- que la producción de Alimentos Polar muestra con respecto a
los recurrentes ciclos políticos de la vida nacional, todo esto tomando
en cuenta las cifras publicadas por la propia empresa.
Así las cosas, y aunque como tendencia
resulta interesante constatar que la producción se ha mantenido más o
menos constante a lo largo de estos últimos tres años –lo que contradice
al sentido común mediatizado, la situación de los anaqueles y las
propias afirmaciones del CEO de La Polar- lo cierto es que todo indica
que ha sido objeto de recurrentes manipulaciones, especie de stop and go
gerencial según el cual, en determinados momentos políticos, la misma
se detiene o ralentiza y luego, superado el trance, se pone otra vez en
marcha.
Pero lo más notable no es solo esta
“coincidencia”, que cualquiera de los analistas a sueldo de la empresa
dirá es una respuesta natural a la situación de incertidumbre del país.
Sino la capacidad para “adivinar” y en esa medida anticiparse a
determinados eventos que, al resto de los venezolanos y venezolanas
–incluyendo al propio gobierno- nos resultan sobrevenidos. Ese es a
todas luces el caso de las guarimbas y el decretazo de Obama. En
términos de mercadotecnia diríase que es una marca registrada de La
Polar dicho comportamiento. En términos criminalísticos: que estamos
ante un patrón conductual. Tal y como también lo es manipular a la baja
la producción cada vez que se adviene un evento electoral.
Un dato interesante a cruzar y
correlacionar con estos, va por el lado de ver cuál ha sido el
comportamiento del precios de los productos Polar en el mismo lapso de
tiempo. Y es que me atrevo a asegurar –a falta claro, que se compruebe
empíricamente- que luego de cada stop de la producción viene un go de precios al exigir sean aumentados de sus regulaciones con aquello de que no les da.
A este respecto, valga hacer un par de
comentarios sobre el uso de los precios y el abastecimiento como arma de
guerra económica política. Ya los hemos hechos en varias ocasiones,
pero nunca lamentablemente parecieran estar de más. A todas estas, la
manipulación de los precios y el abastecimiento como mecanismos de
presión, tiene el claro propósito de imponer a través de la alteración
de la cotidianidad y la seguridad de las personas (el ejercicio de sus
derechos socio económicos constitucionales), opciones políticas que en
los mecanismos también constitucionales establecidos para su definición
no tienen el resultado que esperan sus promotores. Me explico. Como por
vía electoral –que es la establecida en democracia para tales fines- ni
lo logran, lo buscan por la del saboteo. Es lo que muy gráficamente
Obama alguna vez llamó torcer el brazo y en teoría de juegos se llama
elección forzada: aquella situación en la cual las personas se ven
obligadas a “elegir” algo bajo una situación de coacción y chantaje.
Un ejemplo ilustrativo de elección
forzada es el dilema en que el malandro coloca a su víctima a la hora de
un robo. Y es que casi siempre le ofrece dos opciones, una claramente
“buena” y otra claramente mala: “o me entregas el carro o te doy un tiro”, “el celular o la vida”,
etc. La gracia del asunto es que uno “pueda”, en efecto, “elegir” entre
una y otra, entre la opción “correcta” (darle lo que quiere) y la
“incorrecta” (negarse). Pero todos sabemos cual es el costo de elegir la
que el malandro no quiere. Así las cosas, el secreto para obligar a la
persona a “elegir” la opción “correcta” es crearle las condiciones
objetivas y subjetivas que la lleven a ello, es decir, ponerla en una
situación tal que opte por hacer aquello que de otro modo muy
difícilmente haría haciéndole ver que, de lo contrario, el precio a
pagar será mayor: nadie le daría su carro a un extraño si no es con una pistola en la cara. Así pues, una vez creada la situación sin salida, se ofrece la salida “correcta”: es más sensato entregar el carro a que te den un tiro.
Pues bien, la guerra económica y toda la
batería de acciones no convencionales claramente terroristas lanzados
contra la población venezolana, replican palmo a palmo el mecanismo de
la elección forzada: la mayoría de los venezolanos y venezolanas que,
democrática y racionalmente, en elecciones universales perfectamente
auditables y observadas, han elegido según las convenciones de rigor una
opción política y un proyecto de país, son forzados a “decidir”
rechazarlo por quienes se oponen, so pena seguir padeciendo sus acciones
violentas, la especulación salvaje, se profundice el caos y la angustia
social. es por esta razón que siempre decimos que la guerra económica
es una guerra política por otros medios, un chantaje a escala
macrosocial, un secuestro colectivo para el cual los malandros que lo
realizan reclaman su botín de rescate.
Para activar todo esto lo que hace falta
es que aquellos que tienen posiciones monopólicas u oligopólicas, y por
tanto poder de fijación de precios del mercado, lo hagan, tras lo cual
se genera un mecanismo de propagación social que cabalga solito sobre la
incertidumbre, las bajas pasiones y las debilidades institucionales. En
este sentido, el punto es que el desbarajuste de precios y el déficit
de abastecimiento, no se deben a accidentes ni de desequilibrios
macroeconómicos si no a prácticas deliberadas puestas en función de
propósitos deliberados. Siendo que cuando estas prácticas operan, sus
efectos tienden a reproducirse más allá de sus responsables inmediatos y
por esa vía se generalizan por todo el cuerpo social (como la hepatitis
de la que alguna vez habló Gustavo Roossen, uno de los luceros más
iluminados del PRAN de La Polar). De tal suerte, el pequeño o mediano
comerciante afectado por los precios del proveedor oligopólico sube los
suyos, pues de lo contrario arriesga pérdidas. Sin embargo, también
pasa que pequeños comerciantes especulan incluso muy por encima de las
grandes empresas aprovechándose de sus vecinos y conocidos, tal y como
somos testigos tanto en zonas rurales como populares pero también en las
urbanizadas. Esto es uno de los efectos más perversos de las prácticas
especulativas y acaparadoras como estrategia de captación de ganancias
extraordinarias, y a su vez, una de las razones por las cuales es tan
difícil combatirlas. El único que no puede especular a otro y por tanto
se traga la “inflación” es el consumidor final, al menos, claro que se
meta a bachaquero.
El segundo comentario es más simple
aunque tiene que ver naturalmente con lo mismo que venimos describiendo:
al solicitar aumento de precios luego de parar la producción y la
distribución (o desviarla), La Polar no solo busca desbaratar la
política de precios, sino financiar y cubrir los costos que le generan
sus acciones de sabotaje a costilla del bolsillo de los trabajadores.
Así son las cosas…