Por Pedro Grima
Gallardo
En política
y psicología,
divide y vencerás o dividir para reinar (del griego:
διαίρει καὶ βασίλευε, diaírei kaì basíleue) es ganar y mantener el poder
mediante la ruptura en piezas de las concentraciones más grandes, que tienen
individualmente menos energía. El concepto se refiere a una estrategia que
rompe las estructuras de poder existentes y evita la vinculación de los grupos
de poder más pequeños. Podría ser utilizada en todos los ámbitos en los que,
para obtener un mejor resultado, es en primer lugar necesario o ventajoso
romper o dividir lo que se opone a la solución o a un determinado problema
inicial. Las máximas latinas divide
et impera (pronunciado: dívide et ímpera, «divide y domina»), divide et vinces, divide ut imperes y divide ut regnes, fueron
utilizados por el gobernante romano Julio César y el emperador corso Napoleón.
El proceso político y económico que estamos
viviendo me ha llevado a leer ávidamente los textos de historia, principalmente
de Venezuela. Hoy sin embargo, comenzando a leer la biografía de Gabriel García
Márquez del autor Gerald Martin, encuentro que éste (Martin), refiriéndose a
los antepasados del Gabo, en sus primeras páginas escribe sobre la Guerra de
los Mil Días “la última y más devastadora de una veintena de guerras civiles
nacionales y locales que habían arrasado Colombia durante el siglo XIX, libradas
entre los liberales y los conservadores, los centralistas y los federalistas,
la burguesía y los terratenientes, la capital y las provincias” [1]. Ninguna
diferencia con lo acontecido en Venezuela después de la Guerra de Independencia
contra el Imperio Español hasta la entrada al siglo XX. Las mismas guerras
civiles, insurrecciones, alzamientos, revoluciones. Y seguramente encontraremos
situaciones similares en otros países de América Latina.
Venezuela recorrió el siglo XX de la mano de
dictadores con algunos paréntesis democráticos. El más largo, ocurrido en los
últimos años del siglo, cuando AD y COPEI se alternaron en el poder durante 40
años, desde la caída del dictador Pérez Jiménez en 1958 hasta la irrupción del
terremoto Chávez en 1998. El bipartidismo adeco-copeyano fue una copia al
carbón del sistema bipartidista estadounidense entre demócratas y republicanos.
Una alternabilidad que no pone en riesgo el sistema a cuya cabeza se encuentran
los factores económicos poderosos. La llegada de Chávez al poder destroza esa
lógica y los partidos (AD, COPEI y otros menos importantes) implosionan. Hasta
1998 el 95% de los votantes lo hacía por los dos partidos del sistema, en 1998
la votación de AD y COPEI juntos desciende a apenas un 11% [2].
Una nueva realidad política se conforma y de
inmediato aparece una nueva estrategia del Imperio (esta vez representado por
los Estados Unidos de Norteamérica), la de propiciar la conformación de dos
bloques antagónicos que deben enfrentarse: la Estrategia de Satanás. En apenas
dos años logran conformar una masa crítica importante y lanzan su primer
intento de golpe de estado en 2002. Fracasan [3]. Lanzan un paro empresarial y
petrolero en diciembre de ese mismo año y de nuevo fracasan. Pasan varios años
preparándose y en febrero del 2014 lanzan un movimiento muy bien organizado de
toma de las calles y colocación de barricadas, apoyados por servicios de
inteligencia y mercenarios paramilitares de diversos países, que denominan “la
salida”, la cual en realidad, servía de parapeto a una nueva tentativa de golpe
de estado militar en el seno de la fuerza aérea, que fue develado apenas unos
días antes de llevarse a cabo. Después de este nuevo fracaso, ya sin tapujos y
descaradamente, comienza una guerra económica internacional que implica
desabastecimiento de productos (principalmente alimentos, medicinas e higiene
personal), manipulación financiera y crediticia, colapso de los ingresos
(petroleros e impuestos), etc., proceso bien documentado en la literatura [4].
Ahora bien, si analizamos los dos grupos
antagónicos que hoy se enfrentan en una Guerra a Muerte declarada abiertamente
por uno de ellos, encontramos que:
1. Están
conformados en su base por grupos idénticos: antiguos miembros de los viejos
partidos nacionales (AD, COPEI, MAS, PCV, más sus divisiones).
2. Utilizan
símbolos casi idénticos: una gorra de beisbol [5] con la bandera nacional.
3. Las
principales pretensiones de esas bases son muy parecidas: una sociedad en donde
puedan consumir libremente, respetuosa de la propiedad privada, pero
conservando los derechos sociales conquistados.
4. Aunque
en ambos bandos existen grupos radicalizados, en sus grandes mayorías rechazan
la violencia y anhelan la paz.
Por otro lado, en nada (o en muy poco) ha
cambiado el sistema económico venezolano (el rentismo petrolero) en los últimos
100 años, incluyendo el período de la Revolución Bolivariana. En Venezuela no
podemos hablar de socialismo, ni de capitalismo, sino de neo-colonialismo,
definiendo este último como aquel sistema de dependencia en el cual el país
dependiente solo produce materias primas (petróleo en nuestro caso) e importa
todo lo demás. El éxito de la guerra económica contra Venezuela se produce
justamente por esa dependencia de los productos las grandes transnacionales
(Nestle, Proter&Gamble, L’Oreal, Bayer) distribuidos por sus aliados
locales (Polar, Farmatodo) y todo ello bien sostenido y apoyado por el poder
mediático (DIRECTV, Venevisión, El Nacional).
En conclusión, hemos caído en la trampa de la
estrategia de Satanás y hasta que no logremos cambiar radicalmente el discurso
nos encontraremos en una situación en donde la mitad de Venezuela estará
enfrentada a la otra mitad. El sueño gringo hecho realidad.
[1]
Gabriel García Márquez, Una vida. Gerald Martin. Random House Mondadori,
Colombia (2009). Pág. 38.
[2]
Cifras oficiales del CNE.
[3]
Yo todavía no tengo claro el por qué fracasa este golpe. Helicópteros de
Estados Unidos habían aterrizado en bases militares venezolanas, naves de
guerra estaban frente a las costas, Chávez había sido separado del poder y se
encontraba prisionero desde el mismo 11 de abril. El 12 de abril comienza la
represión contra el Pueblo que se atrevía a protestar. Milagrosamente, el 13 de
abril el Pueblo puede llegar a Miraflores prácticamente sin resistencia de la
fuerza pública y en horas de la noche Chávez regresa al Palacio de Gobierno.
Algún día se sabrá qué fue lo que pasó tras bastidores.