Periodista venezolano Clodovaldo Hernández (Foto: Archivo)
YVKE Mundial/Clodovaldo Hernández
Cierta
clase media y la prensa opositora son muy capaces de hacer cualquier
cosa con tal de oponerse al rrrrégimen. En los últimos días han llegado
al extremo de volverse picuristas.
No me crean a mí, sólo revisen los tuits de sus
escuálidos favoritos o las “noticias” publicadas por los medios
antichavistas y comprobarán que en los días finales de la azarosa vida
del ciudadano apodado “el Picure” se habían hecho sus fanáticos, y
ahora, luego de su muerte, son voceros de sus derechos humanos.
Resulta paradójico ver a cierta clase media
glorificando a un auténtico malandro, pues se trata de gente que tan
pronto ven a una persona con rasgos fisonómicos de pobre caminando por
sus urbanizaciones, quieren llamar al 911.
Hay algo de síndrome de Estocolmo en la actitud de
estas personas, pues la clase media es una de las víctimas favoritas de
todos los hampones, desde los que actúan por su cuenta hasta los que
forman parte de las famosas megabandas. Y es lógico que así sea porque
tienen dinero y posesiones qué robarles, pero no andan rodeados de una
parafernalia de seguridad, como los ricos de verdad o como los altos
funcionarios públicos y las celebridades.
En buena medida, esta rara conducta de cierta
clase media es -¿cuándo no?- consecuencia de la acción demencial de los
medios de comunicación que guían a este sector social.
El día que cayó muerto “el Picure”, el periodismo
canalla venezolano batió una vez más su propio récord de infamia. Varios
medios pusieron a circular el siguiente titular: “La policía asesinó a
‘el Picure’”.
Habrá quien diga que se trata de una ligereza,
producto de la velocidad endemoniada con la que suele trabajar la
prensa. Otros dirán que el uso del verbo asesinar es inobjetable, pues
es sinónimo de matar, de quitar la vida… y eso fue lo que ocurrió. Pero
no es así. No se trata de un verbo, sino de una manera de ver el mundo y
de una perversa intención de manipular.
Al decir que fue asesinado, el periodismo canalla
lo convierte en víctima, lo iguala con uno de los tantos ciudadanos
decentes que han perdido la vida en hechos violentos, incluyendo a los
muchos que murieron a manos del propio delincuente. Y al mismo tiempo
abona a la estrategia de señalar a los cuerpos de seguridad del Estado
como violadores sistemáticos de los derechos humanos. Ese último es el
verdadero objetivo de esta exaltación de un hombre que había sembrado el
terror en una extensa zona del país.
Este tipo de operación periodística es tan ruin
como las acciones de la megabanda que dirigía el hombre abatido. Durante
largo tiempo los medios opositores se habían dedicado a resaltar las
actividades de “el Picure”, llegando prácticamente a la apología del
delito. Se regodearon en asegurar que el gobierno era incapaz de pararle
el trote. Muchos “analistas” señalaron que la forma desafiante como
actuaba este individuo, y el enorme poder de fuego de su organización
criminal, era una demostración de que el de Venezuela es un Estado
fallido.
Luego, cuando fue abatido, tras un prolongado
enfrentamiento, saltaron a decir que el señor fue asesinado, que hubo un
uso desproporcionado de la fuerza y que el pobre muchacho merecía una
oportunidad.
Y, para completar la faena, la prensa canalla ha
silenciado todas las denuncias que han aflorado sobre las vinculaciones
de este y otros delincuentes de gran renombre (como “el Topo”, de
Bolívar) con individualidades y grupos de la derecha. ¿Solidaridad de
compinches?