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Insisto
en comentar los medulares trabajos de Pascualina Curcio Curcio, que no
han sido tan divulgados como lo merecen. Sobre la escasez actual de
bienes básicos mienten ciertos medios privados que se debería a la falta
de otorgamiento de divisas preferenciales para la importación, y al
control de precios, que impediría a los capitalistas obtener las
exorbitantes ganancias que merecen.
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Pero
en “Desabastecimiento e inflación en Venezuela” demuestra Curcio con
cifras y gráficos contundentes que “En el caso venezolano, desde 2003,
los niveles de desabastecimiento no han guardado relación con los
niveles de producción. Tanto la producción como la importación se han
mantenido relativamente constantes. Por lo tanto, esa escasez, que se
mide en los anaqueles de los establecimientos, está asociada a bienes
que han sido producidos pero que no han sido colocados de manera
regular, oportuna y en cantidades suficientes en los estantes de los
establecimientos comercializadores. En este caso, el boicot no es en la
producción, las acciones han estado dirigidas a alterar los mecanismos
de distribución de estos bienes y obstaculizar el acceso oportuno y
regular por parte de la población a estos mismos bienes” (http://idea.gob.ve/admin/img_ noticias/desa.pdf.
) Y ciertamente, desde 2002 hasta hoy cada intentona de la oposición
de derrocar al gobierno por la violencia o electoralmente coincide con
una situación de desabastecimiento. Es demasiada casualidad.
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Cifra
sobre cifra, gráfico sobre gráfico, sigue demostrando Pascualina
Curcio que en varios bienes básicos, por ejemplo la harina de maíz
precocida, tanto la producción (o la importación) como el consumo “en
promedio, fue constante desde el primer trimestre de 2012 hasta el
segundo de 2015”. Se me perdonará que abuse de las comillas, pero los
argumentos de Pascualina no tienen pérdida: “Este comportamiento se
repite para todos los alimentos que han registrado escasez y que han
generado largas colas para su adquisición: el arroz, las pastas
alimenticias, el aceite vegetal, la leche pasteurizada, la carne de res,
la carne de pollo, huevos de gallina, queso blanco duro, mayonesa,
azúcar, café, por mencionar algunos”. Entonces, sí hay producción e
importación de bienes. Si no ¿de dónde saldrían los que negocian y
renegocian los bachaqueros?
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También
la autora demuestra que las magnitudes de consumo son aproximadamente
iguales. Curcio plantea que “Si los venezolanos hemos estado consumiendo
en promedio la misma cantidad de los principales alimentos (ya sea que
lo midamos en kilogramos o en kilocalorías), y por lo tanto, si los
consumimos es porque han sido producidos o importados, cabe preguntarse
qué ha estado ocurriendo entre la producción/importación y el consumo
para que los productos no se encuentren en los anaqueles con la
regularidad y en las cantidades necesarias. Por qué si la producción y
la importación se han mantenido debemos hacer largas colas para adquirir
algunos de estos alimentos, o debemos comprarlos en el mercado paralelo
e ilegal a precios muy elevados (bachaqueo)”. La respuesta es obvia:
“A partir de 2003, las estrategias adelantadas por sectores que hacen
oposición al gobierno nacional para generar desestabilización política y
social, han hecho uso de métodos de no cooperación económica, ya no por
la vía de llamado a huelga, que requiere el concurso de diversos y
múltiples sectores políticos, sino a través del boicot en el suministro
de los bienes. Estas acciones se han intensificado a partir de 2013”.
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Pero
todos sabemos que no desaparecen de los anaqueles ni cerveza, ni
refrescos, ni alimentos altamente elaborados no regulados. ¿Qué
caracteriza a los bienes “desaparecidos”? Curcio contesta: “En primer
lugar, son de alto consumo, imprescindibles en la dieta del venezolano,
forman parte de la cultura del venezolano (la harina de maíz precocida,
el café, el arroz, el azúcar, las carotas, las pastas alimenticias, los
huevos de gallina). En segundo lugar, además de ser de alto consumo, su
producción y distribución se encuentra en manos de pocos empresarios,
por lo general son alimentos procesados por monopolios u oligopolios. Es
por esta razón, que aunque la guayaba, el plátano y el jugo de naranja
son de alto consumo, éstos no generan colas. Existen múltiples
productores de estos bienes que no tienen la capacidad de cartelizarse
para generar una alteración en la distribución. En tercer lugar son
alimentos no perecederos o fáciles de conservar por un período
relativamente largo de tiempo. La harina de maíz precocida, el arroz, la
pasta, el café, las caraotas, la leche, la margarina, el aceite, por
mencionar algunos, pueden conservarse hasta un año, no así los plátanos,
ni la guayaba”.
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En
virtud de lo cual apunta Curcio, con toda razón, que “Como se observa,
no es el hecho de que estén sometidos a regulación de precios lo que
determina que estén escaseando algunos de los alimentos. Adicionalmente
debemos decir que hay productos cuya logística de conservación es muy
costosa y por lo tanto no son comercializados en los mercados ilegales
(por bachaqueros), tal es el caso de la carne de pollo, la carne de res,
el queso blanco duro y los huevos de gallina. Estos productos requieren
de refrigeración para su conservación, son encontrados en los
establecimientos donde se expenden alimentos, pero a precios superiores a
los regulados, desacatando las normas”.
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Concluye
Curcio que “El ajuste de los precios no es la solución al problema del
desabastecimiento, de las colas y del bachaqueo, porque no es la causa
de estos fenómenos. La causa se centra en el boicot en el suministro y
la alteración de los mecanismos de distribución, es por tanto su
supervisión y regulación hacia donde debe dirigirse la política. Es la
presencia de pocas, pero poderosas manos en el mercado, las que con
intenciones políticas visibles han distorsionado los mecanismos de
distribución y suministro de los bienes más necesarios para la vida del
venezolano”.
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En
otras palabras, el gobierno ha entregado la llave de su marcapasos al
adversario económico capitalista al confiarle 60.000.000 millones de
dólares preferenciales o más para que los disipe en importaciones
fantasmas o en bienes que luego acaparará o que impedirá que lleguen al
público. De esta manera no llega al consumidor el enorme sacrificio que
realiza el gobierno aportando dólares a tasa preferencial a los
empresarios privados para que importen bienes básicos o insumos para
producirlos, y éstos se quedan atascado en una purulenta mafia de
intermediarios, en gran parte controlada por los monopolios y
oligopolios del ramo. El ciudadano común nada puede contra este tapón
que obstruye las políticas socialistas y corroe la adhesión del pueblo
hacia su gobierno. Es necesaria la acción del Estado para importar
directamente, controlar y sancionar. Kissinger y Nixon destruyeron el
gobierno de Allende en Chile jurando que harían “llorar de miseria” su
economía. De nosotros depende que destruyan o no la nuestra. Contra
Guerra Económica, Contraofensiva Política.
(Blog del autor)